Revista Solidaridad
Hoy voy a comentar un artículo que se ha publicado sobre la agenda social que tendrá que afrontar el nuevo Gobierno, cuando se constituya, si es el caso.
Lo podéis consultar aquí. Artículo.
Estoy de acuerdo en gran parte de su contenido: la pobreza, la mal llamada (a mi juicio) pobreza infantil, la vivienda, los desahucios, la renta mínima, las listas de espera en dependencia, la violencia contra la infancia, los derechos LGTBI, la situación de la inmigración, los refugiados, los niños migrantes sólos…
Temas importantísimos en lo social que deberían ser abordados con seriedad y con profundas y valientes medidas más allá de los ligeros retoques o maquillajes que muchas veces vemos en política social.
Pero el artículo me ha preocupado profundamente, sobre todo cuando se refiere a los servicios sociales.
En él se reclama mayor financiación del Sistema Público de Servicios Sociales, (lo cual significa mayor financiación para los Servicios Sociales Municipales en los que se asienta) mediante el incremento de los fondos estatales del Plan concertado de Prestaciones Sociales Básicas.
Hasta aquí todo correcto. Una reivindicación histórica que corregiría la felonía que ha venido cometiendo el Estado recortando cada vez más su aportación al Plan.
Pero ¡atención! A continuación el artículo nos dice qué son esas Prestaciones Básicas. Y literalmente plantea que “son aquellas relacionadas con la alimentación, la ropa, o la vivienda de emergencia”.
Cualquiera que lea el artículo podrá interpretar por tanto a qué se dedican los servicios sociales: somos los que pagamos los alimentos, la ropa, la vivienda y los suministros a las personas y familias pobres.
Es preciso aclarar que las Prestaciones Básicas que desarrollan los Servicios Sociales Municipales y que se desarrollaron a través del Plan concertado, no son esas. Son prestaciones bastante más complejas, a través de las que se desarrollan multitud de programas, proyectos y actuaciones. Tienen que ver con la Información y Orientación, Ayuda a Domicilio y Apoyo a la Unidad Convivencial, Alojamiento Alternativo y Prevención e Inserción.
Constituyen el armazón que sostiene los Servicios Sociales, y reducirlas al pago de alimentos, ropa y vivienda de emergencia lo único que hace es fomentar el carácter asistencialista de los mismos y relegarlos a funciones residuales del resto de la política social.
Y eso es algo que no nos podemos permitir, a no ser que queramos volver a modelos más propios del siglo XIX, a los que parecemos estar abocados sin remedio y, en muchas ocasiones sin siquiera advertirlo.
Y ya que estamos aconsejando al futuro Gobierno sobre la política social, una humilde sugerencia: fortalezcan la red y las estructuras de los Servicios Sociales, incrementan las ratios de profesionales y los equipamientos, aclaren las funciones y desarrollen sus competencias. Después, diseñen las prestaciones.
No pongan, como en tantas otras ocasiones, al carro tirando de los caballos.