Así afectan a nuestra salud los cambios atmosféricos Las variaciones bruscas del tiempo alteran nuestro ánimo y nuestro estado de salud, hasta el punto de que llegan a ser mortales. Los científicos estiman que la mitad de la población es vulnerable a los cambios de temperatura, humedad y presión atmosférica. ¿Por qué?
Borrasca
Dicen mis compañeros que se fían más de mí que del hombre del tiempo”, comenta orgulloso Jordi Mercé, un informático barcelonés de 35 años de edad. Hace tres años, los médicos tuvieron que extirparle un riñón, debido a una insuficiencia renal. “Desde entonces, mi cicatriz se resiente ante los cambios atmosféricos. Sobre todo, noto una sensación dolorosa en el costado cuando baja bruscamente la temperatura”, explica Jordi.Manuela Jiménez, un ama de casa extremeña de 57 años de edad, se echa a temblar cuando oye por la radio que las temperaturas descienden y sube la humedad relativa del aire. “Un día antes de que el tiempo empiece a empeorar, las rodillas se me inflaman, los dedos de las manos se me agarrotan y siento pinchazos en los codos”, confiesa Manuela, que desde 1995 sufre artritis, un proceso reumático que se caracteriza por la aparición de una inflamación crónica de las articulaciones.
Algunas personas son un barómetro andante Los días que sopla con fuerza el siroco, un viento cálido y seco procedente del Sahara, constituyen un infierno para Felipe Martínez, un joven camarero de las Islas Canarias. "Los cambios de presión que acompañan al siroco me levantan unos sórdidos dolores de cabeza. Además me noto abatido e inquieto", comenta Felipe.
Tormenta
La secretaria madrileña Sonia Llorente, de 29 años, se siente como un barómetro andante. "Las tormentas de verano, generalmente cuando vienen acompañadas de fuertes lluvias, me provocan crisis asmáticas. Huelo las tormentas a kilómetros", comenta medio en broma esta mujer.Sonia, Jordi, Manuela y Felipe no son en absoluto unos hipocondríacos del clima. En el momento en que algún cambio se cierne en la atmósfera que nos envuelve, como la llegada de un frente frío o el desplazamiento de una masa cálida de aire, las personas empiezan a sufrir. Sin duda alguna, las inclemencias del tiempo incomodan a nuestro organismo. Los científicos estiman que entre un tercio y la mitad de la población es meteorosensible, o sea, que se muestra vulnerable a los cambios atmosféricos, sobre todo si éstos acontecen bruscamente. A principios del siglo pasado, Willy Hellpach, profesor de la Universidad de Heidelberg, en Alemania, aseguraba en su obra Geopsique (1911) que "hay tiempos que nos abaten, tiempos que nos animan".
Hoy, los científicos pueden completar la frase del profesor Hellpach diciendo, sin miedo a errar, que el tiempo nos puede incluso matar. Numerosos estudios constatan que determinadas condiciones meteorológicas aumentan las urgencias debidas a infartos y embolias, las tentativas de suicidio, los comportamientos criminales y los accidentes de tráfico.
Una relación observada por multitud de culturas Que el tiempo afecta a nuestra salud no es ninguna primicia. "La preocupación de la humanidad por los avatares atmosféricos ha quedado reflejada históricamente por la continuidad y constancia de las observaciones y la profundidad de las creencias en la capacidad de los acontecimientos atmosféricos para influir en el comportamiento del hombre, en su felicidad, en su idiosincrasia y en el origen de sus dolencias", comenta el doctor José Luis González de Rivera, director del Instituto de Psicoterapia e Investigación Psicosomática de Madrid. Efectivamente, caldeos, babilonios, chinos, egipcios, griegos, romanos, árabes y otras grandes culturas no pasaron de largo ante el influjo de las variaciones del clima en el bienestar humano.
Salud
Hace 2.500 años, Hipócrates aconsejaba en su obra Aire, agua y lugares lo siguiente: "Hay que prestar cuidado a los cambios de estación más bruscos y, a menos que sea obligado, no se debe purgar ni aplicar cirugía o cuchillo en los intestinos antes de que hayan pasado 10 días de cambio de estación". La Biblia achaca el comportamiento innoble del rey Salomón al azote de un viento bochornoso procedente del desierto de Israel, quizás el sharav o hamsin. En la Edad Media, los herboristas desarrollaron las ideas hipocráticas sobre el clima y la salud, y recetaban determinadas hierbas para combatir los efectos nocivos de los vientos. "Yo sólo estoy loco con el noroeste. Cuando el viento es del mediodía sé distinguir un halcón de una garza", hace decir Shakespeare a Hamlet.Las creencias dejan paso a la biometeorología Durante siglos, creencias populares, supersticiones y observaciones médicas convivieron en un cajón de sastre hasta que a mediados del siglo XX nació en Alemania una nueva disciplina científica. Nos referimos a la bioclimatología, cuyo objetivo, según puede leerse en el acta fundacional de la Sociedad Internacional de Bioclimatología, no es otro que "el estudio de las inter-relaciones directas e indirectas entre el entorno geofísico y geoquímico de la atmósfera y los organismos vivos, plantas, animales y hombre".
Una rama de esta ciencia, la bioclimatología médica, investiga cómo los cambios atmosféricos afectan a la salud humana. Al igual que cualquier ser vivo, el hombre reacciona fisiológicamente a los denominados factores del tiempo, que incluyen la temperatura, la humedad, la presión y el viento, así como a los fenómenos especiales o meteoros que acontecen en el seno de la atmósfera, caso de la lluvia, la niebla, la tormenta, el granizo y la contaminación.
Ahora bien, aunque disponemos de una gran capacidad de adaptación a diferentes climas y ambientes, que nos permite alcanzar un equilibrio homeostático, seguimos siendo vulnerables a la variación repentina y fuerte de las condiciones atmosféricas ambientales", explica Javier Mantera, jefe del Servicio de Desarrollo Medioambiental del Instituto Nacional de Meteorología, en Madrid. "Parece que existen umbrales meteorológicos más allá de los cuales los humanos responden de manera extrema", añade su colaboradora Blanca Martínez del Amo.
Fuente: Revista "Muy Interesante"