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De Cosas Rotas

Publicado el 06 septiembre 2017 por Gllamphar @gllamphar
Me gustan los corazones rotos, pero no las almas.
Los corazones rotos están completos, metafóricamente, las almas rotas están incompletas metafórica pero eternamente. Una metáfora es valiosa en tanto su significado es efímero, se pierde y se reinventa con otras palabras más nobles, más limpias. Un alma rota lo está siempre, sin sinónimos, interpretaciones ni adjetivos añadidos.
Pero no me gustan los corazones rotos por los mismos motivos que la gente ruega por encontrarlos. Los corazones rotos que no quieren producir un dolor similar a aquel que produjo su ruptura son inmaduros; son más parecidos a las almas rotas que, en su descomposición, no terminan de entender el mundo que las rodea. Un corazón roto que intenta no romper otros busca vivir en sus propios términos artificiales e insostenibles, como las almas rotas que buscan romper aquellas que se cruzan en su camino. Son los términos opuestos del mismo espectro.
Los corazones rotos me gustan por su constitución absoluta. Los corazones rotos saben que, en su dolor, son más grandes. No por el dolor en sí, sino por la resolución del conflicto que se crean. Un corazón roto sabe que el dolor no mata, engrandece. No como los mártires, sino como los sabios. El dolor del corazón roto es la tinta que escribe poemas, la pintura que colorea entornos, la música que reduce distancias. El alma rota es la presencia que no lee los versos, que no constriñe los colores para formar figuras y a la que la música sólo le parecen sonidos. Un corazón roto es el extremo más allá de la vida que se presenta antes de la muerte. Es el cielo mezclado con el infierno que sin ser divinos podemos conocer, es el más allá del aquí y ahora; un corazón roto sana, aprende, aprehende. Un alma rota sólo se desvirtúa más, se vuelve divina pero dantesca. Se vuelve el extremo de otro espectro menos humano, absolutamente divino pero más oscuro.
Mientras un alma rota, en su transcurrir lleno de pena intenta impregnar su imperfección en muchas otras, un corazón roto no busca no volver a romperse, busca el motivo que valga hacerlo de nuevo.

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