Revista Arte
No debe ser fácil afrontar un episodio nuevo de tu carrera cuando el anterior - "Historias para no romperse" (BMG Rights 2011) - está tan reciente y ha dejado un regusto tan positivo en los paladares de público, medios y distintos sectores de la industria musical.
En la bifurcación que se les presentó a CYAN a la hora de empezar a trabajar en sus nuevos temas, se pueden emprender dos caminos. Uno más fácil, continuísta, repleto de atajos y disyuntivas de elección previsible. El otro es más complejo. Porque a veces es denso e inestable. Sin duda, más visceral y menos inmediato. Además, hay que colocar cada piedra en el trayecto sobre la marcha, utilizando por igual la intuición y el corazón.
CYAN deja claro con cual se queda desde el primer vistazo a los textos de “Delapso”, su tercer trabajo: esa aversión por los atajos, por los senderos transitados, por todo aquello que no les hace crecer como grupo, motivarse como músicos, implicarles como seres sensibles en el mundo que les rodea. Gorka, Sebas, Javi y Jordi sabían mejor lo que no querían para su disco que lo que sí. Y, partiendo de esa peligrosa premisa, han construido un disco maravilloso, mimado textualmente al detalle, en el que han acentuando sus virtudes (o potenciado sus defectos, según la panorámica).
“Delapso” nace de una serie de necesidades involuntarias: la de reencontrarse con un bagaje musical más oscuro y menos evocador que en anteriores entregas. La de mostrar su fascinante universo cultural e intelectual a través de sus canciones. La de cautivar a propios y extraños con un sonido aparentemente sucio, singular, que les acerca a un rock más intuitivo, emocionante y poliédrico y que; definitivamente, les aleja del pop inofensivo convencional. Aquí afinan el tiro. Basta una escucha de “Un colectivo de raro propósito” para empaparse de su nueva rotundidad. Y es que el tema (elegido como primer sencillo) sólo es la primera bofetada en la cara de los más incautos. Se les nota seguros de sí mismos, inmensamente contundentes, incisivos. Las guitarras vuelan en el disco, las bases atronan y la personalísima voz de su vocalista da cuerpo y músculo a un repertorio con un estilo único y exquisito al servicio de las canciones. A veces, cerca de la épica: “Aquitania”. Otras, de historias cotidianamente pop de pequeños-grandes héroes como “Phillippe Petit”, una de las piezas más bonitas que ha firmado el grupo en toda su trayectoria.
Juan Casanovas
(su experimentado técnico de directo, que ha acompañado al grupo en alguno de sus conciertos) se ha encargado de parte del proceso de mezclas, plasmando en ellas la esencia de sus conciertos. Sin embargo, en “Delapso”, se lo han hecho casi todo ellos (pre-producción, grabación, arreglos, parte de las mezclas, masterización), por eso no hay nada al azar.
Ni los textos, que, por primera vez ponen el dedo en las llagas más incómodas, ya sean públicas (“Frovocador”, que contiene el involuntario eje temático del disco) o privadas (“Síndrome de París”: el exceso de expectativas, el inconformismo latente en nuestras pequeñas parcelas). Incluso “Ballet Mental”, otra de las perlas del disco, habla precisamente de su propio proceso de composición, ésta vez más complejo de lo habitual, pero mucho más enriquecedor y satisfactorio. Tampoco hay azar en la concepción del disco, aderezado de muchos condimentos, pero netamente rock, en espíritu y esencia. Y mucho menos en la portada: orgánica, salvaje, terrenal, un reflejo fiel del momento del grupo.
CYAN han decidido, sin proponérselo, emprender el camino más largo. El más creíble y, por tanto, el más difícil. Pero también el más honesto y apasionante: el de no retorno.
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