Revista Cultura y Ocio
O puede ocultar la muerte. Como aquella noche en que el hombre, con paso lento, firme, seguro, avanzaba por la callejuela empedrada, vieja y tortuosa, perdiéndose entre casas de vecindad y algún que otro local nocturno de escasa vida. Porque el hombre llevaba la muerte consigo, bajo la amplia y deslucida gabardina oscura. En un momento en que la luz de una farola iluminó sus manos enguatadas, una de las cuales se perdía bajo la gabardina, algo centelleó también debajo de ésta. Algo metálico, rígido y afilado, de un azul frío y reluciente. Un hacha. Una afiladísima y temida hacha, que aquella mano parecía manejar bien. No era grande, pero sí sólida y de hoja capaz de abrir en canal cualquier cuerpo, vivo o muerto, sin dificultades. El hacha de un carnicero.
Curtis Garland. El carnicero de Montmartre. ACHAB, abril 2016.