Mañana es mi cumpleaños y llevo toda la mañana dándole vueltas a cómo sería una fiesta de cumpleaños literaria perfecta. No, no me estoy refiriendo a recibir libros o cosas así (que yo, que también), sino a qué personajes con los que me haya cruzado en libros me gustaría pasar este día que voy a vivir por vigésimo tercera vez.
Mi cumpleaños literario
Comenzaría la mañana con Rinceswind, el gran y aclamado mago del Mundodisco —nótese la ironía— y le pediría que me llevase a desayunar a una de esas tabernas de mal a muerte que solo podemos encontrar en Ankh-Morpork. Sé lo que estaréis pensando, cruzarse con hechiceros de buena mañana es muy peligroso, pero tenéis que recordar que el mayor talento de Rinceswind —o incluso el único— es sobrevivir.
Tras ello pediría Equipaje que abriese su tapa y que a través de su infinito me llevase a otro mundo que quisiese visitar.
Desde muy pequeño he querido conocer a Gandalf y, siendo un señor mayor como es, la mejor idea para tratar con él todas las preguntas que se me agrupan en la cabeza es hacerlo con un pequeño Brunch. ¿Tomaban Brunch en la Tierra Media? Seguro que en casa de Bilbo sí. Si apareciese en la etapa temporal en la que era Mago Gris le pediría que me dejase su sombrero, y si fuera ya blanco tendría que cuestionarle acerca de por qué no llamó a las águilas desde el principio. Una de esas pipas tan apetecibles que tiene tendría que probar.
La comida sería con el Principito. Escucharía sus historias llenas de sabiduría y dejaría que me interrogase cuanto quisiera para saber en qué es en lo que me equivoco en mi vida. Con sus palabras me haría ver qué es lo verdaderamente importante y, tras ellas, le rogaria porque me presentase a su Rosa. Una vez llegase la hora de la despedida me iría volando con el Aviador hasta un mundo lejano, hasta la Mancomunidad.
Allí querría pasar la tarde y el principio de la noche en el Eolio, escuchando a grandes músicos y jugando a esquinas con Kvothe, Simon y Wilem. Me dejaría impresionar por la simpatía y charlaria con todas las grandes mentes que ocupasen el lugar. Sería vivir una especie de sueño, y por ello no me podría ir sin conocer a Devi y Fela.
Cuando la noche tornase muy oscura abandonaría el lugar. Antes de media no he debería llegar a otro mundo, a una realidad en la que mi propia verdad se mezcla con dioses y mitos. Allí Parabellum aguardaría para tomar la última en el peor antro de la surrealidad de Barcelona. Le preguntaría por sus anécdotas y aguantaría con tesón sus tacos y palabrería. A las doce de la noche iría al baño y, tras encontrar a un mito griego asesinado, comenzaríamos de nuevo a trabajar.
Carmelo Beltrán
@CarBel1994