Espero que los contenidos sean de tú interés.
Blas Ramón Rodríguez © 2016
Los niños y las niñas aprenden sus conductas, buenas, malas o disruptivas, por condicionamiento, cuando asocian dicha conducta a una respuesta o estímulo. Modelo e imitación son las palabras clave del aprendizaje de los más pequeños de la casa. A través de los modelos las niñas y niños se aproximan a un comportamiento determinado a partir de la secuencias de acciones realizadas por sus modelos, padres principalmente. Por ejemplo:
La complejidad para utilizar la mentira lleva consigo varias acciones que favorecen este aprendizaje no deseado pero casi genérico, la reflexión para elaborar una mentira, el momento en el que se cuenta, la forma de mantenerla o buscar encubrimiento. Cuando el niño experimenta la construcción de la mentira en su entorno y en sus modelos de referencia como algo que se utiliza para evadir responsabilidades, percibe la artimaña detrás de los comportamientos o los modelos de conducta son disruptivos, es cuando aprende a interactuar utilizando, como digo en este caso, la mentira en muchas ocasiones de su vida cotidiana. Los modelos influyen enormemente en el desarrollo de la personalidad y de las habilidades sociales de los hijos, de forma positiva y adaptativa o, por el contrario de manera disruptiva y problemática. Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que se les dice, y esto lo hacen en esa fase crítica en la que el carácter del niño se está formando en cada situación difícil que se le presenta. En consecuencia los comportamientos serán adecuados o inadecuados dependiendo de las experiencias previas de los pequeños.
Cuando hablamos de que alguien es algo estamos haciendo referencia a ciertos atributos de su persona que son estables e inmutables. Si tenemos en cuenta que un niño ni siguiera tiene formada aún su personalidad al menos hasta muy avanzada la pubertad y el niño da el paso desde la infancia hasta la edad adulta, en las conductas en general y las problemáticas en particular es más indicado hablar de formas de actuar más que de formas de ser. Cierto que no es verdad ese tópico de que no hay niño malo, si, los hay; pero la mayoría de las conductas-problema vienen determinadas por estilos de educación en el seno de la familia, y no hablo de las consecuencias sociales producidas en entornos familiares desestructurados exclusivamente, sino que pongo el foco en esos estilos permisivos que obligan a los niños a tomar decisiones que no les corresponden; creamos seres inadaptados cuando no comprendemos como la actitud y el comportamiento de los adultos, los padres principalmente, están directamente relacionados con la manera en que estos asumen sus responsabilidades. La crianza permisiva desarrolla actitudes caprichosas, egoístas y centradas en la satisfacción personal, cuando el niño es adolescente y luego adulto, estas actitudes derivan con frecuencia en malas conductas que complican la vida sobremanera, en particular en lo que se refiere a las relaciones con los demás. Suele ocurrir que estas malas conductas, caóticas conductas, vienen mediatizadas por la inmadurez y la baja tolerancia a la frustración de personas que crecieron tropezándose consigo mismas y con el entorno social.