El Rey Mono en Viaje al oeste
No sé si lo he explicado ya alguna vez, pero todas las citas que pongo provienen de libros que estoy leyendo en ese momento (menos la de Paulo Coelho). Son frases que siento que son apropiadas para la entrada que me toca escribir.
La de hoy pertenece al gran Rey Mono de Viaje al oeste, uno de los grandes clásicos chinos que nosotros conocemos gracias a, sobretodo, la serie Dragón Ball. Creo que es muy oportuna, pienso que en la vida todo se puede conseguir con esa cosa que no paran de repetirnos las moralejas de los cuentos y de las películas: la confianza.
Pues bien, si no hubiese confiado en mí mismo no hubiese empezado este viaje ni tampoco podría decir que... ¡ha llegado el día que tanto esperaba y ya me encuentro en Ushuaia, capital de Mordor y Skyrim! La verdad es que la ciudad es preciosa y ya he tenido tiempo para vivir alguna aventurilla, pero para eso tendréis que esperar, ya que esta entrada está dedicada a mi "extraña" entrada a Argentina.
Avión hacia Buenos Aires.
En primer lugar, haciendo el ckeck-in en Barcelona tuve problemas. En el momento en el que estaba facturando el equipaje, la azafata de Alitalia me hizo un interrogatorio para conocer mis intenciones en América. Le dije en todo momento que era turismo, pero se ve que a los españoles cada vez nos ponen más pegas en el extranjero y me exigía un billete de vuelta de Argentina para dejarme embarcar, pues según ella, si no llevaba uno, en Buenos Aires me deportarían(todo esto a 20 minutos de cerrar el embarque).Tras muchos momentos tensos y unos largos 20 minutos en los que yo pensaba que me quedaba en Barcelona, mi amiga Georgi (te debo una cena) consiguió comprar desde su móvil un billete de bus desde Mendoza hasta Chile(tirado de precio) que fue mi salvaconducto para que la azafata accediera a darme los malditos billetes y, como consecuencia, poder facturar la maleta.
Ahora vino otro problema, eran las 17:50 y el embarque cerraba a las 17:55. La azafata insistía mucho en que me llevara la mochila conmigo al avión porque había peligro de que los de las maletas pasaran de ella debido la hora que era,pero tenia muchos líquidos esenciales que no podía dejar atrás y probé suerte y la mandé a facturar(sin garantías de que llegara, el futuro es para los valientes dicen...).Entonces me despedí de quienes me habían acompañado y salí corriendo a la puerta de embarque rezando para que no estuviese cerrada ya.
Prueba de que estoy en Ushuaia
Al acercarme, vi que la azafata me estaba esperando para que el avión pudiese arrancar motores y, ¡adivinad qué pasó! Debido a mi retraso (pido perdón por esto) le habían dado mi butaca a un hombre que necesitaba dos y en vez de molestarlo para hacerme sitio, me dejaron ir en la cabina del piloto y esto fue espectacular(aunque el no saber si la mochila iba a llegar a su destino me eclipsó un poco el momento). Unas vistas geniales del mediterráneo y de Italia fueron mis acompañantes durante el vuelo. Si tenéis la oportunidad alguna vez de ir en la cabina, no lo dudéis, merece mucho la pena, te sientes casi como un pájaro.
Luego, hablando con las guapas de las azafatas,me contaron que iban con mucho retraso (!!!!) y que el avión llegaría tarde a Roma. Andando no llegaría ni de coña al cambio de terminal para coger el avión hacia Buenos Aires. Pero mi proyecto (se lo fui contando durante el vuelo) les debió gustar o algo y me dijeron que intentarían que el bus que va del aeropuerto al avión, me llevara a la otra terminal, que así al menos tendría una oportunidad de cogerlo a tiempo.
Gracias a esas azafatas,el bus, al dejar a todos los pasajeros en ''arrivals'', me llevó a la terminal 3, donde me dijeron que ese vuelo iba también con retraso (!!!) y que llegaba de sobras (y supuse que mi mochila también). Así que no ya no había motivo para estresarse.
Este segundo vuelo transcurrió con normalidad. Si bien los asientos de Alitalia eran muy estrechos (al contrario que Aerolíneas Argentinas), al precio que me salieron no me puedo quejar y la comida no estaba del todo mal (lasaña de verduras y cuscus).
Pero si algo caracterizó a este trayecto fue que el tipo de al lado, con toda su amabilidad, me empezó a dar conversación hasta el punto que yo, una persona que odia el contar cosas de su vida a gente que no conoce de nada (a no ser que sean chicas guapas) le conté todo por mera simpatía.
Este hombre era un argentino de unos 30-35 años que residia en Málaga y que cuando se enteró de mi aventura no paró de darme consejos durante toda la noche. Entre tantos que me dio, solamente recuerdo unos cuantos sobre cómo vivir en su país:
-No confiar en nadie (esto me lo han dicho ya demasiadas personas. O a los argentinos les gusta ir de malotes o hay mucha gentuza en su país).
-Hacer el cambio de moneda de manera extraoficial (te sacas pesos de más, si lo haces por western union enviando desde España me explicó que también).
-Si en España puedes esperar que las cosas oficiales vayan más o menos bien (JUAS) espera que en Argentina todo vaya mal (me dijo que diese la maleta por perdida).
-Tengo los cojones más gordos que cualquier persona que ha conocido.
Durante el vuelo, entre tanto consejos y charla, vi algo que me sorprendió mucho y que no me esperaba. Buenos Aires desde el cielo y de noche es preciosa, es gigantesca y bella. No me quedo corto al afirmar que no he visto nada igual en mi vida(en cuanto a ciudades), es un espectáculo visual.
Me hubiese gustado haberla visitado una vez abajo, pero cuando el avión aterrizó solamente pensaba en conseguir mi maleta y entrar en América legalmente (y tenia poco tiempo para el cambio de vuelos).
Afortunadamente, el follón que me montó la señorita de Alitalia en Barcelona no sirvió de nada. En el control de pasaporte no me pidieron nada de nada, solamente el nombre del Hostel donde me hospedaba en Ushuaia (que voy a estar dos días), ni billetes de vuelta ni de bus. Ahí dejan pasar a todo Dios. Menos mal que esa azafata me ayudó con el tema de cambio de terminales, si no no se salvaba de la hoguera.
Luego, fui directo a la sala de espera de equipaje y, cuando finalmente ya había abandonado toda esperanza de que mi mochila saliese por la cinta, un resplandor rojo salió de una abertura sorprendiéndome y alegrándome a la vez. Estaba allí mi flamante Quechua roja, sana y salva. La cogí corriendo y fui directo a Aduanas.
Ya estaba en Argentina,en Tierras Americanas, pero todavía quedaba llegar a Ushuaia...&version;