Revista Deportes
Una brújula defectuosa.Desde su creación allá por el siglo IX, hasta su substitución por sistemas más modernos, la brújula ha sido el instrumento de navegación más útil; de imprescindible uso para cualquier embarcación que se atreviera a navegar más allá de la línea costera. La segunda ronda de los wildcard nos ha permitido contemplar el lamentable fin al que se exponen aquellos equipos que, teniendo un buen navío, se atreven a zarpar sin atender a su brújula. Un error que ni el más estúpido de los navegantes cometería jamás.
Atlanta Falcons y New York Giants nos prometían un partido de trincheras y resultó ser un enfrentamiento de tranchetes. En todos los partidos acostumbra a distinguirse un salvador, un elegido, un tipo al que el equipo encomienda todas sus esperanzas cuando las cosas no acaban de funcionar. Para los azules de New York ese hombre se llama Brandon Jacobs. La fase de tanteo acabó cuando Jacobs, en el más puro estilo beast mode, cogió el balón y literalmente tiró de los Giants hasta la siguiente eliminatoria. Entre tanto paso estratosférico y tanto quarterback batiendo récords históricos habíamos olvidado a qué huele el estilo tradicional del football americano, el espectáculo que supone ver a un running back romper placaje tras placaje con su poderío, llevar colgados a uno, dos o tres linebackers y seguir adelante o, gracias a un segundo esfuerzo, recorrer la distancia que separa un first down de un punt con la misma facilidad con la que encaja golpe tras golpe. That's football !!!.
La victoria hubiera sido menos fácil para los locales, pero más digna para los visitantes si algo en el juego de los Falcons hubiera funcionado, pero en Atlanta parecen abonados a disputar la post temporada con el dodotis puesto y en estado de shock. No sé a cuantos coordinadores ofensivos, defensivos, incluso entrenadores en jefe entrevistarán en las próximas semanas pero, además de ello, yo sugeriría cambiar de psicólogo.
Como comenté en la previa, los de New York tienen un estilo de juego que, lejos del abuso en el ataque aéreo, combinan una defensa de las que, yarda a yarda, se ganan el respeto del rival,con un ataque balanceado. Una combinación de equilibrio y potencia que Tom Coughlin gestiona con maestría, criterio y sentido común. Sabe cuando es el momento de tirar de las riendas y contener a su quarterback y cuando explotar las lagunas de la cobertura. Aún pueden caer a medio camino pero la historia no se repite porque sí.
En Atlanta quizá hoy sea el día más triste de su historia, solo superada por aquellos últimos días de la guerra civil norteamericana en los que la ciudad ardió hasta sus cimientos. Para jugar en post temporada no basta con tener buenos jugadores. Hay que administrar un buen playcalling, hay que dar el do de pecho en defensa, hay que saber jugar tus bazas adecuadamente, hay que infundir la duda en la defensa rival, hay que lanzar y atrapar pases, crear tus gaps, buscar tus carreras, aprovechar los blitz del contrario en tu beneficio, encontrar tus espacios entre la cobertura enemiga, ajustar la defensa, imponer tu ley en la trinchera, ser arriesgado pero inteligente... por lo visto, demasiadas cosas que hacer para un Mike Smith que acabó con esa mirada de impotencia que sólo los mediocres pueden mostrar.
Sin brújula.
Sabíamos que en Mile High habría un equipo que jugaría sin quarterback. Lo que no sospechábamos es que éste serían los Steelers y que, además, en la osadía, dejarían en el hotel a sus coordinadores de ataque y defensa. Había oído que "el football es distinto en enero", pero con sinceridad, nunca creí que sería tan diferente como para que el equipo eliminado en una ronda de wildcard fueran los de Pittsburgh jugando contra los Denver Broncos.
Podemos consolarnos creyendo que la derrota en Denver es explicable si uno considera la baja de Rashard Mendenhall, un front seven diezmado por diferentes lesiones y un quarterback renqueante. Excusas banas. En nueve de cada diez partidos los Steelers deberían de pasar por encima de los Broncos siempre y cuando los primeros hagan sus deberes desde la banda y sepan cambiar el plan si este no funciona. Eso no ocurrió ayer, convirtiendo el choque en ese décimo partido en los que los Denver Broncos asestan en su rival una merecida bofetada a dos manos.
Me parece sencillamente inexplicable cómo un equipo de la experiencia de los Steelers puede llegar a pensar que basta con un front seven de siete, ocho y hasta nueve jugadores para derrotar a los Broncos. Y más preocupante aún es creer que el gran John Fox, flanqueado por su coordinador ofensivo, Mike McCoy, no advertirán la situación y buscarán la más efectiva de las soluciones. Ya desde el segundo cuarto, Tebow demostró que aunque está lejos de ser un pocket passer, su brazo alcanza para bombardear a la inexistente cobertura acerera con sus pases defectuosos de factura pero letales en su resultado. Lo más sorprendente es creer que esta situación de juego fuera ejecutada, no como un recurso, sino como algo con lo que castigar a la ofensiva local una y otra vez. Una defensa que encaja veinte puntos en un solo cuarto -el segundo-, con un Tebow capaz de sumar tres pases de cuarenta yardas debería haber aleccionado la soberbia de los de oro y negro. Así sucedió el resto del partido pero, llegados al extra time, los Steelers quisieron resolver la prórroga de un solo golpe. Fue un acto inconsciente, tan arriesgado como insolente. Tebow volvió a demostrar que estaba preparado para esa situación y el touchdown de Demaryus Thomas, además de un acto de justícia, fue el justo precio a ese trato condescendiente con el que el veterano coordinador defensivo Dick LeBeau -con el consentimiento de Mike Tomlin-, trataron a los locales. Los partidos hay que ganarlos sobre el terreno de juego.
Es lo maravilloso de la NFL. Cada año teje una historia cargada de épica, emoción y sentimientos encontrados. Poco importa el resultado final. En un deporte donde solo cuentan las victorias, estos equipos consiguen volar por encima del resultado y pasar a la memoria de los aficionados por los sueños que acogieron. Los 49ers de Montana y Young fueron grandes no por el número de victorias sino lo que supusieron para los que aman este deporte, algo parecido a lo que en Green Bay ocurrió con Brett Favre, los Bills de Jim Kelly tejieron una leyenda basada en su infortunio, la historia de voluntad con la que Drew Brees devolvió a New Orleans su dignidad y sentimiento de comunidad tras la catástrofe del Katrina. Pase lo que pase el próximo fin de semana, los Denver Broncos se han ganado, a codazos, con fe y una pizca de fortuna, un lugar eterno en la leyenda de ese deporte. Quieren más, nadie lo duda, pero han hecho lo más difícil. El ganador de la Super Bowl hallará su merecida gloria pero, ahora sé, que este será recordado siempre como el "campeonato de Tim Tebow".