Con la ética por bandera, el viejo Castilla lleva una vida ordenada y recta tanto en lo familiar y como en lo profesional. Insobornable y estricto desde siempre, su moral se pone a prueba cuando su joven jefe –Silva– le ofrece públicamente una fuerte suma de dinero por una revista que le falta para completar su colección, y él le contesta con una negativa… porque “para él ese ejemplar tiene una gran importancia afectiva (…) y no todo se puede comprar con dinero”. El bueno de Castilla tendrá desde entonces que soportar las humillaciones de su jefe, las presiones de su mujer, las bromas de sus compañeros de trabajo (entre la admiración y la incredulidad)… e incluso algún ataque de asma y sobresalto de debilidad, hasta terminar sucumbiendo en sus principios… al menos en un principio.
“Cuestión de principios” es una comedia argentina firmada por Rodrigo Grande y sostenida por las grandes interpretaciones de Federico Luppi y Norma Aleandro, sin olvidar el buen trabajo de Pablo Echarri. Aunque previsible y sin grandes sorpresas, la película avanza con gracia y chispa, para tratar algunas cuestiones de importancia… planteadas aquí sin gravedad ni pretenciosidad. ¿Hasta dónde se puede llegar para defender los principios básicos? ¿Estamos dispuestos a vender lo más personal e inmaterial? ¿Se puede ceder en lo pequeño sin poner en riesgo el edificio de nuestra vida y nuestra coherencia? Evidentemente, la revista es sólo el pretexto para hablar de la honradez y del amor, de las cosas importantes… y para decir que quien va por la vida atropellando a todos… acaba quedándose solo.
Pero siendo bueno en sus intenciones, Castilla aún tiene algo que aprender: debe descubrir el modo flexible de aplicar sus principios, sin renunciar a ellos. También Silva tiene que aprender otra lección –aunque es dudoso que lo consiga– al quedarse con el dibujo de su hija pequeña en ese brindis de Nochevieja… magnífico colofón a una auténtica tragedia matrimonial y humana. Pienso que, abstrayendo el tono cómico de la cinta y el sentimiento/nostalgia que rebosa, es un buen ejercicio para el espectador el preguntarse qué hubiera hecho uno, si hubiera regalado/vendido la revista a Silva o no, cómo hubiera reaccionado en la fiesta sorpresa ante la concurrencia o cuando se queda solo en casa… Porque Castilla es como “el llanero solitario” o “el quijote idealista”, distinto a los que le rodean y como estando en otro mundo, y también sin saber disfrutar de las cosas buenas… y tampoco es un ejemplo a imitar.
En un momento de la cinta, cuando va pidiendo consejo a algunos viejos amigos… hay quien afirma que los principios cambian con la cultura y con las circunstancias, que se asientan en factores coyunturales y que venda la revista, que pruebe raviolis y no se conforme con la milanesa a la napolitana (en referencia a tener pequeñas aventuras amorosas). Por momentos, Castilla se ve como un perro verde y todo apunta a que claudicará… porque la presión del ambiente es grande. Da un poco de pena el bueno de Castilla, pero más aún el arrogante Silva… aunque con o sin principios, ambos parecen abonados a la soledad y al fracaso afectivo. Menos mal que al final todo parece aclararse porque la clave no estaba prescindir de los principios, sino en aprender a vivir con ellos… para lo que primero hay que tenerlos. Una moraleja tan interesante como difícil de aplicar, muy bien encarnada por este matrimonio artístico que son Luppi y Aleandro, que se fueron de vacaciones a pescar y a ver a su hija… pero no a las famosas cataratas.
En las imágenes: Fotogramas de “Cuestión de principios” – Copyright © 2009 Línea de Tres Producciones. Distribuida en España por A Contracorriente Films. Todos los derechos reservados.