Abundan las leyendas que tienen como protagonista la culebra y que se repiten, sin apenas variación, en la España rural. ¿Quien no ha oído hablar de la culebra que se alimentaba por las noches mamando directamente del pecho de una madre mientras dormía, y para evitar que el bebé llorara le introducía la cola en la boca? En algunos lugares la leyenda cambia mujer por vaca y bebé por ternera.
En la Sierra Norte se conservan algunas leyendas de culebras bastardas (miden hasta 2 metros y con el grosor un brazo, pero no son venenosas) que ha recogido D. Pedro Vacas en el nº 45/46 de Cuadernos de Etnología. Sean estas las más hermosas:

“Cuentan que una pastorcilla sufría a diario fuertes dolores de tripa, que solo se calmaban cuando comía. Poco a poco la joven fue engordando como si estuviera preñada, a pesar de que nuca fue con hombres. Siendo huérfana y ¡por el que dirán! optó por refugiarse en el monte y no bajar al pueblo.

Entonces recordó una vieja historia de su abuela y supo como hacerlo. Ordeñó una cabra y vertió la leche en una fiambrera. Indicó a la joven que se hincara de rodillas y abriera la boca, mientras le acercaba el cuenco. Al instante salió por la boca una culebra de buen tamaño, atraída por el olor de la leche caliente. La mujer la atrapó y acabó con ella.
La cabrera le explicó que las culebras ponían huevos en la fuente y que al beber agua, alguno habría acabado en su estómago. Allí eclosionó y la bicha se desarrolló alimentándose de lo que la joven comía”.
Lar-ami
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