Thierry Deronne: “Hombres de verde y rojo frente a un árbol”.
Una vez que cada familia política haya pintado a Venezuela con sus colores, permanece la pregunta: ¿de dónde viene la Revolución Bolivariana?
El Presidente Guzmán Blanco (1829-1899), aquel caudillo esclarecido que quería calcar Caracas sobre París, no ocultaba su asombro. “El pueblo aquí es como un cuero seco” decía, “¡lo aplastas por un lado y se levanta por el otro!”. Contrario a México o al Perú, Caracas nunca fue sede del “Virreinato”. Las primeras rebeldías de esclavos de América tuvieron lugar en Venezuela. Desde la del Rey Miguel (1533) a la de José Leonardo Chirino (1795), estas luchas por la emancipación (1) prepararon la guerra de independencia de Simón Bolívar (1783- 1830) tanto como lo hicieron las ideas de la Revolución Francesa. Al contacto con los jacobinos negros de la Revolución Haitiana quienes dieron al continente su primera república libre, la población cambió sus genes monárquicos por genes republicanos. Desde lo alto de los “cumbes” – comunas fundadas por esclavos fugitivos – los tambores llamaban a rebelarse. En estos ritmos alocados se esconde el secreto que permitió a Simón Bolívar cruzar las nieves de los Andes con su ejército de esclavos emancipados y de campesinos sin tierra, para liberar a otros pueblos.Apenas Bolívar entendió que nunca ganaría la guerra de independencia si no declaraba una guerra social, inmediatamente decretó la liberación de los esclavos y lanzó el concepto explosivo de igualdad política. Sus fracasos se transformaron en victorias hasta la expulsión del imperio español. Mucho antes de la Cumbre de Bandung (1955), Bolívar concibió su política exterior como la búsqueda del “equilibrio del mundo”, como la búsqueda de la igualdad en las relaciones entre Estados.
Cuando Chávez explica que Bolívar y sus compañeros de lucha fueron los primeros socialistas, despierta algunas sonrisas irónicas. La incultura histórica, la ideología de los grandes medios y de las escuelas de periodismo, a las cuales se añade la desaparición del tiempo de investigar, impiden entender lo que pasa hoy en día en Venezuela.
Cuando Bolívar desembarcaba clandestinamente en las costas venezolanas las primeras imprentas liberadoras, el espacio mental no era aquel continente balcanizado por las oligarquías sino la “América Meridional”. Esta idea de Francisco de Miranda (1750-1816), héroe e ideólogo de la independencia, de quien dicen que fue más inmenso pensador que Bolívar, conformó la dimensión original de la conciencia latinoamericana – desde Texas, California y Arizona hasta la punta de la Patagonia – un estado de conciencia que Ernesto Guevara alcanzará paulatinamente al alejarse de su clase media argentina. (2)
Cuando no intentaba asombrar a sus amigos con un concurso de nadar con las manos atadas en la espalda, Simón Bolívar leía o escribía, montado a caballo, llevando en los campos de batalla su hilera de burros cargados con libros. Fue así como Locke, Condillac, Buffon, D’Alambert, Helvetius, Montesquieu, Mably, Filangieri, Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthollet participaron a su manera en las batallas de la independencia.
“Un pueblo ignorante es el instrumento ciego de su propia destrucción”. Bolívar entendió antes que Marx que una idea se vuelve fuerza material cuando se apodera de las masas y que los ex esclavizados podían ser aún más que un ejército libertador: un pueblo en marcha hacia una revolución cuyo motor sería la información, el conocimiento, la conciencia. Con este fin creó “El Correo del Orinoco” y multiplicó las asambleas populares para propagar las ideas nuevas a lo largo y ancho de sus campañas militares.
¿Cuáles “ideas nuevas”? Contra lo que llamaba “la odiosa división de clases y de colores”, Bolívar proponía “un gobierno eminemente popular, eminemente justo”, un “gobierno Republicano-popular, decidido por la intervención de la mayoría políticamente apta”. Históricamente Bolívar fue el primer gobernante que usó el término de “seguridad social”! En EEUU se acuñó “social security”, después que Eleanor Roosevelt hizo el comentario sobre Bolívar. Este había tenido buenos profesores.
