Que cómo lidiar con la decepción, con el fraude, con la frustración y la tristeza. La verdad no lo sé. Me sigo preguntando la misma cosa, aunque ya no me dejo llevar tan fácilmente.
Durante no sé cuántos meses mantuve la ilusión de alcanzar algo, de obtener un pequeño reconocimiento y al final: nada. Me quedé con las manos vacías.
Y sí, lo quería, pero también el destino me va dando una que otra lección. Me doy cuenta de que otra persona que, considero no tiene tanto talento, obtuvo la misma meta.
La conozco y en serio creo que no escribe tan bien. Pero lo cierto es que ha trabajado mucho, mucho más para alcanzar esa meta. No lo recrimino por eso, esas son las razones, quizás por las que peor me siento: me doy cuenta, día tras día, hora tras hora, mientras veo la televisión por las noches, que estoy perdiendo tiempo, desperdiciándolo impune y estúpidamente.
Mientras me drogo con series policíacas mi mente, mi músculo que escribe se va deteriorando, se va rezagando frente a esos otros que sí están trabajando, que sí están escribiendo y de los cuales no debería temer porque sé que no son tan buenos como yo.
Al menos eso quiero pensar, de eso me quiero convencer. Soy mejor que ellos, pero no me atrevo a enfrentarlos, a mí mismo y la imagen que el mundo tiene de mí.