A pesar de estar casi en el centro de la actual Roma. La Colina del Pincio antiguamente no formaba parte de las siete colinas de Roma, pues se encontraba fuera del “pomoerium”, es decir fuera del recinto sagrado de la Roma antigua. En cambio se encuentra en lo que sería el interior del perímetro de las murallas Aurelianas construidas entre los años 270 y 273 d C.
En el lugar que hoy se encuentra la Villa Medicis, Lucius Lucinius Lucullus decidió instalar unos jardines y una villa romana, estamos al final del periodo republicano. Entre el año 66 y 63 antes de Cristo. En esta villa y según cuenta Plutarco, Lucius recibió a Cicerón y a Pompeya.Años más tarde Valerius Asiaticus se convirtió en su nuevo propietario e hizo construir durante el reinado de Claudio un gran jardín en terrazas, con un gran templo semi circular que estaba situado en el lugar que ocupa la iglesia de la Trinidad del Monte, este templo estaba dedicado a la diosa Fortuna.Messalina, la esposa de Claudio se fijó en la villa y sus maravillosos jardines, así que decidió que debían ser suyos. Para ello acusó a Valerius Asiaticus ante el César, su esposo, mediante falacias injustas. Ante tales acusaciones ante el César, el pobre Valerius acabó suicidándose en los mismos jardines, cortándose las venas. Messalina consiguió sus propósitos, la Villa era suya, lo que no sabía es que algunos años más tarde ella también acabaría muriendo en esos mismos jardines, bajo las armas de los soldados que envió su marido.
La villa de Lucullus acabó siendo propiedad imperial hasta la época de Trajano. Durante este tiempo fue ocupada por la familia patricia de los Acilii, que más tarde la cederían a los Pincii, éstos últimos serán los que darán el nombre actual a la colina. La colina del Pincio.Cuando el Imperio Romano cayó en desgracia, la zona fue abandonada, estaba demasiado lejos de Roma. No será hasta el Renacimiento, que el lugar cobra importancia de nuevo gracias al cardenal Ricci da Montepulciano, que la adquirió en 1564; en ese momento tan sólo quedaba un pequeño edificio llamado “Casina Crescenzi” y algunos vestigios romanos como el templo de la Fortuna.El cardenal decidió construir un palacio, y lo encargó al arquitecto florentino Nanni di Baccio Bigio, el palacio se construyó en el mismo lugar que hoy contemplamos la Villa Médicis. El pobre hombre no pudo ver acabados los trabajos de construcción pues murió, así que la finca se puso a la venta.
El nuevo comprador resultó ser Fernando de Médicis, otro cardenal, éste lo era desde los trece años. Viniendo de la familia Médicis, era normal que fuera un amante de las obras de arte y un insigne mecenas. Tenía tantas obras acumuladas que necesitaba un lugar donde exponerlas. Y que mejor que un lugar como éste, a cuyos pies se extendía Roma. Así que en 1576 decidió comprar la finca y le encargó al arquitecto florentino Ammannati que realizara “un palacio digno de la grandiosidad de un Médicis”.Apasionado como era del arte y de la antigüedad, Fernando concibió la Villa como un museo, con una galería para las antigüedades donde poder exponer su maravillosa colección de obras antiguas. Algunas de ellas como los bajorrelieves, estaban encastradas en la fachada que daba al jardín. Dicho jardín se realizó siguiendo el espíritu de los jardines creados por su padre en Pisa o Florencia. Lo que eran las ruinas del Templo de la Fortuna acabó siendo un belvedere desde donde contemplar los maravillosos jardines y como no, la Villa.Un poco alejado se encuentra un pequeño pabellón, para su construcción se aprovechó una de las torres de vigilancia de la muralla Aureliana. Lo más destacado de este pabellón es su decoración interior, hecha por Jacopo Zucchi de 1576 a 1577, en tan sólo un año representó una pérgola llena de pájaros de todo tipo. El vestíbulo lo decoró un discípulo de Vasari y plasmó en el las diferentes vistas de la Villa en diversas épocas. También podemos ver las alegorías de las estaciones con escenas de las fábulas de Esopo.La Villa Médicis se convirtió en el símbolo florentino en plena ciudad eterna, de sobra es sabido que florentinos y romanos no se han llevado nada bien a lo largo de su historia. Las rivalidades han sido profundas y parece ser que aún el tema no está solucionado. Sólo hay que preguntarle a un romano que piensa de un florentino y al revés, veréis que sólo están de acuerdo en que no se pueden ni ver.
