Revista Opinión

De la ridícula historia de Inglaterra I

Publicado el 24 octubre 2014 por Vigilis @vigilis
La historia de Inglaterra y por extensión de su área de influencia en las Islas Británicas, es la historia más ridícula del mundo. Y esto pese a que irlandeses y escoceses (a quienes en conjunto podemos referirnos sólo como irlandeses) sí tienen cosas no ridículas en su historia. Lamentablemente para el buen conocimiento e interpretación de los hechos del pasado, la historia inglesa presenta una paradoja oscurantista (que nos impide ver la luz): es una historia tan promocionada, tan publicitada, que nos hace pensar que tuvo más importancia de la que realmente tuvo.
Es imposible medir el grado de importancia de la historia de un lugar, ya que sin duda se trata de una valoración subjetiva. Pero nadie podrá negar que las contribuciones tecnológicas y filosóficas de los inuit al conjunto de saberes de la Humanidad son más limitadas que las contribuciones de los griegos antiguos. Hay grados.
Y no quiero que esto parezca una crítica gratuita: es de justicia reconocer que en los últimos doscientos años los ingleses sí han cobrado relevancia y sus contribuciones a la buena vida son fundamentales para entender el mundo que nos rodea. Pero reconozcamos que sin su imperio esclavista que los llevó a dominar gran parte del mundo, hoy tendrían la relevancia de Albania o de Chad (¡un abrazo!).

De la ridícula historia de Inglaterra I

Mapa físico de las Islas Británicas. Las imágenes las tomo de un atlas de 1926.


La paradoja fundamental de la historia inglesa
La paradoja fundamental de la historia inglesa reside en la importancia que le damos a sus hechos anteriores al siglo XVIII, época en la que empiezan a esclavizar a millones de personas y en la que brilla la Ilustración Escocesa. ¿Y por qué nos parece relevante la historia de ese agujero infecto que denominamos Inglaterra? Por la hegemonía de los Estados Unidos.
Los gringos asumen que tienen historia anterior a la Revolución Americana, y que esa historia es la historia de Inglaterra. Así, yendo hacia atrás en el tiempo, del general Washington van a Jamestown y el Mayflower, de ahí a Isabel I, de ahí a Corazón de León, etc, etc. Que si no de qué. Gracias a Hollywood y a muchos investigadores americanos conocemos más detalles de la historia inglesa que de la historia de las ciudades donde vivimos. A partir de ahí las referencias sobre las que basamos nuestras ideas contienen cierta base de la tradición inglesa que hacemos pasar por propia (y en cierta forma ya es propia). Esto no tiene por sí mismo nada de malo, pero es un hecho sobre el que dejar constancia.
Aquí hay dragones
En los mapas modernos, aquellas zonas del océano inexploradas se decoraban con bichos y se ponía la leyenda "aquí hay dragones", referencia geográfica que hace pensar al lector que por ahí no había nada que importe, preocupe, interese o fuera conocido. Pues en la protohistoria sucedía algo así con las Islas Británicas.

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Yo extendería un poco más el color púrpura al centro de España y al norte de Italia. Pero bueno: las peras y el olmo.

A partir del quinto milenio antes de Cristo toda Europa Occidental estaba poblada y esas islas también lo estaban. Durante los siguientes milenios habrá muchos "pueblos" que se muevan de un lado a otro y de ahí sacamos mapas con colorines en los que la superficie terrestre aparece perfectamente delimitada. Se diría que distintos "pueblos" fueron ocupando el espacio, expulsando o haciendo desaparecer a "pueblos" precedentes. Gaitas. Los movimientos migratorios fueron escasos en cantidad de personas. La mayor parte de la población europea es la que es desde hace siete mil años.
¿Y de dónde vino la población de aquellas islas? Hay gente muy loca que se dedica a analizar genes que dice que la población británica tiene su origen en España. Esto llama la atención pues en los testimonios semilegendarios del origen de los irlandeses se cuenta esa misma historia: los primeros pobladores de Irlanda habrían venido de la península. Para complicarlo más aún hay similitudes en la toponimia como la tribu de los brigantes irlandeses y las ciudades que se llamaban Brigantium (la española o la francesa). No ahondamos en ese debate friki y vamos a lo importante.
La protohistoria de lo que genéricamente llamamos "ingleses" o "perros ingleses" nos viene de geógrafos griegos y romanos. Básicamente toda la protohistoria europea nos viene de esos señores que calzaban sandalias y que por dedicarse a escribir podemos presumir que no eran precisamente unos menesterosos.

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Filósofos griegos random. Mola ser recordado por ser filósofo y no por ser dueño de esclavos.

