Volverse explorador del mundo y empezar por las personas.
Analizar el terreno, observar a los sujetos, escoger a uno que sea propicio para nuestra investigación.
Trazar un plan, repasarlo una y otra vez, sin dejar cabos sueltos, estar completamente seguros de los pasos que vamos a seguir.
Estudiar a la persona, aprender sus gestos, memorizar sus palabras, recrear su olor, grabar en el recuerdo su voz. Descubrir el mundo que alberga dentro, convertirse en el primer explorador, en un descubridor, un conquistador exitoso.
Izar nuestra bandera para proclamarle como una propiedad, como nuestra tierra, nuestro nuevo territorio, a veces más propio que el nuestro natural.
Indagar en la historia de aquella tierra desconocida, aprender cuando florecen las flores y en qué momentos caen las primeras nieves; qué comida es la típica y qué canciones hacen que todo fluya.
Explorar como si no hubiese un mañana cada pequeña superficie de aquel lugar, trazar mapas, memorizar ríos y montañas, valles y terraplenes. Escribir leyendas sobre aquel lugar que poder transmitir a futuras generaciones, aprender a amar aquella tierra explorada por uno mismo como la propia.
Querer morir allí, llamarlo hogar.
Revista Coaching
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