Revista Deportes

Cumbre del toreo moderno

Por Malagatoro


Feria de Malaga 2013
Feria taurina en la Malagueta
Enrique Ponce, David Galvan y Finito
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Feria de Malaga 2013
Feria taurina en la Malagueta
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Feria de Malaga 2013
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Feria de Malaga 2013
Feria taurina en la Malagueta
Enrique Ponce, David Galvan y Finito
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Feria de Malaga 2013
Feria taurina en la Malagueta
Enrique Ponce, David Galvan y Finito
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Enrique Ponce salió a hombros de La Malagueta, tras una faena que quedará escrita con letras de oro en los anales del toreo moderno. Foto: Antonio Pastor


La Malagueta vivió ayer una tarde cumbre del toreo moderno, con todos los aditamentos para que pase a los anales de la tauromaquia.

Llegaron los toros “artistas” de Juan Pedro Domecq, con todas sus virtudes para proporcionar una tarde para el recuerdo: muy justos de presentación (segundo, tercero y quinto para ponerlos en el llavero o encima de la tele), pobres de cara, noblotes, flojos (varios inválidos), sosos, cansinos, sin transmisión. Llenos de esa virtud de no molestar al torero y proporcionar un coñazo importante al espectador. Eso de dominar se acabó, ya salen de chiqueros domados. Ya no sirve aquello tan bello y emocionante que era elaborar la embestida, forjarla, limando asperezas, que toro y torero se fueran encontrando y entregando paulatinamente. La casta está repudiada, despreciada, y se la come el que no tiene otro plato.

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Claro, no podía faltar Enrique Ponce que lleva su particular toga y birrete de catedrático taurómaco. Admirado y elevado al Olimpo de los dioses del toreo, por su legión de admiradores y la mayoría de la prensa que lo jalea sin mesura, incluso hay quienes, esgrimiendo su técnica superlativa, le han llegado a comparar con Joselito El Gallo. Sin duda que el de Chivas posee una gran técnica. Ponce es el gran técnico de la tauromaquia moderna, puesta al servicio para hacer pasar por la muleta a esos toretes artistas, sin mancharse el traje, sin forzarles, que sino se caen y hay que “cuidarlos”. Ven, otra cosa moderna: “hay que cuidar al toro de lidia” y él es el gran enfermero del toreo. Técnica que es defensiva y que suple mucha verdad. Por supuesto que el maestro también tiene otra gran virtud: es muy listo. Adorna con empaque esteticista, pues le acompaña su figura, su toreo ventajista, el de echarse el toro para fuera, torear siempre metiendo pico, muy despegado, dejando un espacio  por el que caben dos tanques pesados de la Brunete y, casi siempre, con la mano derecha, pues el toreo al natural le gusta poco, y cuando lo hace ligando menos que los gases nobles. Por supuesto, no podían faltar sus adornos, las “poncinas”, los desplantes, lo que el maestro Antoñete denominó como “morisquetas”, y que es lo que lleva al éxtasis al público moderno. Faenas siempre previsibles, porque están realizadas de la misma forma, como si salieran de una cadena de montaje. Finalmente, no olvidemos que todas estas virtudes técnicas, suele realizarlas en faenas interminables, que le convirtieron en el rey de los avisos. Aunque hoy lo de los avisos no tiene ninguna consecuencia, porque lo que en otra época era oprobio y vergüenza para un torero, ya dejó de serlo.

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Pues el rey de la técnica se las vio con el primer Juan Pedro, que andaba justo de presencia, noblón, con pocas fuerzas, que recibe dos picotazos insuficientes para un análisis. Otro hito del toreo moderno, el que salgan los picadores al ruedo y se retiren aplaudidos por no picar. El futuro, cada vez más cercano, será la desaparición de la “desgracia” de varas. Y vino la técnica de Ponce al servicio del soso y blando animalito, que se anunciaba como toro, y al que pasaportó de un feo espadazo que hizo guardia y un bajonazo. Eso sí no podía faltar el correspondiente aviso y que le obligaran a saludar desde el tercio.  Al justito cuarto, lo recibe con lances a pies juntos y tras el puyacito de rigor, hace un quite por verónicas echando la patita atrás, aunque también muy estético, por supuesto. Y luego con la muleta, la faena cumbre de la feria. El maestro nos sacó todo su repertorio técnico. Toreo de “pico y pala” a media altura, para no hacer pupa al burelito, en línea recta y acompañando la embestida hacia afuera y, evidentemente, con el mando a distancia, dejando espacio entre toro y torero para pasar dos portaaviones.  Para finalizar con su estético toreo accesorio, en el que no podían faltar sus “poncinas” y algún que otro trapazo, que llevó a la locura a la “maza” y a la presidenta doña Romero, que tras una estocada baja, y el aviso que no podía faltar, hizo flamear los dos pañuelos en el palco, Dos orejas y Puerta Grande, para el heredero de Gallito.

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Finito anduvo muy perdido y descompuesto con el ratoncito, descastado e inválido segundo, que doña Romero dejó en el ruedo. Pena ver a este torero de esa guisa y presa del pavor con la espada. Pasó el trago tras recetar dos pinchazos huyendo y media baja. Bronca. Con el flojo quinto, ideal para ponerlo encima del televisor, se le vio más dispuesto. Algunas verónicas de mano baja, con empaque, otras echando el paso atrás. Buen inicio de faena, destacando una serie de naturales de la casa, hondos y sentidos. Luego entreabrió el tarro que queda de sus esencias en un toreo cambiado por la cara de gusto y torería. Lo poco torero que hubo en la tarde lo hizo Finito. Pinchazo y dos descabellos. Saludos. ¡Qué pena que no se prodigase más este torero! ¡Con la clase que tiene! Pero el corazón le dejó de latir en el ruedo hace mucho tiempo.

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Era la cuarta vez que veía torear a David Galván. Hoy, a pesar del mal lote que le tocó, ha sido el día en que mejor le he visto. Muy dispuesto y valiente toda la tarde, manejando con soltura el capote y con la muleta en progresión. Las dos inmundicias, flojas y descastadas con las que tuvo que apechugar no le dieron más opciones que la de estar muy digno delante de ellas. Adolece de las lógicas carencias técnicas, pero se le ve progresar por el camino correcto. Una cariñosa oreja por su labor en el tercero. Y lo intentó ante el parado jabonero sucio y chico. Aunque los que lo llevan deben decirle que no se debe prolongar la faena innecesariamente con estos toros, porque luego sufres un quinario a la hora de entrar a matar.

Lo dicho, ayer salí ebrio de una tarde épica del toreo moderno que podré contar a mis nietos. Mil gracias maestro Ponce y querida presidenta Ana María Romero.

Paz y salud

Pepe Pastor


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