Recreación de la batalla de Rocroi para la película "Capitán a la triste".
Hace poco escuché una reflexión que comparto. Un escritor hablaba sobre el origen de la literatura y apuntaba que, "El Quijote", se había llevado los honores de propulsor de la novela moderna y obra maestra, pero que sin embargo, la obra que realmente abrió la veda fue "El lazarillo de Tormes". Tal vez por ser de autor desconocido, o ser costumbrista y carecer de la épica del caballero de La Mancha, ha pasado a un segundo plano. Pero si algo comparten ambas obras, es burlarse del carácter patrio y esos personajes que nos han marcado a lo largo de la historia.
Y es que Cervantes como militar, a buen seguro que conoció a un gran número de Quijotes y Sanchos.
Tal vez el más renombrado Quijote de la historia fue el rey de Francia Francisco I. Conocido en su juventud por su belicismo y su afición a las novelas de caballería, que tan magistralmente parodió Cervantes, guerreó durante años al monarca español Carlos V. Estas guerras le llevarían a sitiar la ciudad italiana de Pavia en 1525, punto estratégico para dominar el Milanesado de los Sforza y "aliados" del Emperador.
Para auxiliar a los imperiales asediados, Fernando de Ávalos, Marqués de Pescara, acudió a romper el cerco y presentar batalla a las tropas galas comandadas por el quijotesco monarca francés.
Durante la batalla, los siempre infalibles tercios de infantería española, sufrían una incesante lluvia de parte de la superior artillería franca. Tal era la potencia de fuego, que los historiadores apuntan que podría haber decantado la batalla de parte franciscana, pero es entonces cuando el rey cometió su fragrante error. Viendo Francisco I la caballería enemiga a su alcance, menor en número y peor acorazada, cargó lanza en ristre a por ella, acompañado de gran parte de la nobleza transpirenaica, un total de 3600 caballeros nobles, la flor y nata de la sociedad gala, que se cruzaron por delante de sus cañones, teniendo que cesar el fuego por aquello de no matar a su propio rey, que después queda mal en los libros de historia.
Este error no solo dio un respiro a la infantería hispana, no solo devolvió la iniciativa a los imperiales, sino que en la persecución de su enemigo, Francisco quedó enfangado en un humedal del que sus monturas agotadas por el esfuerzo y el gran peso de los ginetes acorazados, no podían escapar. Fue entonces cuando los Sanchos, hicieron historia desde la humildad y el saber hacer. Los arcabuceros españoles practicaron con los jinetes franceses su puntería, causando numerosas bajas y dejando desguarnecido al propio monarca.
Fue uno de esos Sanchos, Juan de Orbieta, guipuzcoano, quien finalmente capturaría a Franisco I, el más ilustre de los Quijotes de la historia. La consecuencia fue el encarcelamiento durante años del monarca en la torre de Los Lujanes, que aun hoy se encuentra en la plaza de la Villa en Madrid. Un buen precedente para la inspiración de Cervantes.