Su tutor principal fue el pedagogo republicano, empapado de ideas socialistas, Simón Rodríguez (1769-1852). Su visión dialéctica de la Historia (“lo nuevo no puede ser copia de lo viejo, tiene que ser otra cosa, inventemos o erramos”) lo hacía reivindicar la originalidad de la nueva institucionalidad de América Latina y rechazar la importación servil de modelos ajenos.
Muchos años antes que Marx, Rodríguez observó que “la división del trabajo en la producción de bienes, solo sirve para embrutecer la mano de obra. Si para producir tijeras para uñas, baratas y de calidad, tenemos que reducir los trabajadores a máquinas, es preferible que nos cortemos las uñas de los dedos con los dientes”. (3) Carlos Marx cuestionaría más tarde “la limitación del desarrollo profesional y su supeditación a la división del trabajo”, al decir que “en una sociedad comunista, no habrá pintores sino, a lo sumo, hombres que, entre otras cosas, se ocupen también de pintar.” (4)
Esto explica por qué un gobierno bolivariano habla hoy de reducir el tiempo de trabajo para liberar el tiempo de la verdadera vida, la del ocio, estudios, creación, lazos familiares y sociales – cuando la izquierda del mundo entero olvidó su razón de ser y no ve el trabajo sino como un “derecho”. ¿Algunos gerentes dentro del proceso bolivariano frenan la transformación de las relaciones de producción y reproducen los viejos esquemas de poder? Pero Venezuela es uno de los pocos países en donde las nacionalizaciones y los rescates conjuntos de empresas por los trabajadores y el Estado se ven acompañados por esfuerzos de concientización. “Si no transformamos las relaciones que están en la base de la sociedad nuestro socialismo seguirá siendo un fantasma errante” explica Hugo Chávez.
Otro héroe de la independencia, tan importante como desconocido, fue el general-filósofo José Ignacio Abreu e Lima (1794-1869), venido de la revolución pernambucana para pelear junto a Bolívar, redactor de periódicos revolucionarios y quien dejó una obra monumental, “El socialismo” (1855). Al final de su vida decidió hacer de su casa un consultorio popular, prefiguración de la Misión Barrio Adentro, el programa iniciado en Venezuela con el apoyo de Cuba para llevar la salud gratuita a millones de pobres.
Cuando uno considera el papel de los militares en la Revolución Bolivariana, debe recordar que siempre ha existido en América Latina, a pesar de y en contra los afanosos alumnos de la National Security, una vena militar humanista y progresista que tiene como nombres (entre otros) Arbenz (Guatemala), Prestes (Brasil) o Velasco Alvarado (Perú) (5).
En el caso venezolano, el ejército fue concebido por Bolívar para emancipar, no para dominar. El concepto de unión cívico-militar permitió reanudar esta identidad y sustituir un ejército de robots antisubversivos egresados de la School of Americas por un ejército consciente de su ser ciudadano. La idea no fue inventada por Chávez sino por el general Ezequiel Zamora (1859-1863) quien luchó después de Bolívar por “tierras y hombres libres” y colocaba una gorra militar en su sombrero de campesino para significar su doble condición de ciudadano-soldado (6). El ejército zamorano era una escuela itinerante donde los trabajadores rurales sin tierra aprendían a leer y estudiaban las ideas del socialismo utópico.
Chávez sale de esa escuela: “es cierto, soy un hombre del siglo XIX. Pero creo que nuestras ideas son más modernas que las de un neoliberalismo que nos devuelve a la Edad de Piedra”. El joven militar de origen campesino, mestizo e indígena por su abuela, se negó a reprimir a los campesinos y logró colarse por las rendijas del sistema para estudiar las ciencias políticas.
