De entre los muertos

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El otro día sus alumnos le preguntaron qué hacía en Halloween. Y no supo qué contestar. Al día siguiente la conversación en los grupos de whatsapp versó sobre el planazo de salir la noche de las brujas, y su teléfono no paraba de quejarse al recibir todo un aluvión de fotos de hijos ajenos, primos y sobrinos disfrazados de zombis, fantasmas o similar en la fiesta del cole de cada cual. Flipa con la buena maña para aquello del maquillaje, la aguja y fundamentalmente la gestión del tiempo de esos seres superiores llamados madres.

Aun así hay mucho moderno que se rasga las vestiduras por la  tradición importada cuando come hamburguesas a dos carrillos, escucha al Boss con su iPhone 6 diseñado en California –y ensamblado en China-, enfundado en sus Levi’s mientras calza unas Converse vintage. Recuerda como hace 10 años, al mudarse a su nueva casa del extrarradio, una escandalera por el rellano le inquietó. De pronto, risas y timbres sonando. Abrió la puerta en pijama a un puñado de niños desconocidos y sonrientes. Truco o trato. ¿Cómo? Truco o trato, repitieron. En Mislata, un día entre semana a las 10 de la noche.

Ojiplática tuvo que cerrar la puerta convirtiéndose, a ojos de aquellos pequeños, en la rubia sin hijos ni corazón oficial del lugar. Había olvidado por completo el día en el que estaba. No tuvo ni una mísera onza de chocolate que darles. Como mucho, algún Halls olvidado en un bolso perdido. Se sintió tan fuera de órbita. Una viejoven en toda regla.

Al día siguiente, sus compañeros le reprendieron, ¿acaso no había ido al súper a por un surtido de chuches? 10 años después, Halloween se ha impuesto. Probablemente los modernos que se resisten a esta parte amable del pensamiento único disfrazado de bruja guarrona vayan hoy, día 1, a los camposantos a honrar a sus muertos, compren huesitos de santo y degusten buñuelos de viento.

Ya, ella tampoco los ve. Los ve más próximos al abrazo de la tradición mexicana con sus altarcitos y ofrendas opíparas. Somos iguales en nuestras diferencias. Sobre todo en la muerte. La cultura siempre suma, venga de donde venga.