Revista Opinión

De cómo los liberales se dejan mangonear

Publicado el 25 junio 2015 por Vigilis @vigilis
Una cosa muy buena que tenemos los partidarios de la libertad es lo bien que nos lo pasamos discutiendo entre nosotros. Mientras otros siguen dando vueltas a la enésima interpretación de la undécima tesis sobre Feuerbach, nosotros adaptamos el debate crítico a las circunstancias cambiantes de un mundo que sabemos transformado constantemente por la acción humana, por nuestras inquietudes, por el amor, por nuestros temores, por las leyes del universo mecánico y en definitiva por una realidad compleja que siempre supera cualquier cálculo de aquellos que se creen capaces de suplantar a Dios.
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Yo coincido con muchos en identificar como equivocada —por mal encaminada— la exageración de los matices que nos diferencian y básicamente de eso trata un reciente artículo de López-Zafra. Ese artículo lo abre una cita de Daniel Lacalle («Lo que nos une es más grande») que estaría muy bien tener presente en nuestros debates. Lo que nos une es más grande, y lo que nos une es aquello de "in dubio pro libertate". Bueno, y The walking dead y Scarlett, claro.
Pero.
Aun estando de acuerdo con López-Zafra hay ciertas peticiones de principio en ese artículo —y que se pueden ver en otros artículos que tratan del tema— que me veo obligado a no compartir. Por ejemplo está lo de «devolver al individuo aquello que le ha caracterizado desde su primera evolución: la capacidad de decidir y ser dueño de su destino». Esto es algo más que un matiz, es una idea nuclear y no puedo estar de acuerdo con ella. Al individuo no se le devuelve una libertad primigenia, una libertad de origen, porque salvo si nos referimos a un derecho natural, innato en todos los hombres, no pueden existir derechos para el hombre si desconocemos el papel de la sociedad política.
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Me explico. Todos los hombres somos creados por Dios o nacemos (escoged lo que queráis) iguales. Como hombres tenemos una dignidad intrínseca a nuestra existencia. De esta dignidad salen nuestros derechos naturales (por decirlo de alguna forma, es evidente que me veo limitado en materia de Derecho Natural). El caso es que sin sociedad política, no veo la forma de salvaguardar los derechos originales del hombre.
¿Dónde está el tribunal que defiende la justicia de una sola persona? Robinson Crusoe no puede apelar a ninguna justicia, no puede defender sus derechos. Sin embargo, una persona en coma que forma parte de una sociedad política, ve sus derechos defendidos. En cierto sentido una persona en coma es más libre que Robinson Crusoe.
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Hay más. Cuando se menciona la recuperación de unas libertades arrebatadas me gustaría saber exactamente de qué libertades hablamos y a quién cargamos con la culpa del robo. Existe una tendencia transversal en todas las ideologías de apelación a un pasado remoto o poco claro en el que supuestamente la gente vivía de acuerdo a los principios doctrinarios de tal o cual ideología. Es lo del "comunismo primitivo" (¡todo es de todos! ¡tu hija también!) o lo de una brumosa arcadia anarquista en la que la sociedad política funcionaba de forma razonablemente bien en ausencia de estado.
En lo que nos compete hallamos ejemplos extremos y muy rebuscados que dibujarán una sonrisa en los labios del lector: el lejano oeste o la Mancomunidad Islandesa son los más comunes (aquí lo de David Friedman: Private Creation and Enforcement of Law: A Historical Case). Si hablamos de la época anterior a la aparición del estado moderno y pronunciamos la palabra "estado", tenemos que saber que ese estado premoderno no tiene el mismo significado que en nuestra época. El estado como entidad autónoma no existía ya que solía ser propiedad de alguien.
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Al lejano oeste lo dejo de lado ya que el ejemplo que se usa es consecuencia de la debilidad del estado de los Estados Unidos para tener una fuerte presencia en el medio oeste. La gente no es imbécil y en ausencia de estado para por ejemplo proteger la frontera de México o de los indios, es capaz de autoorganizarse. La gente también se autoorganizaba para proporcionar una justicia rápida y eficaz a los ladrones o asesinos. Esto no tiene ningún misterio y sigue pasando en todas partes. De toda la vida existe en los pueblos una comisión de fiestas que pasa por las casas recaudando dinero para organizar las fiestas. Esta función no la organiza el estado sino la gente. Me parece genial, pero no es una cosa que llame a asombro.
Cosa distinta es la Islandia de la época de la Mancomunidad Islandesa (es decir, entre la colonización de la isla por los norteños y su absorción por el reino de Noruega. Digamos que es la —corta— época de la Islandia medieval independiente).
La Mancomunidad Islandesa
Lo que sabemos de la Mancomunidad Islandesa es brumoso y poco fiable. Básicamente hay dos libros que tratan el asunto: el Íslendingabók ("libro de los islandeses"), que es un libro del siglo XVII que copia a otro libro del s. XIII que cuenta hechos que se remontan al s. X. Y el Landnámabók ("libro de los asentamientos", aunque yo prefiero "libro de la colonización", que me suena mejor), que es un libro del siglo XIII que cuenta hechos que se remontan al siglo X. Es importante tener en cuenta que el testimonio más antiguo de los hechos de la Mancomunidad (s.X) nos llega del siglo XIII. Calculad el percal.
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Estas historias nos hablan de la organización política de los islandeses del siglo X. Resulta que Islandia, como otros estados de la época, carecía de rey o soberano. En su ausencia, como en otros estados de la época, la gente se organizaba en una asamblea. Esa asamblea la componían los vasallos y aristócratas de los pueblos islandeses. Geográficamente el territorio estaba dividido en distritos (Þing) y estos distritos enviaban a sus delegados a la asamblea general (la Alþingi, literalmente "todos los distritos"). Los aristócratas eran los que discutían las leyes en la asamblea y su poder venía del apoyo que tenían entre sus vasallos.
A su vez, en los distritos había tribunales de justicia formados por los aristócratas. La cosa súper anarquista de esto es que el cumplimiento de la sentencia se dejaba en manos del demandante. Así por ejemplo si Bjork Gundismontir era hallada culpable de haber robado una cabra, el ofendido podía ir a su granja y quitarle una cabra o dos, o a sus hijas, o lo que dijera la sentencia. Es decir, no existían alguaciles reales, ni guardia civil.