En 1989, mientras una muchedumbre entusiasta recoge los escombros del muro de Berlín, el pueblo venezolano está de pie en la calle para decir no a las medidas de austeridad impuestas por el FMI y por el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez. La represión deja 3000 muertos. Al mismo tiempo el ejército estadounidense invade Panamá y masacra miles de civiles. Estos crímenes contra la humanidad, impunes, ocultados por los grandes medios, indignan a unos militares de extracción popular como Hugo Chávez quienes deciden resucitar la frase de Bolívar: “maldito sea el soldado que dispara contra su pueblo”. Rechazan todo tipo de pinochetismo y denuncian la ideología entonces dominante del “Fin de la Historia”.
Es al frente de un árbol legendario, el Samán de Güere, símbolo de la resistencia indígena, que los fundadores del Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 (MBR 200) se juramentan. Ahí donde las indígenas iban a parir, lugar predilecto de Bolívar para acampar las tropas. Un árbol, dos siglos, tres raíces: Ezequiel Zamora, Simón Rodríguez, Simón Bolívar. Son estos hombres de verde y rojo meditando frente a un árbol, y no los partidos de izquierda, los verdaderos autores intelectuales y materiales de una revolución que desde entonces ha “inyectado vitaminas a la democracia latinoamericana” (Eduardo Galeano). Desde la primera elección de Chávez (1998), Venezuela es el país que más escrutinios ha convocado. Todos fueron validados por los observadores internacionales (UE, OEA, etc.) lo que hace de Chávez, según Lula, “el presidente más legítimo de América Latina”.
Cuando en 2011 éste habla de radicalizar el proceso, no se trata de “endurecerlo” sino de volver al árbol de las tres raíces y de múltiples ramas: al Bolívar ecologista quien toma medidas para evitar la matanza de vicuñas, prohibir la tala indiscriminada de los bosques y preservar las fuentes de agua para la agricultura, al Bolívar indigenista quien restituye tierras a los pueblos originarios y prohíbe su servidumbre, al Bolívar agrarista quien reparte la tierra a los miembros del Ejército Libertador con capacitación y apoyo para quien la trabaje, al Bolívar promotor de la educación popular quien decreta en 1829 la obligatoriedad de la educación primaria (7) y crea la universidad de Cuzco, al Bolívar antiimperialista quien predice que los Estados Unidos van a “plagar la América de miseria en nombre de la libertad” e intenta organizar el Congreso de Panamá sin ellos (1826) y sobre todo al Bolívar republicano para quien la salvación pública pasa por la asamblea ciudadana permanente, constituyente, legislativa: “Creo más en la sabiduría del pueblo que en los consejos de los sabios”. Los agentes estadounidenses esparcidos en todo el continente hicieron de este credo democrático su blanco principal. Sus campañas de prensa difundían la imagen de un “César sediento de poder, de un dictador loco a eliminar” para aislarlo y alejar a los pueblos de su proyecto de Unión de Repúblicas.
Dos siglos más tarde los grandes medios reciclan la misma campaña, palabra por palabra. Pero la Revolución Bolivariana sigue concretando su ideal democrático por la acumulación de derechos y espacios nuevos para que el pueblo pueda moldear el Estado. La ley del Poder Comunal aprobada recientemente por la Asamblea Nacional y cuya pieza central es la comuna organizada por los ciudadanos, se inspira en las ideas de Bolívar. Y si bien la dictadura mediática sigue vivita y coleando (80 % del espectro de las radios y televisoras, así como de la prensa escrita, están en manos del sector privado y de la oposición), la revolución ha legislado para que salgan de la clandestinidad centenares de medios alternativos, populares, críticos, administrados por los mismos ciudadanos.
“La democracia es necesariamente revolucionaria”. ¿Por qué “necesariamente”? Porque hace entrar en escena a una mayoría social demasiado consciente, demasiado inteligente para dejarse manipular como otrora, y con ella nuevas necesidades, nuevas críticas, nuevos centros de interés que exigen a su vez cambios sociales, culturales, económicos, institucionales y así consecutivamente. La Revolución Bolivariana apuesta por la inteligencia y por el protagonismo de las diversas organizaciones populares.