Es por ello que la construcción de esta magnífica villa mostraba a los romanos la ambición política que tenía el cardenal Fernando, quería demostrar el poderío de la familia Médicis ante Roma y al mismo tiempo intentar llegar al trono papal tal y como habían intentado hacer sus primos, de esta manera volvería la edad de oro de los Médicis a Roma.El cardenal estaba encantado con su villa, disfrutando de sus jardines y contemplando sus colecciones, cuando fue llamado con urgencia a Florencia, su hermano Francisco se estaba muriendo y era necesario que él regresase a los dominios florentinos para suceder a su hermano en el ducado de la Toscana.
Aunque su partida fue precipitada, Fernando no se fue con lo puesto, al revés, se llevó todo lo que se podía llevar a Florencia, la mayoría de sus obras de arte, sus estatuas, tapices… y dejó lo justo en su maravillosa villa.
A partir de su marcha, tanto el casino, como las colecciones que quedaban y los jardines dejaron de mantenerse adecuadamente, como cuando estaba su propietario, y a pesar de que otro Médici sería su nuevo inquilino, éste la habitaría durante un periodo breve de tiempo, pues Alessandro, que sería conocido como el Papa León XI, tuvo un papado más bien corto, ya que murió tan sólo 26 días después de haber sido elegido.De esta manera, la Villa Médicis acabó siendo una segunda residencia a la que solían acudir sus herederos cuando debían estar en Roma. Cuando los Médicis se extinguieron en su línea masculina en 1737, la Villapasó a la casa de Lorena y, brevemente en los tiempos napoleónicos, al Reino de Etruria. Así es como acabó la Villa en manos de Napoleón Bonaparte, una vez la tuvo en sus manos decidió transferirla a la Academia Francesa en Roma.
Pero pasaron doce años antes que que fuese cedida por completo a Francia, y pasase a suplantar la famosa Academia Francesa en Roma, que estaba sita en el Palazo Mancini. La nueva Francia tenía necesidad de poseer un edificio más adecuado para representar la “Grandeur de France” y del arte francés. Las negociaciones entre Francia y la Toscana fueron muy duras, al final el intercambio fue firmado en la ciudad de Florencia en 1803. Pero no fue hasta el siglo XX, concretamente en 1961 cuando la Villa se convertirá en la Académie de France à Rome. Y será el pintor Balthus el que emprenderá una campaña de restauración bajo el espíritu del Renacimiento, gracias a él la Villa volverá a tener todo su esplendor.
Cuando entras en el edificio, lo primero que te sorprende y que pocos saben, es que en la puerta hay una abolladura producida por una bala de cañón. La bala en cuestión en la actualidad se encuentra en la fuente que hay en la calle. La historia nos cuenta que en 1654, la reina Cristina de Suecia, que era protestante decidió abdicar y convertirse a la Iglesia católica, se vino a vivir a Roma, donde el Papa Alejandro VII la recibió con honores. Cristina, era una mujer muy culta e independiente, amiga de Gian Lorenzo Bernini y muy aficionada a montar a caballo y a romper moldes y reglas establecidas . Una vez durante un monumental enfado, disparó un cañón desde el Castel Sant’Angelo, con tan buena puntería que logró darle a la puerta de bronce de la Villa Médici.
Para visitar la Villa Médicis es necesario inscribirse antes en los mostradores de la Academia de Francia, hay pocas visitas al día y además los grupos son pequeños, es por ello que no os debe extrañar de que haya cola para hacerlo.
Nosotros la visitamos por la tarde, hacia el atardecer, para así poder disfrutar de una puesta de sol magnífica con la ciudad eterna a nuestros pies. Aquí os dejo el link por si interesa, las visitas son en inglés, francés, e italiano. Creo que en español no hacían.