Revista Ciencia

Cultura del encuentro

Por Biologiayantropologia

CULTURA DEL ENCUENTRO
Me lo decía un amigo. Hoy, con la crisis galopante que nos aflige, la gente se está haciendo más solidaria: no hay nadie, o casi nadie, que no cuente entre sus allegados con una persona o una familia que no tenga dificultades económicas importantes, lo que hace que surja espontáneamente una solidaridad práctica, concreta, y no sólo de salón o de boquilla. Quizá estábamos sumidos en una cultura fragmentada, pero la tozudez de los hechos nos está rebajando los humos delirantes de grandeza de nuevos ricos. Como dice el dicho popular, no hay mal que por bien no venga.
Esto me hace reflexionar acerca de un punto importante de nuestra cultura: el realismo encarnado. Leyendo al papa Franciscohe caído en la cuenta de algo que él deja entrever. La obra magna de Dios es sin duda el hombre, incluso por encima de la angélica. A esta conclusión llega el pontífice asumiendo dos datos teológicos relevantes. El primero es la encarnación de Dios: un Dios que entra en la historia asumiendo las limitaciones propias que todos tenemos: que ha de mamar, aprender, socializarse, crecer, madurar, trabajar, estudiar, sufrir, gozarse, compadecerse, decaerse, alegrarse, airarse, sentir la soledad y la traición… y finalmente padecer y morir de modo cruento. ¿Qué significa esto? ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? dice el salmista.
La segunda razón que aporta es precisamente la solidaridad: la necesidad que todos tenemos de depender de los demás. Esta es una razón densa que sólo apunto: para que Dios sea uno, es necesario que sea trino. En germen de esta trinidad de personas en un solo Dios, subyace la averiguación de lo que es un ser personal, un tú, la dignidad humana, la grandeza del hombre, la familia, la sociedad, la pluralidad en la unidad, la fraternidad, etc. No avanzo más, porque sería un tratado lo que habría que escribir. El que el hombre haya sido creado a imagen y semejanza de Dios nos da la hermenéutica de lo valioso que resulta cada uno -irrepetible, único-, pero al mismo tiempo no solitario ni aislado, sino dependiente; o si se quiere expresar con más propiedad, solidario, en el sentido de sujeto de deberes para con los demás. No es una cuestión baladí, porque aquí se sustenta la existencia de la sociedad: el hecho de que se fragüe un dar y recibir gratuitos. O como el propio Franciscoseñala, tocar la carne herida, la carne escarnecida, la carne hambrienta y desnuda, la carne enferma o envejecida. Exponía al principio la solidaridad “espontánea”, pero en realidad no es tan espontánea: es una verdadera cultura del encuentro de la que las gentes de España son especialmente ricas.
Pedro LópezGrupo de Estudios de Actualidad

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