Las grandes potencias del Bronce, situadas en el Mediterráneo oriental, tenían largas rutas de comercio marítimo que cubrían todo el mar y que en su búsqueda de más fuentes de estaño, ámbar y caballos subían incluso por la costa atlántica de Portugal hasta el inhóspito norte. De alguna forma, en la segunda mitad del primer milenio antes de Cristo se tenía constancia de que había gente por ahí. Los griegos, civilización esencialmente mareante, se preocupaban mucho de tener "guías Michelín". Estas guías las recogerán los geógrafos romanos quienes, azuzados por su editor, sacarán numerosos volúmenes que de forma muy vaga —copiando a los griegos— compendian el conocimiento de "pueblos" y lugares del ignoto occidente.
Hágase notar que la comunicación por tierra era escasa y dificultosa así que es razonable pensar que las zonas de costa serían mejor descritas. Y así ocurre con la costa española o la francesa, pero no con la inglesa. Por ahí había dragones.
La hora de Roma
Un día llega Julio a lo que los romanos llamaban Albión y se encuentra con belgas y otras gentes celtas similares a las que había en la Galia. Se queda un tiempo recaudando oro entre los indígenas que más vacas tenían y hace un poquito de guerra fácil para así poder colgarse medallas y tener buena publicidad en la capital del mundo. Naturalmente, como todavía la BBC no emitía Doctor Who, vuelve con sus soldados al continente.

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Gandalf y Claudio.

Sería Cla-Cla-Claudio el emperador que establezca a los romanos definitivamente en la isla. La pregunta que nos tenemos que hacer es por qué Claudio quiere romanizar lo que llamarían Britania. ¿Qué había allí que podía interesar a los romanos? Oh, me alegra que me hagas esa pregunta, joven padawan.
El Imperio tenía un sistema económico que en parte dependía de la oferta y la demanda, así que la competencia de precios le interesaba. Y en Britania había materiales que se podían obtener más baratos o bien podían verse como fuentes alternativas a la levantisca frontera gala. En el siglo I gran parte del gasto militar dependía del botín de guerra, así que el Imperio todavía dependía de la expansión. Y Roma no sólo ya comerciaba con algunos caudillos británicos sino que durante mucho tiempo estuvo recibiendo y dando su plácet a reyes británicos en las frecuentes mini-guerras que tenían entre ellos (divide et impera). Una forma de asegurar la fluidez del comercio era imponer la pax romana. Pero Cla-Claudio tenía un motivo todavía mayor.
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Claudio no era un líder militar. Sus antecesores Octavio y Tiberio sí lo fueron y habían dejado el pabellón de legitimidad muy alto. El inmediato antecesor de Claudio, Calígula, había dejado el prestigio de la corona de laurel por los suelos y acabó como el rosario de la aurora así que Claudio necesitaba añadir a su currículum una victoria militar, organizar un triunfo —desfile victorioso— en Roma y asentar su legitimidad y poder sobre el ejército, el senado y el pueblo de Roma.
Y resulta que la frontera más facilona del Imperio cuando Claudio es elegido democráticamente emperador era la britana. A partir de entonces y hasta el siglo V triunfa la romanización de Britania que tenía una población celta como la gala.
En el frío, desolado y escasamente poblado norte, que los romanos llamaron Caledonia, quedaban tribus britanas por romanizar y era un incordio tener que bregar con ellas. Así que un emperador del siglo II llamado Adriano, igual que hace en otras fronteras del Imperio, levanta un muro y coloca a la Guardia Civil. No se trataba de una muralla frente a un horrible y temeroso enemigo —pictos, "pintados"— sino más bien una protección primaria frente a asaltantes de las calzadas del norte de la provincia. Hay que entender que durante el Imperio Romano, sólo el transporte oficial —cursus publicus— reunía ciertas condiciones de seguridad. El viaje privado, si no tenías escolta armada, no era aconsejable. Así, la Muralla de Adriano vendría a ser más bien competencia del ministerio de Fomento y no tanto del ministerio de Guerra.

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Fuerte en la Muralla de Adriano. Observad que no tiene esquinas en ángulo recto: bien hecho.

A finales del siglo IV, el testimonio escrito de lo que ocurría en el Imperio Occidental nos habla de un periodo de caos e inestabilidad en el poder, cosa que contrasta con la evidencia arqueológica sobre la vida en las ciudades romanas. Naturalmente que toda pugna por el poder acaba afectando a la población, pero la población más remota es la última en verse afectada. Sólo así podemos explicarnos que en Iliria, Galicia y Britania, durante la "caída" de Roma e incluso después, la vida continuase como si no pasara nada. Me imagino a la gente del Bajo Imperio comentando aquello de "todos los políticos son iguales" en el foro, antes de poner a caldo a la hija ligera de cascos del vicario de la diócesis.
Bien, pues a finales del siglo IV dos generales de las tropas de Britania se autoproclaman emperadores y hacen campañas por la Galia. En el caso de Magnus Maximus —molan los nombres inventados— hasta llegan a conquistar Italia. Claro, en Oriente esto no gusta mucho así que sucesivamente los usurpadores son derrotados y finalmente se llega a la decisión de evacuar al ejército de Britania porque al fin y al cabo allí pintaba poco y había otras zonas más importantes.

