Revista Cine
Cyril Catoul (El niño de la bicicleta —Le gamin au vélo—; Bélgica, 2011)
Publicado el 05 marzo 2012 por Manuelmarquez* NOTA PREVIA.- El siguiente texto revela aspectos sustanciales de la trama de la película a que el mismo hace referencia. Avisados quedan, amigos lectores...
Habrá a quien pueda resultar extrañoque se predique la bondad de un crío capaz de morder en el brazo asu madre de acogida para huir de su casa, o de apalear con un bate debéisbol a un probo y honrado padre de familia (y, ya de paso,también al hijo de éste) para robarle el dinero que lleva encima.Pero es que, si como predicara el maestro Ortega y Gasset, uno es unoy sus circunstancias, las vitales de Cyril Catoul explican fácilmentecómo un preadolescente necesitado de un afecto muy particular (el desu padre) para cuya carencia no encuentra sustitutivo alguno, es unavíctima propicia para cualquier interesado en sacar partido de esarabia contenida a la que Cyril ha de dar rienda suelta para paliar sufrustración, tan honda, tan triste, tan irreparable.
A Cyril, ese niño que solo cabalgandofuriosamente a lomos de su bicicleta parece hallar la paz para susdemonios interiores, no le faltan otros afectos circundantes: es bientratado, con respeto y cariño, por los monitores del centro deacogida en el que su padre lo ha internado —gente seria y rigurosa,pero nada hosca—; y, sobre todo, goza del especial afecto que,sorpresiva y prontamente, le profesa su madre de acogida, Samantha,una mujer joven y atractiva que es capaz incluso de anteponer surelación con Cyril a un affaire amoroso de intensidad emocionalincierta, o de soportar estoicamente los desaires y enfados de esediablillo rubio.
Pero no son ésos, con ser importantes,incluso necesarios, los afectos que Cyril reclama. Él solo quiere, yreclama, la atención de un padre que, afectado por un momentopersonal y económico difícil (del que pocos detalles conocemos —ninecesitamos conocer—), se ha desentendido totalmente de él, y asíse lo plantea, con toda crudeza y explicitud. Y es la reacción a eserechazo, tan doloroso, tan injusto (pese a todo, Cyril adora a esepadre del que no solo no reniega, sino al que justifica y excusa), elque pone al pequeño Catoul en el disparadero.
El azar se alía con nuestro ‘héroe’,propiciando que los daños de su ejercicio de rebeldía no lleguen aalcanzar mayor consideración, y le permitan dar marcha atrás,corregirse, reformarse. Y, por encima de todo, asumir el amor que leofrece Samantha y acogerlo como vía de redención, bálsamo para sualma atormentada. Ese abrazo con el que Cyril y la bella peluquera,además de devolvernos a la bondad primigenia del chico, sellan sureconciliación definitiva, abre un nuevo camino, una nuevaesperanza. Sobre ella aún se proyectarán miedos y amenazas, porqueésas son las reglas bajo las que se despliega el lado más ominosode la vida: el de la proyección del pasado, para bien o para mal,sobre el presente y el futuro. Pero ésa ya es otra historia, otrapeli. ¿O no…?
EL FILM (EN UN PÁRRAFO…).- Con ladensidad y circunspección que constituye seña de identidad de todasu filmografía —si bien, en este caso, tamizada por un ligero halode algo parecido a la felicidad, por muy frágil que se manifieste—,los hermanos Dardenne vuelven a ofrecer una historia dura y amarga,la del pequeño Cyril Catoul, y esa bicicleta que le sirve paramarcar distancias con sus miedos y sus desgracias, determinados poresas circunstancias que vienen a constituir una constante temáticaen su cine: la descomposición de los vínculos familiares comofuente de la infelicidad y la frustración, y la recurrencia delpasado como sombra ominosa que se resiste a dejar el paso franco aexperiencias desligadas de los males pretéritos. Triste, duro,humano: un cine que trasciende el episodio concreto que es el nerviode su relato, para erigirse en representación y metáfora de malesde calado social en un mundo sobre el que cabe abrigar pocasilusiones.
* Los buenos buenosos XV.-