Hay cuentos realmente sobresalientes como La distancia de la Luna o Sin Colores, en los que lo emotivo se mezcla con lo inteligente y la buena literatura. Y hay muchos otros más densos, densos como debió ser el universo en su estado embrionario, aunque no carentes de interés. Eso sí, demasiado repetitivos para mi paladar. Aquí no hay personajes al uso ni nombres al uso. Los protagonistas toman nombres como Qfwfq o Bb’b o G’d(w)¹¹. Cuentos inteligentes aunque lejanos y un tanto fríos, como debe ser el gran vacío del espacio. Antes de cerrar el libro, Calvino se desmarca con un gran cuento El Conde de Montecristo, un relato mental que me recordó a Borges en sus laberintos.
Cuentos Memoria del Mundo de Italo Calvino