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Detalle del mosaico de Hinton St. Mary (s. IV).

Una vez que Britania está sin ejército romano, el comercio se interrumpe con cada vez más frecuencia, baja el PIB y los sindicatos demandan un nuevo convenio colectivo. En Armórica, Bretaña, los sindicalistas negocian destripando a los señores, por ejemplo. En Britania pasaban cosas similares a las que se suman las vacaciones de verano de pictos del norte y scotus de la isla de Irlanda.
Llegan los anglosajones
La aristocracia britano-romana las pasa canutas defendiéndose de revueltas y de salteadores y llega a la conclusión de que su bisoña milicia local no es suficiente para que vuelvan los días de paz y concordia. Así que a uno de sus líderes se le ocurre una de las mejores ideas que aparecen en los anales de la Historia Universal de las Malas Ideas.
—Si Roma puede pactar con germanos para combatir a sus enemigos, ¿por qué nosotros no podemos hacer lo mismo?
—Porque no tenemos dinero como los romanos, Gaius Idioticus.
—Oh, bueno, fijo que no hay fallo. Además, nosotros somos más listos que los germanos.
Los britanos llaman a los piratas sajones y a tribus de anglos y jutos que se extendían desde Frisia hasta Jutlandia para que les echen un cable contra los pictos y las revueltas locales. Y el primer año la cosa sale bastante bien. Los britanos pagan en oro a los mercenarios y los mercenarios demuestran grandes aptitudes militares que no solamente se reflejan en las pequeñas campañas punitivas sino en la construcción de pequeños fuertes en el sur de Inglaterra.
Al segundo año a los britanos se les acaba el oro. No pasa nada. Pueden darles otras cosas de valor y proporcionarles alimentos. Los germanos, que eran paganos y hablaban inglés antiguo, se huelen la tostada y reclaman un pedacito de tierra para plantar sus espinacas y sus acelgas. Los britanos les ceden el condado de Kent al estilo de las federaciones romanas.
Una vez que los anglosajones tienen un pedazo de tierra, mandan un recado a sus familias en Frisia, Sajonia y Dinamarca:
—Venid todos. Stop. Hemos encontrado a la gente más tonta del mundo. Stop. Traed más espinacas.
La población britano-romana, arruinada y sin tropas de combate profesionales, se encuentra viviendo al lado del mismo tipo de personas a los que la mayor maquinaria militar de la historia —el Imperio Romano— les suele pide ayuda. Y no tienen con qué pagarles. Yeah.
Evidentemente los anglosajones no tardan mucho en cobrarse las facturas atrasadas por el método tradicional de cobro, esto es, mediante incendios, asaltos, violaciones, raptos, asesinatos y campañas de devastación a gran escala.

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Broche de oro de Sutton Hoo.

