(Foto: Ned Dishman/NBAE via Getty Images)
Hace unos meses, escribí un artículo sobre el retorno a las canchas de Eddy Curry, un jugador al que muchos habíamos dado por desahuciado después de un largo historial de lesiones, sobrepeso y problemas extradeportivos. Sorprendentemente, Curry apareció más delgado que nunca, y con ganas de comerse el mundo (ahora en el buen sentido). Por desgracia, otra nueva lesión le ha hecho decir adiós a la temporada después de jugar sólo siete partidos. El tema Curry no pretendía inaugurar una sección, ni mucho menos, pero he sentido la necesidad de retomar el título de aquel post para ilustrar el regreso a los parquets de la NBA de otro jugador al que también dábamos por perdido: Shaun Livingston.
Shaun Livingston sólo tiene 24 años, pero ya le han pasado cosas que no le ocurren a muchos jugadores en toda su carrera. Todo empezó en el instituto Peoria Central, el high school de su ciudad natal en el estado de Illinois. Allí, Livingston empezó a ser comparado con uno de los más grandes, Magic Johnson. Era un tipo espigado de 2.01 que jugaba de base a pesar de sacar más de una cabeza a todos sus marcadores. Era capaz de anotar con la misma facilidad que tenía para repartir juego, y su altura le permitía rebotear con fluidez. Se dio a conocer a nivel nacional en el McDonald's All-American de 2004, en el que compartió MVP con Dwight Howard, la otra sensación del país a nivel colegial y futuro número 1 del Draft.
Después de ese encuentro, las principales universidades se rifaron a Livingston. La oferta más seria fue la de los Blue Devils de Duke, pero el base decidió no acudir a ningún college e intentar el salto a la NBA con 19 años. Los Angeles Clippers y Charlotte Bobcats (en su primera temporada en la liga) habían intercambiado las elecciones número 2 y 4, y los angelinos seleccionaron a Shaun Livingston en la cuarta posición del Draft de 2004. En sus dos primeras temporadas en la NBA no disputó todos los minutos que esperaba, en parte por culpa del gran estado de forma de un rejuvenecido Sam Cassell. Todo parecía ir mejor en la temporada 2006-07, en la que había encontrado sitio en el quinteto titular y promediaba más de 9 puntos y 5 asistencias por partido. Hasta que llegó la desgracia.
La casualidad quiso que fuera en un partido contra los Bobcats, el 26 de febrero de 2007, cuando Livingston cayera mal sobre su rodilla izquierda después de fallar una bandeja. En esa caída se pulverizó el menisco y los ligamentos (la famosa triada), una lesión tan grave que se temía por su carrera. Su larga rehabilitación hizo que se perdiera toda la temporada 2007-08, tras la cual los Clippers no hicieron efectiva la qualifying offer de 5.8 millones de dólares y convirtieron al jugador en agente libre sin restricciones. Casi un año y medio después de su lesión, Livingston volvía a las canchas para buscar un sitio en las ligas de verano. Minnesota y Portland se interesaron por él, pero acabó firmando con los Miami Heat, equipo con el que apenas tuvo minutos. Los Heat lo traspasaron a Memphis a cambio de una segunda ronda en 2012, pero fue cortado por los Grizzlies sin darle tiempo siquiera a que tomara un avión hacia Tennessee.
Con su carrera en punto muerto, Livingston probó suerte en la D-League, concretamente en los Tulsa 66ers. Sus buenos números (9.5 puntos, 3 rebotes y 6 asistencias) hicieron que unos Oklahoma City Thunder cortos en el puesto de base se fijaran en él, y le ofrecieron un contrato hasta el final de la temporada. De nuevo pocos minutos y muchas lesiones le lastraron, y los Thunder le cortaron el pasado 22 de diciembre de 2009. Sin equipo desde entonces, Livingston sorprendió a todos firmando dos meses después (el 23 de febrero) un contrato de diez días con los Washington Wizards, un equipo sin apenas bases tras las sanciones de Javaris Crittenton y Gilbert Arenas y el buyout de Mike James.
Lo que parecía iba a ser otra corta estancia en un equipo NBA tiene visos de convertirse en una relación más amplia. Hasta ahora, el base está ya en su segundo contrato de diez días, y ha jugado un total de nueve partidos con una media de 5 puntos y 3 asistencias en 15 minutos de juego. El pasado día 13, en la derrota contra los Magic, Livingston registró 18 puntos y 8 asistencias, su mejor partido desde aquella fatídica noche de hace tres años y que le sirvió para ganarse la titularidad en el siguiente encuentro. Se dice que su agente le llamó casi entre lágrimas para felicitarle después de ese partido ante Orlando. El propio Shaun se muestra prudente y mira sólo el día a día. Sabe que una vez iba a ser el base del siglo XXI, pero que ahora debe limitarse a buscar el sustento para su familia. Esperemos que tenga suerte.