No pude ir al seminario que se realizó la semana pasada en Madrid titulado “Eficacia, efectividad y seguridad de las vacunas”. Se celebró en la sede de la Organización Médica Colegial (OMC) con el propósito de analizar y difundir información científica sobre las vacunas y estudiar cómo mejorar sus ventajas, cómo paliar sus inconvenientes y mantener la confianza social en las mismas. Los organizadores, la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) y los asistentes al seminario no tienen dudas sobre la necesidad de las vacunaciones sistemáticas (y su influencia en la extraordinaria disminución de la incidencia de las enfermedades contra las que protegen) y lo razonable de su coste, por lo general. Juan Gérvas, médico y colaborador de este blog, sí estuvo y me envía algunas reflexiones:
“La ciencia no da certezas y las respuestas actuales hay que cuestionarlas para lograr su mejor aplicación. No cabe el rechazo al debate científico sobre las vacunas, sino al contrario, es necesaria la sana crítica. En este sentido, la pretensión del Grupo de Vacunas que promueve SESPAS es aglutinar a los interesados en torno al máximo común denominador de la información científica de calidad.
Las vacunas son un logro sanitario que ha ayudado a cambiar el perfil de morbilidad y mortalidad a lo largo de más de dos siglos. Junto al saneamiento de aguas (suministro y depuración), la vacunación constituye un avance clave en salud pública. Pero las vacunas han pasado de ser un bien colectivo, muy barato y efectivo, a ser un negocio; es decir, un bien para los que las producen, a veces con dudoso beneficio social. Las vacunas están pasando de vacunas poblacionales a vacunas personales, lo que cambia el foco ético de ‘justicia’ y ‘no maleficencia’, a ‘beneficencia’ y ‘autonomía’. Se trata, pues, de armonizar las políticas públicas con las decisiones individuales, en una situación en la que la población tiende a rechazar todo riesgo, y pone en duda el balance entre beneficio social y daño personal“.
El punto de corte crítico en España se sitúa en el año 2000, con la introducción de la vacuna antineumocócica, a cuyo debate se sumaron los posteriores de la vacuna contra el virus del papiloma humano y finalmente la estrategia de vacunación en 2009 en la pandemia de gripe A.
Sin embargo, según Juan, la historia del rechazo a las vacunas es consustancial a la introducción de las mismas; por ejemplo, frente a la primera, contra la viruela, tanto por las resistencias de los médicos ante el cambio de “negocio” (de curar a prevenir, con pérdida de clientes), como de los científicos preocupados por la higiene de los métodos primitivos de inoculación y conservación de la vacuna.
“Hay que destacar los problemas de la vacuna contra la poliomielitis en Estados Unidos, a mediados de los cincuenta del siglo XX (el incidente Cutter, de casos de poliomielitis provocados por la vacuna), el fiasco de la vacuna contra la gripe A de 1976 (que generó una epidemia de casos de Guillain-Barré) y la publicación en The Lancet, en 1998 de un trabajo en que se asociaba en falso el autismo a la vacuna triple vírica (contra el sarampión, la rubeola y la parotiditis). Todo ello provocó un fuerte movimiento en contra de las vacunas, especialmente en los EE.UU. y el Reino Unido“.
Frente al negocio de las vacunas, con su agresividad en la promoción y venta, podemos decir que las vacunas han perdido su “inocencia”, como bien se demuestra al recordar las necesarias presiones para conservar el abastecimiento de vacunas sistemáticas esenciales (por ejemplo, contra tétanos y polio) a lo largo del siglo XX, dado su escaso margen de beneficio para los fabricantes. El cambio también afecta a su investigación, que ha pasado mayoritariamente de las universidades (financiación pública, sin ánimo de lucro) a las industrias (financiación privada, con ánimo de lucro).
Sabias palabras de este médico:
“Es importante recordar que la inoculación es un ejemplo primigenio de biopolítica, en el que lo deseable (conservación de la salud) se convierte en mandato (obligación moral y/o legal de ser vacunado, en este ejemplo). Las ‘autoridades’ (políticos, técnicos, expertos y demás) establecen un discurso y unas normas que generalmente se imponen a la sociedad, sin mucho diálogo. Es escaso el desarrollo de una “vacunología social” en una sociedad como la española en la que se multiplican sin cesar los expertos en vacunas y sus grupos, se mantiene la verticalidad de las decisiones vacunales, se explota el miedo a la vulnerabilidad y se demuestra escaso o nulo interés por las valoraciones críticas de vacunados (y de sus responsables legales) y profesionales“.
Para mejorar la aceptación de las vacunas, convendría, según él:
1/ el seguimiento continuo de la misma mediante un Índice de Confianza en las Vacunas
2/ el estudio de las respuestas sociales a las vacunas
3/ una encuesta seroepidemiológica continua
4/ el recuerdo permanente a la población y a los profesionales de las enfermedades “raras” como consecuencia del éxito de las vacunas (las vacunas “mueren de éxito”, en cierto modo)
5/ el análisis de los brotes de dichas enfermedades según edad, sexo y clase social
6/ dar transparencia a los daños provocados por las vacunas
7/ el establecer un sistema de compensación para dichos daños, tras la vacunación
8/ la definición y acreditación de “experto en vacunas” y la formación en vacunas de todos los profesionales
9/ no desautorizar sin más las voces críticas.
Son las propuestas de Juan. Al poner en negrita las últimas he querido, como es obvio, destacar esos aspectos. Yo sigo quedándome helado cuando unos padres nos piden asistencia jurídica por lo posiles daños provocados por vacunas. Hace unos días entregamos a unos de ellos el informe legal que nos han solicitado y en cuanto nos den su beneplácito presentaremos una demanda. Vemos el caso claro y además ya hay sentencias favorables por lo mismo; no sólo por el daño, del que avisa la ficha técnica del producto, también por falta de consentimiento informado de los profesionales sanitarios que atendieron al bebé.