Imagen de http://community.sephora.com/
Dentro del mundo de la cosmética y, en especial, en el ámbito del maquillaje hay objetos que llevan aparejado cierto aire fetichista. Así, una lujosa polvera dorada puede traernos reminiscencias de la época dorada de Hollywood con sus gangsters, sus estrellas de cine y aquellos peinados de ondas de los personajes de James Ellroy.
Sin embargo, si hay un objeto fetiche por antonomasia ese es el pintalabios (lipstick, labial, rouge à lèvres...) que a mi siempre me trae a la cabeza la imposible imagen de una mujer retocándose el color sensualmente mientras espera a su amante en la barra de un bar. Imposible, por supuesto, porque ya me diréis quien tiene el pulso fino y el autoconocimiento necesario como para aplicarse el color en los labios sin mirarse en un espejo. Yo, al menos, apenas puedo sacar la barra de cacao sin acabar manchándome las orejas.
En fin, torpezas aparte, lo cierto es que la barra de labios es un objeto común y cotidiano que, sin embargo, puede ser susceptible de coleccionar y adorar casi cual becerro de oro. Casualmente, el otro día tuve una conversación (o más bien un monólogo, yo creo que me pasé) con unas amigas acerca de uno de mis labiales favoritos y en el ínterin me dí cuenta de que el amor que le profeso bien merece una review en solitario.
Os hablo, como podréis haber leído en el título, del labial Madame Batifole (860) de la maison francesa Guerlain. Este increíble Rouge forma parte del trío de Rouge G que sacaron como edición limitada como parte de la colección Violette de Madame y, como se puede apreciar, enamora sólo con su precioso packaging tipo joya que se diferencia de la línea permanente en el motivo en forma de red o de encaje que decora la parte anterior del capuchón.
A parte de esto, ya el packaging por sí solo da para hablar largo y tendido puesto que, si Guerlain ya se caracteriza por el lujo y el detalle, los Rouge G son la joya de la corona en lo que a este aspecto se refiere.Con un aspecto exterior de bala plateada y pulida, el estuche de este labial contiene un secreto espejo que se abre por si sólo al separar la base del capuchón, liberando el resorte de la tapa sujeta por un clip y asegurada por un imán.Ésto hace que el labial se vea grande y con peso, con sensación metálica (yo me imagino que el packaging está hecho de este material) y con una configuración más propia de una joya que de un elemento de tocador.
Por otra parte, obviamente, lo mejor de este producto no es el envoltorio, sino el propio labial. Con un tono rojizo/rosado con un aire intenso de frambuesa y un ligero brillo metalizado es, sin duda, el labial más favorecedor que tengo en mi colección y cuando me lo aplico no puedo dejar de sentirme glamurosa y especial a partes iguales. Además, aunque antes muero que compartir un labial, estoy convencida de que es el típico tono que favorece a todos los tipos de tez, configuraciones de labios o demás variables que se os puedan ocurrir porque los Grandes Clásicos son universales.
Por último, y este quizás es el aspecto en el que más se aprecia la calidad del producto, la duración del color en el labio es impresionante,su textura es a la vez ligera y resistente, posibilitando que un labial de un tono tan fuerte y sin ser mate permanezca en su sitio sin desplazarse ni desvanecerse medio milimetro. Donde te lo apliques ahí se queda y, cando ya por fin el paso de las horas hace su efecto, no se desvanece en antiestéticos pliegues sino que va dejando un halo de tinte rosado en los labios que perfectamente se puede rematar con un gloss transparente. Simplemente, perfecto.
Como os pod´ris imaginar, y a pesar de lo que el eslogan del Lidl se empeñe en decir, a veces la calidad sí es cara y esta barra de labios vale cerca de un potosí (precio muy variable entre 42 y 50 euros por Internet). Por suerte yo pude hacerme con él a mitad de precio gracias a una campaña de Primor en la que rebajó todos los productos de esta marca al 50%. Lo cierto es que, si no recuerdo mal, entré para adueñarme de los famosos Meteoritos pero en cuanto vi esta monada no pude resistirme. Vale, que fuera Edición Limitada también inclinó la balanza un poco en su favor.
El caso es que hoy por hoy sigo sin meteoritos pero con el Rouge de Labios más espectacular de la historia del universo y sólo el hecho de saber que está ahí me hace sonreír hasta en el día más funesto. Un rayo de luz en mi vida que vale hasta el último céntimo que pagué por él.