Revista Salud y Bienestar

De la familia a la comunidad: el Estado Social frente a la crisis

Por Saludyotrascosasdecomer

Os paso una carta del maestro Marco Marchioni. Un Encuentro sobre la Infancia, promovido por Unicef, ha sido la ocasión para  un re-planteamiento de la temática del Estado social en el nuevo contexto social, económico y político que se está des-dibujando en estos últimos años (y que he intentado analizar en"Reflexiones sobre el Estado Social y la crisis"). Aunque sea de manera muy sintética es necesario recordar que las políticas sociales desarrolladas en los países europeos mediterráneos han tenido un elemento diferencial muy importante con las desarrolladas en los países nórdicos. Éstos han sido siempre la referencia ideal y el ejemplo a imitar al hablar de Estado social. En estos países el Estado social se levantó sobre un Pacto político –mediado por el Estado- entre las organizaciones de los trabajadores y las empresariales. El Pacto permitía dedicar una parte importante de la plusvalía originada por el capital y por el trabajo a la creación de servicios públicos (sociales, sanitarios, educativos,  familiares y comunitarios, etc.) que permitieran a ‘todo el mundo’ la posibilidad de progresar adecuadamente en la vida en una cierta paridad de oportunidades y de condiciones. El Pacto no eliminaba las diferencias de clases, pero el Estado social hacía sí que éstas no impidieran una posibilidad más igualitaria de participar a todo el mundo. La naturaleza política del  Pacto hacía que el coste del Estado social recayera en la plusvalía capitalista (a través de una adecuada y seria política fiscal) y no sobre el gasto público, que es lo que, al contrario, ha ocurrido sustancialmente en los países mediterráneos. En estos países –junto, evidentemente, a otras causas como la crisis, la corrupción y el despilfarro- los costes del Estado social han sido cargados sobre el gasto público, generando un espantoso déficit del Estado, que ahora se quiere recortar para evitar la bancarrota económica general. En este marco y con estas limitaciones, en nuestros países, las políticas sociales, de hecho, han asignado a la familia tradicional un papel de compensación de las mismas y de contención de aquellas demandas sociales que en los países escandinavos fueron directa e inmediatamente asumidas por el Estado. Todo esto a expensas de las mujeres confinadas en casa y entregadas a dar respuesta a las demandas primarias de la familia -de la infancia y de las personas mayores fundamentalmente- que las políticas públicas no cubría. La familia se estructuró claramente en función de esta realidad y en función de los géneros. Los hombres trabajando en fábricas, llevando a casa el salario y participando en la vida pública. Las mujeres: atendiendo a las necesidades familiares,  renunciando a la vida pública, a su desarrollo profesional y a la independencia económica. Este mundo está desapareciendo y hoy la familia, por muchos motivos, no puede seguir asumiendo esos roles y esas funciones. Si queremos evitar que  la dicotomización social ya existente (es decir, las distancias entre clases sociales que pueden participar en la Aldea Global y clases sociales que van a ser excluidas de esta posibilidad) se haga irreversible e insuperable, las comunidades locales y la ciudadanía (municipios y territorio) tienen que asumir un nuevo papel compensador e integrador de  las carencias de las políticas sociales practicadas hasta ahora y sustituir el papel compensatorio que había sido hasta ahora de las familias. Este papel de las comunidades territoriales y de la participación de la ciudadanía es lo que hemos estado trabajando y reivindicando en todos estos años. La crisis y el fracaso del modelo de política social llevado adelante hasta ahora, hacen más evidente la necesidad de avanzar en esta dirección.   Las Palmas, 18 de febrero de 2012                                         Marco Marchioni

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