Necesariamente una introduccción a la Filosofía debe ofrecer una primera aproximación lo más clara y precisa y posible. La caracterización de la Filosofía como “teoría de lo que hacemos” permite, al menos, así lo creemos, esta aproximación. Pero lo que inmediatamente reclama esta definición (que no es tal) es aclarar a su vez los dos términos que articula: teoría y hacer. Y esto es lo que me propongo ahora.
teoría.
(Del gr. θεωρία).
1. f. Conocimiento especulativo considerado con independencia de toda aplicación.
2. f. Serie de las leyes que sirven para relacionar determinado orden de fenómenos.
3. f. Hipótesis cuyas consecuencias se aplican a toda una ciencia o a parte muy importante de ella.
4. f. Entre los antiguos griegos, procesión religiosa.
De las definiciones que nos propone la RAE vamos a eligir la primera de ellas, es decir, como un conocimiento especulativo y en cierta medida contrapuesto a práctica. Ahora bien, se hace preciso al menos aclarar la noción de especulativo que tiene dos posibles acepciones según su origen etimológico (ambas proceden del latín).
Speculum: que significa “espejo”.
Specula: que significa “torre”, “atalaya”.
Lo que me interesa de estas dos acepciones es que remiten a un artefacto y a una construcción, lo que proporciona dos imágenes muy precisas de lo que significa teoría, evitando rodeos del lenguaje. Por tanto la teoría puede referirse a un espejo en el que se refleje lo que hacemos, a una altura desde la que divisar, lo que hacemos, la torre. La teoría ya sea espejo o atalaya también hay que hacerla. Sin embargo, la teoría no es el hacer mismo, no puede confundirse con aquello sobre lo que teorizamos, la teoría en tanto que se construye imita al hacer que hace espejos y torres (óptica, arquitectónica, geometría...). En cierto modo tanto el espejo como como la torre son figuras o metáforas de lo que es la teoría, además representan la distancia efectiva respecto de lo que efectivamente hacemos. Un espejo aunque refleje exactamente la imagen que tiene delante, sólo refleja lo que efectivamente tiene delante, y además invierte las posiciones espaciales. Una torre por la distancia a la que se eleva permite ver con más claridad el conjunto pero a costa de los detalles, si hacemos la torre más baja perdemos lo que efectivamente nos aporta la altura, aunque nos permita distinguir los detalles, por tanto, la especulación ya sea según la metáfora del espejo o de la torre debe aplicarse inserto entre las cosas (en latín: in media res). Nunca se contruye el Espejo o la Torre.