Algunas cosas me convencen mucho de “Largos Agotadores“, el trabajo que El Palacio De Linares ha publicado en este 2019, otras no tanto, y con alguna otra en particular, sencillamente caigo rendido. De entre las primeras, por supuesto, la fidelidad del grupo a un sonido que ya se ha convertido en familiar, la elección de los temas (sí: aunque no suene en las radios, todavía existe un pop que no gire en torno al deseo que me provocan tus labios tus ojos tu cintura tu mirada y qué se yo qué más partes de tu anatomía, ay mamita), la bellísima portada, y esas guitarras exquisitas -ojo, fans de Real Estate- que provocan deleite en el oído y temblor en el corazón. En el apartado de las pegas, maniático que es uno, el poco nivel de exigencia respecto a la métrica que muestran algunos versos concretos, algo que quizás se acomoda bien en el candoroso y apacible sonido del grupo, pero que a mí (esas vocales alargadas para hacer casar sílabas y compás, ay) me hace guiñar los ojos.
Si tengo que referirme, por último, a lo que me más me maravilla del último largo de los madrileños, tengo que hablar de esta mágica “Cuestiones Inciertas” que mira por el retrovisor al mejor pop español de los 60 para construir algo así como su propia lectura del “Something Changed” de Pulp. Aquí sí que dejan con sensación de “haberlo bordado”: imposible no dejarse mecer por la progresión melódica de esas estrofas tan hipnotizanes como el curso imprevisible de una hoja, de un rojo exultante, cayendo desde la rama más alta del árbol. Tiene parapapás, tiene una letra preciosa, y como ocurre con las otras 9 canciones de este disco producido por Yon Vidaur y publicado por Pretty Olivia, se pasa en un (glorioso) suspiro: como para no gustarme.
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