¿Recuerdas el reto de las 21 días sin quejas? Se ha convertido en im reto perpétuo, igual que muchos otros hábitos que iniciaron como reto del mes. (Todavía) no he conseguido completar 21 días consecutivos sin quejarme de nada, aunque me doy cuenta que estoy mucho más atento a mis propias quejas y, por consecuencia a las de mi entorno. Hay días que me da ganas de quejarme de las quejas, como si mi reacción fuera responsabilidad de otros.
¿No véis que quejarse no sirve de nada, si no actúas?
¿Quién es responsable?
Parece que hay una relación entre las quejas y la percepción de impotencia personal. Si crees que no puedes hacer nada, siempre te queda quejarte: del frío, de las obras en la Plaça de les Glories, del programa de televisión, de que nunca tienes tiempo para hacer lo que a ti te gusta. Siempre encontrarás a alguien que se une contigo en las quejas. Así nos juntamos para formar grupitos de miserables solidarios para reforzarnos mútuamente en la miseria.
O quizás sí tenemos una elección.
- ¿Quién decide como reacciono a las circunstancias adversas?
- ¿Quién decide lo que me pongo por las mañanas?
- ¿Quién decide qué programas miro en la tele, qué series veo en el ordenador?
- ¿Quién decide si me quejo o no me quejo?
Se me acaban las excusas
No tengo la responsabilidad por todo lo que pasa en mi vida, pero sí que tengo la responsabilidad por mi reacción. Lo reconozco, hay días grises en los que me gustaría dejar esta responsabilidad a otra persona, encargar a otro para que me haga feliz. Pero no funciona así. La felicidad es una decisión personal, porque depende fundamentalmente de tu actitud.
Así que sigo con el reto, cambiando la pulsera de lado cuando haga falta, intentando dejar las quejas atrás.