Un paseo a través de las curiosidades de un tiempo en el que los castros celtas eran la pincelada histórica y tradicional de la naturaleza abulense.Nos encontramos en la Edad de Hierro, hace tan solo 2500 millones de años. Nos situamos por tierras de Ávila, Salamanca, Badajoz, Cáceres y Toledo. Vamos a realizar arqueoturismo. ¿Te apetece?El paisaje serrano marcado por las murallas graníticas de los castros. Y en esos límites cercados viviendo personas que se vieron obligadas a buscar refugio en la naturaleza más alejada para que le sirviera de defensa natural. En lo alto de los cerros y muy cerca de las afluencias de los ríos para asegurarse agua para consumir, cocinar y alimentar a los animales que ellos mismos criaban. Los romanos llamaron vettones a esos pueblos de la Península Ibérica que habitaron estas tierras desde finales del siglo V a.C. Y aunque fueron conquistando gradualmente, los castros vettones aún supieron sobrevivir durante un siglo más.Fueron personas solitarias que supieron dominar la naturaleza para sacar provecho de ella. Establecieron un medio de vida muy peculiar. Hombres muy sobrios que solo bebían agua y llevaban el pelo muy largo. Pero que recordaban recogérselo con una cinta o con una coleta en caso de batalla para que no les entorpeciera la visión. Debieron sentirse muy amenazados cuando optaron por construir alrededor de sus viviendas una gran muralla que podía tener entre cuatro y seis metros de alto. Posiblemente estuviera rematada con madera. Para reforzar esa defensa, muchos de estos muros venían precedidos de un gran foso y de campos con piedras hincadas; una curiosa forma de defensa que consistía en cubrir grandes extensiones con piedras enterradas terminadas en punta.Entre las murallas se construían las puertas para facilitar el paso de sus habitantes aunque con finalidades también defensivas. Algunas de ellas formaban parte del lienzo de la muralla y tenían una apertura hacia el interior en forma de embudo. Estaban defendidas con bastiones a sus lados. Otras, eran simplemente un espacio abierto que suponía la total visibilidad del asaltante exponiendo así su vulnerabilidad.Los castros vettones se organizaban en el interior de las murallas buscando los mejores rincones para construir las viviendas y los mejores pastos para sus animales. Fue a partir del siglo II a.C. cuando comenzaron a fundarse nuevas poblaciones que superaban los mil habitantes. Las casas de los vettones fueron cambiando con el tiempo en función de la categoría social de su dueño. Las primeras viviendas eran muy pequeñas con tan solo unos cuarenta metros cuadrados. Sus muros eran de adobe y sus tejados estaban elaborados de escoba, retama o piorno que se distribuían en un entramado de troncos sobre el que se echaba una capa de barro para poder impermeabilizarlo. Curioso conocer que cuando encendían el llar dentro, el humo salía entre la retama y provocaba la huída de cualquier insecto. Las viviendas tenían una estancia principal donde cocinaban y comían. Las casas más grandes eran de planta cuadrada y podían superar los 150 metros cuadrados. Tenían varias salas: cocina, dormitorios, almacén y cuadras. El principal medio de vida de los vettones era la ganadería. Las cabras y ovejas eran las que proporcionaban leche a parte de lana para confeccionar su vestimenta. Pero también cuidaban caballos, vacas y cerdos que les daban cuero y ayudaban con las tareas del campo. Los huesos y las cornamentas también les servían para elaborar herramientas y adornos personales.Se dedicaron al cultivo del trigo y la cebada debido al frío seco que tenían en estas sierras. Aunque parece ser que también sembraron legumbres. Recogían bellotas para molerlas y elaborar tortitas. Los cultivos se encontraban al lado de las granjas. Como estamos hablando de la Edad de Hierro supieron crear la herramienta adecuada para trabajar la tierra. Curioso conocer que una de las actividades diarias más importantes de los vettones era la cantería. Y ya no solo por la extracción del granito para construir las viviendas y las murallas creando bloques similares sino para la creación de las piedras que utilizaban para moler el grano. Los canteros elegían el bloque de piedra, le daban la forma deseada y lo pulían.El hierro fue el elegido para elaborar las armas y las herramientas. Para ello se dieron cuenta que debían construir hornos y fraguas para trabajar este duro metal. Y comenzaron a crear clavos, hoces, hachas, picos, cuchillos, martillos, lanzas y espadas. También fue importante el trabajo con arcilla para crear recipientes que cocían y decoraban con pintura rojiza.Los celtas rendían culto a los dioses en sus santuarios al aire libre. Festejaban rituales de sangre, fuego y agua. El ritual del fuego consistía en la cremación del cuerpo en una pira junto a sus mejores armas y sus vestimentas. Luego, recogían las cenizas, las depositaban en recipientes de barro y las dejaban en los cementerios. El cementerio celta más antiguo de la Península Ibérica es la Necrópolis de Osera. Con 2.230 sepulturas y más de 5.000 piezas encontradas. Se encuentra en Chamartín de la Sierra, Ávila.En el año 218 a.C. Cornelio Escipión desembarcó con un ejército en Ampurias dando comienzo a la ocupación romana. Y cuentan que, cuando los vettones llegaron a un campamento romano, se burlaron de ellos ya que les vieron trabajar de un lado a otro. Para los vettones, la vida consistía en descansar siempre que no estuvieran guerreando.Además de los castros celtas, otras de las imágenes que nos llaman la atención por las tierras de Ávila son los verracos. Esas esculturas zoomorfas esculpidas en granito de un solo bloque, que muestran orgullosos sus órganos sexuales y que bien podrían ser toros y cerdos. Los más conocidos son los Toros de Guisando que se encuentran en la frontera entre Ávila y Madrid, en el Tiemblo.Y si hacemos una visita a los castros vettones más representativos de Ávila podemos conocer a través de los senderos entre las montañas…Castro de la Mesa de Miranda. Se encuentra a unos 22 kilómetros de Ávila, en Chamartín, entre la sierra de Gredos y las llanuras del Duero. Está cercado por una muralla de casi tres kilómetros y dividido en tres recintos. Ocupaba unas treinta hectáreas y era el típico castro con foso y piedra hincada. Castro de las Cogotas. Se encuentra en Cardeñosa, a unos diez kilómetros de Ávila. El sendero tiene unos cuatro kilómetros. Es pequeño. Tiene una necrópolis y dos recintos amurallados.Uno de los más vistosos es el Castro de Ulaca, a unos veinte kilómetros de Ávila, en lo alto de un cerro al que se accede por un sendero. Tiene un altar de sacrificios, una sauna, dos casas restauradas y un torreón. Es uno de los más grandes de la Europa céltica. Está protegido por una muralla de granito de unos tres kilómetros que encierra unas setenta hectáreas. Pudo albergar más de 250 viviendas y más de 1.500 habitantes.El Castro de Candeleda se encuentra en la sierra de Gredos, al sur del Pico Almanzor. Está rodeado por una fuerte muralla reforzada por torres cuadradas, foso y fortines de vigilancia. Su entorno natural es insuperable. Por eso llegó a ser el castro más importante del valle de Tiétar…¿Otras pequeñas curiosidades?
Curiosidades sobre las calzadas romanas y la Vía Augusta