Desde los orígenes de la humanidad, los seres humanos han buscado la manera de organizarse para dar respuesta a las necesidades que no podían satisfacer por sí mismos, sin embargo no se plantea una respuesta sistematizada y reglamentada hasta la aparición de las sociedades industrializadas.
El Uso de la Máquina en la Sociedad Industrializada
Por ello, para comprender la situación de la acción social hoy en día, es importante hacer un breve repaso a sus orígenes y a su diferente configuración a lo largo de la historia. En este sentido, se puede plantear la existencia de tres etapas:
1.- Una primera etapa, llamada de beneficencia privada, basada en la caridad de carácter cristiano y filantrópico.
2.- Una segunda etapa, conocida como beneficencia estatal, en la que aparecen los primeros intentos de profesionalización.
3.- Una tercera etapa, denominada estado del bienestar, que supone la participación activa del estado en el reconocimiento y regulación de estas actuaciones.
De todas maneras, para entender cómo se organiza la acción social en cada momento se debe tener presente cuál es la filosofía y cultura dominante.
Comedor Social
BENEFICENCIA PRIVADA
Los mecanismos naturales de solidaridad
En general, en todas las sociedades, los colectivos han intentado solucionar los problemas que pudiesen surgir a cualquiera de sus miembros; de esta manera, las relaciones familiares y entre la vecindad han sido el marco natural de cooperación donde se han intentado solucionar los problemas que se hayan podido plantear.
En las sociedades más sencillas, la resolución de estos problemas se ciñe en exclusiva a este marco; sin embargo, a medida que ha ido aumentando la complejidad de las sociedades, los mecanismos de cooperación social y solidaridad se han incrementado en el mismo sentido.
Los gremios, un sistema pionero de protección
A partir de la época medieval, con la aparición de los gremios, aparece un nuevo sistema de protección basado en la contribución. Todos los miembros del gremio aportan una cuota que permite sostener económicamente a la organización y establecer mecanismos de protección para sus integrantes ante situaciones de necesidad.
La caridad cristiana
Hasta el siglo XV, la idea de que Dios es el centro del universo y sobre él gira cualquier tipo de conocimiento está en el centro del pensamiento y de cualquier actuación. En este contexto, la acción social también estará marcada por el teocentrismo y, por consiguiente, por el papel que la Iglesia y en general la religión que representa.
La idea de caridad cristiana preside este tipo de actuaciones que se concretan en casas de misericordia, albergues y hospitales así como, también, en las piadosas limosnas de las personas más pudientes. El objetivo de la acción social de estas prácticas se destina a atender a los colectivos más marginados.
De la caridad a la beneficencia
Con el desarrollo del comercio y la concentración urbana (a partir del Renacimiento) el monopolio del conocimiento que hasta el momento ostentaba la Iglesia pasa a ser compartido con corrientes de tipo humanista. Los humanistas cuestionan la idea teocentrista, relegando la religión al ámbito individual, de modo que las cuestiones terrenales pasan a ser competencia de las personas.
Esta secularización tiene también su traducción en el terreno de la acción social y, a pesar de que la Iglesia continúa con su papel hegemónico en este terreno, se empieza a desarrollar una beneficencia pública: por una lado filantrópica, muy acorde a las propuestas humanistas (caridad humanista) y, por otro, social.
Se empieza, así, a considerar la pobreza en su vertiente global y, por lo tanto, como objeto de intervención pública. Esta intervención se emprenderá en una doble dimensión:
1.- Estableciendo ayudas públicas sociales para hacer frente a estas necesidades y creando leyes de beneficencia por parte de los ayuntamientos.
2.- Promulgando disposiciones sobre gandules y delincuentes, que serán destinados al Ejército y a las obras públicas o encerrados en hospitales, asilos o prisiones.
La Revolución francesa. Un cambio de posición.
La Asamblea Francesa proclamará en 1789 los Derechos del ciudadano, declarando la pobreza incompatible con la revolución, de esta manera la mendicidad dejará paso a la la reclamación de unos derechos legítimos.
Con los principios de igualdad, fraternidad y libertad, las personas marginadas comienzan a ser consideradas ciudadanos con derechos y deberes. El Estado empezará a ocuparse de las situaciones de necesidad de sus ciudadanos como una obligación propia y no como algo ocasional o residual.
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