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De frutas y homínidos

Publicado el 29 abril 2014 por Lázaro Caldera Gómez @lassie_caldera
Alguien que no esta muy en su sano juicio lanza un plátano al césped del estadio del Villarreal, El Madrigal. El lateral derecho del Barcelona, Dani Alves, lo coge, lo pela un poco y se lo come.
Es un gesto que puede parecer, a la vez, tan valiente como chulesco. Tan natural como rebuscado.
DE FRUTAS Y HOMÍNIDOSEs una escena curiosa, sin duda, que por desgracia se repite muchas veces, pero que ésta vez adquiere una dimensión diferente por su final casi cómico, pero que tiene la misma lectura clásica: el racismo en el fútbol es una lacra. ¿Racismo? Sí, lo hay. ¿Aquí? Puede que no.
Porque, ¿qué elementos se cumplen para que consideremos este acto como un atentado por cuestiones raciales? Dejando de lado el asunto de que el lanzamiento de objetos a un futbolista o a cualquier persona que se precie, dentro de un campo de fútbol o fuera, debe estar penado con severidad, supone un riesgo asumir que el hecho de que Dani Alves sea de piel más o menos oscura, que levante odios en las aficiones rivales (nada nuevo) y que sea poseedor de insultos tan infantiles como "mono", tiene poco que ver con el racismo. Surge el conflicto cuando la sensibilidad hacia problemas de este calibre se encuentra con los colores de piel. Pocas veces se habrá hablado de racismo cuando a un varón caucásico de ojos azules se le haya llamado "lechón" o bolita de nieve, si la casualidad quiere que además esté rellenito, o al pelirrojo se le llame "zanahorio" o "pimentón". El racismo es una situación de menosprecio que, escudada en el mal endémico de la historia, que ha tenido como sufridas víctimas a las personas de raza negra, encuentra ahora resquicios en cualquier situación de tensión para hacerse presnete, cuando tiene como protagonista a una persona cuya piel está más cerca del negro que del blanco.
Esos actos se motivan hacia las personas de tez oscura, que, sin querer, se convierten en víctimas de quien puede cometer el atentado hacia su persona, insultándolesmlnazándoles improperios o menosprecios, u objetos (como es el caso), pero también de quien considera atentado racial a algo que, en ocasiones, no tiene por qué serlo. El racismo no está solo en quien creemos que actúa con respecto a él, sino en los que lo ven, aunque la situación no lo muestre claramente, y éste solo aparece como consecuencia de una interpretación absolutamente subjetiva.
Quiere la casualidad, o ha querido, además, que la fruta en cuestión que protagoniza el asunto sea el plátano, no el pomelo, la naranja o la manzana. No. El plátano. Quiso la casualidad que el dueño de dicha fruta no tuviera a mano un mango o una papaya quizás, con la que pagar sus frustraciones contra Dani Alves, al que llaman "mono", no amistosamente precisamente, para que algunos hablen de racismo y hagan relaciones desde una casualidad evidente. Como si llamar mono o alguien, como cerdo o zorro, convierta al dueño del símil en un xenófobo racista y además, con el agravio de la situación que mencionamos, donde el plátano, fruta amiga del mono, justifica la comparación, en una sucesión de elementos que se convierte al final, en un artificio muy lejos de lo que debe considerarse objetivamente como violencia racial.
Imagino al dueño del arma maquinando el plan, premeditando que debía ser el plátano, para que, junto a Alves, protagonice una foto tan paródica como irónica, donde el "mono" y su fruta favorita posen para que los que tomen la imagen caigan en la trampa del astuto agresor, un pobre imbécil que no tuvo nada a mano más que la fruta que se llevó ese día para comer en las gradas. Qué soberana tontería.
El nivel de imbecilidad al que puede llegarse en estos casos es bestial. El que lo lanza como culpable y el resto, como víctimas de nuestra propia sensibilidad, que no nos deja ver más allá de lo que hay: un plátano que cae lanzado por el imbécil de turno, y alguien, en un gesto natural, valiente o chulesco, lo que se quiera, que se lo come. Hablemos de siemple menosprecio y violencia. Punto. Y ojo, no va la cosa de defender a quien lanza la fruta (ni mucho menos) y criminalizar a la lógica víctima (que es Alves), sino de intentar dejar claro donde debe estar marcado el límite entre lo razonablemente violento desde lo racial, y una casualidad, que, si violenta, no es más que eso, casualidad, donde el mono es más mono porque le tiran un plátano y el racista lo es porque ha montado la escena ideal del mono con su fruta favorita.
Todos somos libres de hacer las lecturas que queramos sobre cualquier situación, pero por supuesto, tenemos que hacernos responsables de las consecuencias que se deriven. De como el plátano es la excusa por la que sin querer, ya hemos considerado mono al que no es, que lo ha podido ser por odio, y hoy, lo hemos convertido en tal, quizás, por una simple casualidad motivada por la violencia (que existe) pero no en términos de color de piel. Un asunto de frutas y homínidos donde quizá, ninguno quiso ser protagonista y fue la casualidad, quien repartió los papeles... O la mala fe de quien ve fantasmas donde no los hay.

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