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Parlamento islandés en la actualidad. Compárese con el ayuntamiento de Muras.

Este es un ejemplo de autoorganización, pero no es un ejemplo de carencia de sociedad política. Claro que existía una sociedad política, se aprobaban leyes, se aplicaba la justicia y existía una jerarquía social directamente heredada de los norteños. Sé que nos sorprende este sistema norteño ya que es muy diferente a los sistemas que por la época teníamos en Ribagorza y León. Los norteños (vosotros les llamáis "vikingos") tenían menos diferencia entre vasallos y señores de la que teníamos aquí.
En la España cristiana del siglo X tú distinguías a un conde de un campesino a la legua. En los lugares donde vivían los norteños la distinción entre señor y vasallo era más sutil. Un vasallo podía ser dueño de sus tierras y a la hora del combate vasallo y señor peleaban codo con codo. En España el conde iba a caballo y el campesino se lanzaba hacia el moro (o hacia las mesnadas del arzobispo de Santiago) apretando muy fuerte un palo y cerrando los ojos, encomendándose al santo de su parroquia y repitiendo para sí mismo un par de frasecitas en latín que había aprendido en misa.
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Si el campesino moría, el conde lo sustituía por otro y a vivir. Pero si el vasallo de un norteño moría, su señor lo tenía más complicado para sustituirlo. Nunca hubo muchos norteños (de ahí probablemente les surgiera la necesidad de reconocer cierta igualdad a las mujeres a la hora del combate (lo que a la larga significó que ellas también podían alcanzar el rango de aristócrata)).
Que la organización social y política de los pueblos norteños fuera diferente de la nuestra —e incluso que los islandeses no tuvieran rey— no quiere decir que no tuvieran "estado". Todo lo demás es pura demografía: no puedes dedicar recursos a mantener funcionarios porque la gente trabaja el campo y pesca y los excedentes no son abundantes (de ahí por cierto que una importante parte del PIB consistiera en asaltar y robar en las tierras de esos tíos raros que beben zumo de frutas y adoran a dos palos en forma de cruz, ¡por Odín, están locos estos cristianos!).
Individuo/Estado
Aunque parezca mentira estaba hablando del liberalismo. Otra de las cosas con las que no estoy de acuerdo es la contraposición que se hace entre individuo y estado. Uno no puede comparar sustancias de distintas categorías. Preguntar por la preferencia entre individuo y estado es como preguntar por la preferencia entre el helado de chocolate y los perros. Hombre, puedes tener preferencia, pero uno no sustituye al otro, son cosas que juegan en ligas distintas.
Es más, el liberalismo carece de sentido en época premoderna y lo que identifica y separa a la modernidad es el estado. No existe liberalismo sin estado moderno. El estado moderno se caracteriza por la aparición de la nación política (eso de que el estado no sea propiedad de un fulano, sino que la nación sea soberana).
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Claro, por supuesto que surge este conflicto entre individuo y estado si en el debate no se menciona a la nación por ninguna parte. Pero es que el concepto de nación política es consustancial al liberalismo y no deja de sorprenderme que si debatimos sobre liberalismo la nación no aparezca por ningún lado.
En estos términos existe una íntima relación entre estado y nación política. Aquellos estados en los que la soberanía reside en la nación priman el principio liberal de la soberanía nacional. Existen otros estados en los que la soberanía no reside en la nación (Corea del Norte, por ejemplo), y son casos de absoluta falta de liberalismo.
