Si la estupidez humana fuera el universo, con toda certeza se podría afirmar que éste es infinito.
En ocasiones decimos que el destino está escrito, y aunque muchos de nosotros vigilemos con mil ojos cuando cruzamos la calle o cuando vamos en coche, hay pequeños accidentes fortuitos que nos pueden complicar el día a día o incluso nos pueden provocar la muerte.
Parece mentira que un vaso de agua, un ordenador o una tortuga puedan llegar a ser enemigos letales. Para ilustrar estos casos, el canal de televisión americano Spike TV puso en marcha en 2008 un programa llamado 1000 Ways to die, que ha dado la vuelta al mundo y que la emisora española La Sexta, adoptó bajo el nombre literal de 1000 Maneras de morir.
En dicho programa se han dado a conocer muertes que consideramos absurdas y que no creeríamos nunca, aquí te explicamos algunas.
Todo el mundo conoce el afán de algunas personas a mostrar su riqueza, incluso a través de los dientes. Nos remontamos a China en el año 2006 cuando un rapero, dueño de una fábrica que usaba oro como materia prima, pidió a sus trabajadores que le hicieran una dentadura de oro postiza ante la imposibilidad del dentista para realizarla. La dentadura en cuestión contenía abrina, una sustancia muy tóxica y letal en pequeñas dosis, de modo que a raíz de esta toxina, el rapero sufrió una infección bucal que le indujo a un paro cardíaco, y en consecuencia, a su muerte.
Las muertes rocambolescas no acaban aquí. Hace solo 5 años, el estado de Rhode Island acogió una boda, y lo que supuestamente debería haber sido un día feliz y harmónico, tanto para los anfitriones como para los invitados terminó en desgracia (o no). Un cantante de bodas se emborrachó durante el evento y se tomó al pie de la letra su misión de entretener al público, tanto, que empezó a cantar una vergonzosa y degradante canción que compuso en el baño. El novio en cuestión, al ver tal espectáculo, decidió reprimirle su comportamiento y el padrino, en un ademán de detenerlo, empujó al cantante sin querer, este se tragó el micrófono y murió de asfixia.
El alcohol no es un buen compañero de viaje. Esto mismo es lo que debería haber pensado un payaso alcohólico de Ohio, que acudió ebrio a una fiesta de cumpleaños. Decidió hinchar un globo gigante antes de salir del coche y en el momento en que se dio cuenta de que el globo le impediría su salida del vehículo, intentó abrir la puerta, pero su estado etílico se lo impidió hasta tal punto que el globo lo presionó contra el salpicadero y finalmente se ahogó. Algunas personas usan el alcohol para desinhibirse y otras para higienizarse. Y sino que se lo digan a un hombre de Great Falls, Virginia, que ante su fobia a los gérmenes decidió sumergirse en alcohol etílico para desinfectarse después de que un indigente le tosiera encima. Habría sido una buena idea si no fuera porque la piel del hombre absorbió todo el alcohol y murió intoxicado. Aquí se cumplió el dicho de “absorbes más que una esponja”.
El alcohol también ayuda a olvidar las penas y no sentirse tan solo, pero viendo estos episodios etílicos, quizás preferiría comprarme una mascota para mitigar el sentimiento de soledad. O quizás no. Una pareja casada acudió a la reserva americana de Moja Natl Park (EEUU) para encontrar animales raros y venderlos en el mercado negro. Parece ser que la pareja y un águila se fijaron al mismo tiempo en una extraña y gigantesca tortuga, pero el águila fue más ágil y se la llevó. El animal lanzó la tortuga desde el aire para romper su caparazón con tanta puntería que cayó en la cabeza del hombre y le rompió el cráneo. Y de los mismos productores de “aplastado por una tortuga” llega la continuación “muerte por una cagada”. Así, literal. Friedrich Riesfeldt, un cuidador de un zoo de Alemania, murió cuando un elefante defecó encima de él. El hombre, preocupado por el estreñimiento que inicialmente sufría el animal, decidió darle 22 dosis de laxantes, además de bayas, higos y ciruelas. Por suerte o por desgracia, el elefante reaccionó favorablemente al “tratamiento”, pero la defecación pilló desprevenido al cuidador, que empujado por la fuerza de las heces, cayó de espaldas y se golpeó contra una piedra. Quedó enterrado debajo de 150kg de excrementos y permaneció bajo la masa tóxica una hora, tiempo suficiente para morir ahogado.
Más allá de los accidentes fatídicos en medios de transporte, asesinos y demás, el destino parece ser que está escrito en un ordenador, un elefante o incluso un botón, quién sabe. Por si acaso, no os fiéis ni de vuestra almohada.