Dicho esto, vamos con la purrela.
Con razón los animalistas, el POSI, la ORT, Bandera Roja, Falange Española, Izquierda Anticapitalista e incluso Izquierda Unida nunca se comieron gran cosa en términos electorales. Ahora tenemos la confirmación empírica de que alejar a los ultras pintorescos del foco de lo público es una buena cosa.
En Estados Unidos coquetearon con el KKK durante unos cuantos años. Incluso la convención nacional del Partido Demócrata llegó a postular a un miembro del KKK como candidato presidencial para las elecciones de 1924.
Nueva Jersey, 1924. Celebración del Partido Demócrata.
Naturalmente, tras largo debate, al final el candidato presidencial se aprobó por consenso. No fue ni un miembro del Klan ni un católico. Con esa oposición el republicano Calvin Coolidge revalidó para un segundo mandato sin pestañear siquiera.Para acceder a un cargo de representación pública uno debe ser representativo de quienes va a representar. Andan hoy los consentidos progres con la mirada baja, con un razonable sentimiento de vergüenza al prestar su voto al volquete de nazis, magufos, ultras, hooligans y gente con problemas mentales que han depositado en ayuntamientos y parlamentos regionales. Para alivio de su pena hay que recordar que sin la entusiasta colaboración de los robocidas del PP esto no hubiera sido posible. La caída del turnismo produce este tipo de excrecencias del sistema. La producción de anticuerpos necesita el paso de las fiebres. Es normal, se pasará.
Mientras tanto deleitémonos con el espectáculo que nos ofrecen las bestias pardas. Hay que aprovechar ya que seguramente sea lo único gratuito que nos ofrezcan.
Aquí tenemos al señor Gargante, de Kandidatur von Volksunion, una coalición nacionalista sin cuyo apoyo la coleta Colau no hubiera podido ser nombrada alcaldesa de Barcelona.
Estoy seguro de que al señor Gargante le gustan los animales.
Es duro ser nazi pero más duro es ser perroflauta. Algunos, en espera de no tener que pasar el cazo porque ya recibirán sueldo del ayuntamiento o una subvención pública para su Kulturzentrum, tienen que buscarse la vida vendiendo teléfonos móviles y cámaras de fotos con la amabilidad y sutileza que les caracteriza.
Qué injusto soy, dando a entender que gente tatuada que actúa con la turba entiende el alemán. Claro que no lo entienden, ni falta que les hace.
Mucho se ha escrito sobre el pequeño nazi que todos los gritones albergan en su interior. De ahí su querencia por las banderas, los eslóganes, los desfiles y la acción en la calle (Straßenaktion). Nunca viene mal recordar aquellas reflexiones de Arendt sobre la banalidad del mal. Un sujeto que renuncia a su libertad de elegir entre el bien y el mal (alguien que no sirve para ser sexador de pollos), es un sujeto maduro para cumplir la función de simple herramienta o engranaje en una estructura de mal que le desborda.
No hay que ser un gran ideólogo, ni un incentivado entusiasta para dejar a un lado la libertad de distinguir entre el bien y el mal y ser un simple peón en un juego mayor. Eichmann no era más antisemita que otros muchos de sus contemporáneos, ni tampoco un nazi que destacara por su entusiasmo ideológico. Eichmann era un tipo que cumplía órdenes sin escrúpulos y que por tanto había renunciado al mayor poder que tenemos los hombres, el poder de elegir, el poder de distinguir, el poder de separar, el poder de criticar.
El hijo de uno imputado por el caso de las tarjetas black. El Norte no olvida.
Uno de estos tuvo que dimitir por sus comentarios antisemitas (dimitir el primer día de trabajo por comentarios antisemitas, pensadlo) y enseguida corrió el puesto en la lista y vino a sustituirle otro igual que él.Una pizpireta coleta que no hace falta definirla porque se define sola. Aunque si hay dudas, siempre podemos preguntar.