Cosa distinta es hablar del aparataje del estado, de la administración central pública, que también llamamos estado. Ahí evidentemente sí estoy de acuerdo en la preferencia por las soluciones que primen la iniciativa del individuo o individuos frente a las siempre bulímicas soluciones que propone el estado. Ante un problema o una oportunidad, mi primera respuesta no es acudir al presupuesto público sino ver cómo la sociedad civil puede dar el paso. Y luego habrá casos en que la solución a un problema pase por el estado. Una gran derrota para el liberalismo es haberles regalado la idea del estado a los socialistas de todos los partidos. Nos han robado nuestra gran contribución a la coexistencia pacífica y a la defensa de los derechos del individuo frente a poderes arbitrarios que le son ajenos. Nos dejamos robar y estamos contentos, no lo entiendo.
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Existe un amplio campo para el debate sobre las competencias que debe tener el estado, pero no sobre su existencia. Si el debate es sobre la existencia del estado, entonces no estaremos hablando de liberalismo sino de anarquismo y me parece estupendo. Siempre digo que los anarquistas son consecuentes: no quieren tener un estado y asumen las consecuencias. Si el planeta estuviera dividido entre dictadura y anarquía elijo la anarquía. Pero este es un caso hipotético que está a años luz de cualquier cosa real y creo que debe primar el debate sobre las cosas reales.
Posibilismo
Siguiendo el hilo del artículo de López-Zafra, me parece acertada su inclinación por el posibilismo (ya comenté que estoy de acuerdo con el artículo, lo que yo escribo no es una réplica). El problema sin duda es que cada vez que un liberal defiende una posición concreta sobre algún tema político, hay tres liberales que no están de acuerdo (y no cuento a los anarquistas, claro). Estoy seguro de que hasta en la cosa más tonta como la despenalización del consumo de marihuana no estamos de acuerdo. Y si no nos ponemos de acuerdo en eso ¿cómo vamos a estarlo en la distribución competencial, régimen fiscal territorial, modelo de pensiones, modelo sanitario, extinción de la Kultur pública, extinción del deporte público, extinción de los medios de información públicos y todas las cansinas cosas con las que unos encuentran excusas para detrarer riqueza a otros? Incluso podríamos tener un estado más barato (que no ineficaz) con un bonito acelerador de partículas o un bonito programa espacial (colocar al primer cuñado en Marte antes de 2050 lo creo factible).

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Tevatrón del Laboratorio Fermi, en Illinois.

Cuando hablamos de plasmar un programa liberal en la política realmente existente, lo que la gente suele tener en la cabeza es crear un programa de mínimos que agrupe al mayor número posible de liberales. ¿Y si esto es un error? ¿Por qué crear un partido con un programa de mínimos? ¿Por qué no siete partidos o partidos regionales/locales que puedan tener más fácil aglutinar voluntades? Otra cosa que meto en este puchero es el negar la condición de liberal a los partidos que ya existen. ¿Hablamos de políticas liberales o hablamos de reproducir exactamente el pequeño discurso al que tú personalmente estás acostumbrado y con el que te sientes cómodo?
Lamentablemente los islandeses me han dejado frito así que supongo que continuaremos esta conversación en otro momento.
Ceterum censeo Carthaginem esse delendam.

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