Hace años que no voto a uno de los grandes partidos. No es que no vote, pero eso sí lo hago a quien considero que está más cerca de mis ideas sin importarme lo escaso de las posibilidades de obtener escaño (y de hecho nunca lo ha obtenido). Desde esa situación soy libre para criticar, no solo a los grandes partidos tradicionales sino también a los grandes partidos emergentes.
Sin embargo, este artículo lo voy a dedicar casi en exclusiva, pero no totalmente, a criticar a uno de los partidos tradicionales, o mejor dicho a una de las fracciones más relevantes de uno de los partidos tradicionales. Me refiero concretamente a Partido Socialista Obrero Español de Andalucía. Y también por extensión a todo el partido a nivel nacional y a los grupos mediáticos que la poyan y que nos están mostrando el vergonzoso espectáculo de tratar de echar las culpas de lo que solo es culpa de los socialistas andaluces a otros.
Cuando se anunciaron los resultados de las elecciones andaluzas uno de los partidos que mejor parados quedaron fue el partido socialista: prácticamente con el mismo número de escaños que en la anterior legislatura y siendo el partido más votado, mientras que en la anterior quedó segundo por detrás del Partido Popular, que en estas elecciones se ha hundido (y cuyo líder, Juan Manuel Moreno, siguiendo el ejemplo que hemos visto en Reino Unido debería haber dimitido la noche electoral o al día siguiente), por lo que la líder socialista, quizás sin hacer los números correspondientes, quizás con esperanzas de un pacto con alguno de los otros partidos, en especial alguno de los nuevos ya que con sus anteriores socios (que también se han hundido, de hecho su bajada a menos de la mitad de diputados que en las elecciones anteriores es proporcionalmente mayor aún que la del PP, y tampoco he oído que nadie dimitiese en la coalición Izquierda Unida) no llega a los votos necesarios para obtener la investidura, al menos no si todos los demás votan en contra.
Sea por los nervios de la derrota, por cálculo derivado de extrapolar los resultados en los municipios a las cercanas municipales o por instrucciones del partido nacional, en lugar de dimitir, Moreno, realizó una oferta a Susana Díaz, consistente en abstenerse si ella se comprometía a respetar la lista más votada en los municipios de Andalucía, aunque esta no obtuviese la mayoría absoluta. Posiblemente en la mayoría de ayuntamientos en las próximas elecciones, aun sin mayorías, puedan constituirse si ese pacto tuviese lugar y muchos de ellos con el PP. Sin embargo, fruto de la euforia de la victoria se permitió insultar al segundo partido en votos, el PP, dejándolo con un representante menos de los que le corresponderían por pura proporcionalidad, para dárselo, en la constitución de la mesa, a sus anteriores socios, a los que dicha proporcionalidad dejaría fuera de la mesa. Y teniendo en cuenta que si querían darle esa representación siempre podían haberle cedido uno de sus tres representantes.
Pero las esperanzas de Díaz de llegar a un acuerdo con Podemos (más factible en mi opinión para un gobierno de coalición) o con Ciudadanos han chocado con los intereses personales de Chávez y Griñan que no han querido dejar sus escaños y aforamiento, lo que permitiría que los juzgase la juez Alaya, aparte de la existencia o no de otros desacuerdos programáticos. El caso es que por mucho que lo intente el grupo PRISA, atacando ya sea al PP ya a Ciudadanos (curiosamente no ataca a Podemos por el mismo motivo), por no abstenerse ha sido la propia Susana Díaz y su partido, el PSOE de Andalucía, los que con sus insultos a unos (el PP) y su negativa a firmar un pacto anticorrupción (que curiosamente el PSOE solo ha firmado en algunas de las comunidades que no gobierna) que podría obligarla, quizás, a ella a dimitir en un futuro el principal responsable de la actual impotencia de Díaz para conseguir la investidura.