Sospecho que se produce cierta desconexión. Casi no tengo ninguna duda de que ante la respuesta del público llevándose las manos a la cabeza su reacción fue más bien la de extrañarse. ¡Qué rara es la gente!, habrá pensado ese pequeño y humeante cerebro. Cuando el mundo de una persona es muy pequeño, la cantidad de cosas extrañas, de sorpresas y de miedos es muy grande. Afortunadamente para ella y su ralea eso tiene solución, se llama leer libros (y también ver películas e incluso jugar a videojuegos. Ah, y sobre todo viajar, aunque eso es más complicado y por lo tanto más disculpable).
Se puede decir que alguien muy joven tiene cierto margen para decir estupideces. Estoy de acuerdo. Por eso, cada vez que leemos declaraciones como estas nuestra indignación y asco también están dirigidas al responsable —que suponemos adulto— que confeccionó esa lista electoral.
Facultad de Ciencias Políticas, Universidad Complutense.
Y se puede esgrimir como excusa que la elaboración de una lista electoral entre una miríada de grupos y corrillos de amiguitos da lugar a malas elecciones, pero una vez que tienes la lista hecha ya depende de ti a quien nombras como portavoz de tu grupo. Y la jueza coleta decidió nombrar a una señora que está pendiente de juicio por delitos contra la libertad de conciencia. Sí, contra la libertad de conciencia. No es que esta señora orinara en un espacio público o encendiera un chisgarabís en el baño de un avión, no, delito contra la libertad de conciencia y es concejala.Ipso facto uno pensaría que tras toda la presión contra los imputados de PP y PSOE en las últimas semanas, esta señóra dimitiría inmediatamente. Pues va a ser que no.
Al estar imputada "por una acción feminista" no tiene por qué dimitir.
Y lo mejor es que se justifican. No fue un delito de robar fondos públicos, sólo contra la libertad de conciencia, que es algo que no tiene nada que ver con la política, qué va. Es más, es que considero más grave para un político estar imputado por un delito contra la libertad de conciencia que por corrupción. Robar está muy feo, violar al Título Primero de la Constitución sobre el capó de tu blablacar híbrido en el aparcamiento de un Carrefour a medianoche es peor en un grado muy superior. Hablamos de esa parte de la Constitución que no es fácil de cambiar —"De los derechos y deberes fundamentales"— porque resume lo básico sobre lo que se construye toda la política en España.
No se vayan que todavía hay más. Entre las nuevas concejalías donde los coletas meten a esta tropa encontramos "Bienestar Animal" en Santiago de Compistola, "Ciclo de la Vida, Feminismos y LGTBI" en Barcelona, "Modelo de Ciudad" en Pinto, "Agricultura y Huerta" en Valencia (lean: que «se generen las condiciones para que la huerta sea la despensa de la ciudad y que no haga falta traer productos de Marruecos ni de ningún otro sitio», con "os lo dije" creo que me quedo corto). Todas estas cosas con sus convenientes imitaciones en el PSOE y otros partidos, faltaría más.
Más allá de los nazis, de la homeopatía y de todas estas caralladas, está la adscripción emocional. La gente, cuando rinde su capacidad para distinguir entre el bien y el mal, es capaz de poner —de forma imperceptible para sí misma— su aptitud y su actitud al servicio de las más bajas aspiraciones. El 30% de los alemanes no votaron al partido nazi porque les pirrasen las peleas de bar y el paso de oca. El mal nunca llama a la puerta diciendo que es el mal. Ni siquiera a los malvados les gusta el mal. Es la rendición de la crítica la que convierte en un proceso banal la adscripción al mal. Es el dejarse llevar, es el bajar la guardia, es el empezar a buscar justificación a lo que no tiene justificación.
Cualquiera con la debida motivación es capaz de justificar cualquier cosa. Esa es la banalidad del mal. Pero todos tenemos la capacidad de aprender y la mayor lección histórica de la política que tenemos que tener presente es precisamente la del grado supremo de maldad pública. Esto es como en el fútbol: en los mundiales todos estamos un poco pendientes de lo que hacen Brasil, España o Alemania, porque todos conocemos la importancia que tiene el grado supremo en una comparación. Es por ello que en política hay que huir de quienes dicen que no se puede comparar nada con los nazis. Claro que hay que comparar con el grado supremo (en este caso de maldad pública), aunque sólo sea para recordar que no fueron las peleas de bar ni los desfiles lo que llevó al partido nazi al poder, sino los comedores populares y el empleo en las obras públicas.