Recientemente el sociólogo brasileño Emir Sader recordaba que la universidad latinoamericana sigue en su mayoría encerrada en sí misma, alejada de los pueblos (8). Hace pocas semanas el profesor chileno de periodismo Pedro Santander Molina se encontraba en Caracas para exponer una investigación en la Universidad Central. Tuvo la curiosidad de caminar hasta la cercana Universidad Bolivariana. Cuenta el inmediato contraste con la UCV: “más morenos y más morenas, más carteles, más ruido, más vida. Y lo primero que supe conversando con gente de ahí fue una sorpresa: la Bolivariana es una universidad pública ¡de reciente creación y gratuita! (..) Es inevitable no comparar: en Chile no se crea universidad pública hace como 80 años”. Luego cuenta la mercantilización desenfrenada de la educación superior en su país y su emoción redoblada al ver ofertada al pueblo venezolano una literatura de todo género y a bajo precio, lo que le recuerda la política de la editorial Quimantú, creada con el mismo fin bajo el gobierno de Salvador Allende. (9)
El profesor de Bolívar, Simón Rodríguez, también atravesó el desierto chileno, luego se fue al Perú, creando en todas partes escuelas en las cuales se mezclaban negros, mulatos, pardos, indígenas, hasta que la oligarquía las cerrará. Dos siglos después Venezuela las reabre. Cerca de la mitad de la población estudia y la UNESCO ha otorgado en Enero 2011 un premio al gobierno por masificar las tecnologías de la información en manos de los sectores populares. (10)
Algunos profesores “de izquierda” no perdonan a Chávez el haberles quitado su monopolio de la crítica. Al final del largo camino, más allá de las polémicas importadas, la Universidad Bolivariana seguirá descolonizándose y desplegándose en las comunidades de todo el país, volviéndose periferia de un centro: el pueblo organizado, con su inteligencia colectiva, con su capacidad de criticar, el gran “intelectual orgánico”. Ya las materias no provendrán del “circuito cerrado de la clase media” sino de las necesidades de la mayoría social. ¿Cómo repensar la agronomía al servicio de la soberanía alimentaria? ¿La investigación científica en función de la salud pública y del desarrollo nacional? ¿Cómo escribir una historia popular de Venezuela? ¿Cómo refundar el periodismo a partir de la propiedad social de los medios de producción de la información? “El genio se salió de la botella, nadie podrá regresarlo”.Thierry Deronne, Caracas, enero 2011
Fuente: http://www.larevolucionvive.org.ve/spip.php?article1410
Notas
(1) Véase “La Rebelión de José Leonardo Chirino”, http://www.minci.gob.ve/reportajes/…
(2) Véase “La “Primera independencia” de Nuestra América: algunas lecciones de la historia” de Luis Suárez Salazar (Cuba): http://www.centrocultural.coop/blog…
(3) Simón Rodríguez citado por Richard Gott, In the shadow of the Liberador, Verso, Londres 2000, p. 116.
(4) Carlos Marx, Federico Engels, Obras Escogidas en tres tomos (Editorial Progreso, Moscú, 1974), t. I
(5) Aun en un éjercito de clase como el chileno, Jorge Magasich ha mostrado que un número significativo de militares se negaron a participar en el golpe de 1973, sobre todo en la Marina, y lo pagaron muy caro. Véase “Los que dijeron ‘No’”, http://www.lom.cl/catalogo/producto….
(6) Richard Gott, op. cit.
(7) Según el historiador venezolano Augusto Mijares, la obligatoriedad de la educación en Venezuela, precedió incluso su debate en Francia…
(8) Emir Sader, entrevista publicada por la Agencia Venezolana de Noticias http://www.avn.info.ve/node/38493
(9) Pedro Santander Molina, testimonio publicado por Ciudad Caracas, http://ciudadccs.info/wp-content/up…
(10) Véase http://www.correodelorinoco.gob.ve/…
Iconografía
Cuadro 1: “Apamates de mayo”, autor: César Rengifo (Venezuela). Fecha: 1973. Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/…
Cuadro 2: “Juramento del Samán de Güere”, autor: Aryssasi (Venezuela). Fecha: 2008. Fuente: http://encontrarte.aporrea.org/crea…
Fotografías de Joao Ripper (Brasil). “Encuentro de milicias populares” y “Metrocable”, Caracas 2010.