Vivir en el borde del agua es como vivir en el filo de un cuchillo. Si es en el mar, las olas intentan arrancar a los seres vivos que se aferran a las rocas para sobrevivir. Los seres vivos se desplazan al compás de las olas para no ser arrastrados mar a dentro ni fuera del mar sobre la playa o entre las rocas.
En el río, el problema es diferente. En las épocas de avenidas, el caudal crece de forma súbita y los seres vivos pueden ser arrastrados tierra adentro. Esto entraña un gran riesgo, ya que cuando el cauce se desborda, el río ocupa grandes superficies y éstas no están perfectamente niveladas, por lo que hay zonas más profundas donde el agua permanecerá tras la retirada del río. Los animales que tras ser arrastrados por la avenida quedan atrapados aquí pueden tener la suerte suficiente como para que el agua se aguante hasta una nueva avenida y poder ser arrastrados de nuevo al cauce del río. Cuando el agua empieza a desaparecer poco a poco, los animales capaces de caminar pueden emigrar si no es demasiado tarde, pero al no ser conscientes de su aislamiento, lo que hacen es concentrarse en la charca que cada vez es menor.
La charca puede estar lejos del río. Los animales como el cangrejo, cuando ya no queda agua van horadando el fondo de la charca al mismo ritmo que desciende la humedad (foto encabezamiento). Si el agua no regresa, sólo queda caminar buscando el cauce del río. Si éste está lejos, el cangrejo puede perecer en su excursión y aparecer muerto a varias decenas de metros del río.