Una larga lista de medicamentos no cardíacos pueden suponer a largo plazo complicaciones cardiovasculares, sobre las que es necesario advertir a los pacientes. De estos medicamentos a los expertos consultados les preocupa especialmente los antihistamínicos, algunos fármacos para el tratamiento del Parkinson o los antiinflamatorios no esteroideos (AINE), por la frecuencia con la que la población los consume y su aparente seguridad.
Una exhaustiva revisión de estudios liderada por Ingrid Hopper, investigadora del centro Alfred Health de Melbourne (Australia) y publicada la semana pasada en Australian Prescriber, señala que “medicamentos recetados para afecciones no cardíacas podrían tener efectos cardíacos inesperados y graves”, señalan en el artículo.
Los fármacos con efectos cardíacos incluyen la clozapina, la rosiglitazona, AINE, los inhibidores de factor de necrosis tumoral, quimioterápicos contra el cáncer o medicamentos para la enfermedad de Parkinson, antidepresivos, antiretrovirales o triptanes, “aunque en estos últimos el riesgo es prácticamente despreciable”, opina Vicente Baos, coordinador del Grupo de Utilización de Fármacos de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc).
“De los señalados en este trabajo, los que más efectos pueden provocar no son los que más me preocupan, como los quimioterápicos, muy malos para el corazón pero que se dan a pocos pacientes y de forma justificada”, dice Francisco Javier Borrás Pérez, cardiológo del Hospital San Pablo, en Barcelona, y presidente de la sección de cardiología clínica de la Sociedad Española del Corazón (SEC).
A los expertos consultados, como a Borrás, les inquietan más los aparentemente más seguros: “Tienen más peligro los que conllevan menos efectos y combaten dolencias menos graves, que dan los médicos de atención primaria”, opina. De ellos, destaca los antiinflamatorios, “porque todos el mundo toma”, y antihistamínicos, “no incluidos en el trabajo y que tienen incluso catalogada un tipo de arritmia característica”.
Comparte su punto de vista Nekane Murga, cardióloga del Hospital de Basurto, en Bilbao, y secretaria de la sección de Cardiología Clínica de la SEC: “Hay fármacos con indicaciones en enfermedades graves o establecidas, como quimioterápicos (ejemplo, peginterferon alfa-2b,Sylatron), cuya administración no la decide el paciente, igual que pasa con retrovirales, pero los antiinflamatorios los tenemos en casa, son clásicamente considerados banales y se usan en dolores leves como articulares o cefaleas, y sí han mostrado que en determinadas circunstancias y dosis, como de forma crónica, pueden tener repercusiones a nivel cardiovascular”.
Para ella es importante advertir a la población que “en pacientes hipertensos o que precisan diuréticos pueden agravar y descompensar la enfermedad”, mientras hay otras opciones con pocos efectos, “como el paracetamol”.
PELIGRO DE INFARTO
Según la revisión, los antiinflamatorios inhibidores selectivos de la COX-2 mostraron ligero aumento de eventos trombóticos vasculares, como infarto de miocardio. De ellos, celecoxib en dosis altas muestra más riesgo de infarto, así como diclofenaco e ibuprofeno. En opinión de Baos, los AINE tienen especial riesgo “en población hipertensa y anciana con riesgo elevado de cardiopatía isquémica e insuficiencia cardíaca”.
Para José Luis Alloza, farmacólogo de la Universidad de Alcalá de Henares, en Madrid, es clave valorar el binomio riesgo-beneficio, a favor de la ingesta en dolencia grave y en contra sin riesgo de muerte. Él cree que hay que examinar “las consecuencias, si el daño tóxico es reversible o deja secuelas irreversibles, y en qué órgano”. Es decir, hay que tener claro el perfil de riesgo cardíaco y las comorbilidades relevantes antes de prescribir un fármaco no cardíaco con potencial efecto cardíaco.