En pocos años los anglosajones pasan a ser la nueva nobleza que domina gran parte de la antigua provincia romana. Tan solo serán detenidos en el Monte Badon, en una batalla en la que se supone que participa el rey Arturo que es uno de mis personajes de ficción favoritos como el Capitán América o el presidente de la Diputación de Lugo honrado. Así, los britano-romanos apenas mantendrán lo que hoy conocemos por Gales y Cornualles que curiosamente eran la peor tierra para la agricultura de toda Britania y que se veía sometida a continuas razzias marinas de los irlandeses. Esta resistencia de los britano-romanos hizo que llegara hasta nuestros días el idioma galés y el córnico, herederos del celta britónico.
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Hubo otros britano-romanos que prefirieron no arriesgarse a una existencia horrorosa bajo la constante amenaza de gente pagana e incivilizada y decidieron refugiarse más lejos. Un grupo llegaría a Armórica, lugar que conocemos como Bretaña y de donde nos ha llegado el idioma bretón. Y otro grupo llegaría al norte de la Gallaecia dirigidos por su obispo, cuya diócesis se incorporará a los concilios de las diócesis hispanas y acabará diluyéndose o transformándose en la diócesis de Mondoñedo, detrás de cuyo seminario se puede encontrar petróleo. De este grupo nos llegan algunos topónimos en Galicia y Asturias que llaman mucho la atención por su origen celta britónico, similares a los que encontramos en la provincia de Cuenca de origen celtíbero. Esta migración en mitad del siglo V da lugar a errores de interpretación y a que algunos piensen que en Galicia y Asturias estuvieron los celtas. No, no estuvieron a no ser que por celtas nos refiramos a un pequeño grupo de britano-romanos que eran cristianos y hablaban latín (como los gallegos y los asturianos de aquel tiempo).
Resulta evidente que los anglosajones eran mucho menores en número que la población local de Inglaterra y también es evidente que no pudieron hacer un genocidio con la población local. De todas formas, durante los siguientes siglos los anglosajones "anglosajonizan" la antigua provincia romana en un proceso inverso a lo que ocurrirá con los germanos en Francia, Italia o España, lugares donde los germanos.se romanizan (se vuelven cristianos y aprenden a hablar en cristiano).
Así que en Inglaterra ya tenemos una historia diferente a la del continente. El idioma inglés se impone al latín y el paganismo germano se impone al cristianismo.
Reinos anglosajones
Puede llevar a error llamar "reinos" a lo que tenían los anglosajones en la isla. Es de suponer que los anglosajones reprodujeran la costumbre política que tenían cuando estaban en el norte de Alemania. ¿Y a que no consideramos "reinos" a esos poblamientos? La etiqueta de Heptarquía Anglosajona con la que denominamos a los siete reinos más importantes (de la larga docena que solía haber en todo momento) es una etiqueta moderna (S. XVI) que nos facilita poner nombres a las cosas pero que no nos dice mucho. De hecho, los nombres de estos reinos son muy genéricos: "Sajones del sur", "Anglos del este", etc.
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Merece la pena hacer alguna consideración de este periodo que tontamente recibe el nombre de "Siglos Oscuros" a imitación de la datación de la historia griega, mucho más interesante. Por ejemplo, durante las continuas guerras que enfrentaban estos mini-reinos de pitiminí, cuando algún caudillo destacaba se le denominaba "rey de toda Britania".

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+ÆÐELSTAN REX TO BRI. Athelstan de Wessex reinó en el siglo X.

Cosa que recuerda al título que recibían en Santiago los reyes de León ("Imperator totius hispaniae", también en el siglo X). Seguro que los galeses por aquella época estaban contentísimos con esos reyes de estirpe extranjera que se autoproclamaban reyes de la provincia... bueno, en realidad los galeses por aquel entonces estaban más entretenidos con sus propias guerras civiles. Ya sabéis, las típicas guerras en un tiempo en que veinte chavales con palos eran una cuestión de seguridad nacional que ponían en serios apuros a cualquier rey.

Recristianización
La recristianización de Inglaterra tiene lugar en el siglo VII y es una sucesión de decisiones personales de caudillos germanos cuyas vidas y logros carecen de importancia. En este tema lo importante tuvo lugar cien años antes en algún lugar de la costa británica que es asaltada por piratas irlandeses. Estos piratas hacen esclavos y entre esos esclavos está un señor de 16 años llamado Patricio. Nuestro amigo Patricio se libera de sus captores, regresa a lo que quedaba de la Britania romana, se ordena sacerdote y con su buen par de huevos vuelve a Irlanda a enseñar a esos paganos quién es el verdadero Dios.

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¿Liberarse de la esclavitud? Check. ¿Convertir al cristianismo las zonas más salvajes del mundo conocido? Check. ¿Que todo el planeta  te conmemore durante los siguientes milenios emborrachándose? Check. ¡Os laváis la boca para hablar de San Patricio!

Así, un lugar como Hibernia donde "había dragones" pasa a ser en la Alta Edad Media un foco de recristianismo cuyos monasterios envían misioneros por toda Europa. Gran parte del conocimiento clásico que pervive en Europa se lo debemos a esos irlandeses temerosos de Dios que levantaron sus monasterios y volvieron a "romanizar" a pueblos bajo el dominio germano pagano. El método usado además es muy curioso: igual que hicieron los romanos durante su expansión, los cristianos irlandeses lograban que la población pagana asumiera la nueva religión como parte de la suya propia. Que esos misioneros supieran leer y escribir también les ayudó a convencer a los mini caudillos tribales que se encontraban.
Sólo por esto Irlanda es más importante que Inglaterra en la historia de Europa Occidental.
Para tener una idea de esta importancia, hay que saber que los primeros lugares que evangelizaron los irlandeses fueron lugares a los que las legiones romanas no llegaron nunca: Caledonia, por ejemplo, donde todavía vivían los pictos sin molestar demasiado a los sanguinarios anglosajones. Pues bien, los misioneros scoti (irlandeses en latín) fundaron monasterios en la tierra de los pictos y tanto favor de Dios recibieron que esa tierra llegó a ser conocida como "tierra de irlandeses", es decir, Escocia. Bueno, favor de Dios y que por primera vez los pictos recibían a gentes que hablaban su mismo idioma y tenían sus mismas costumbres, eso también ayudó.
Tal fue el éxito de la recristianización de los reinos anglosajones, que en el siglo VIII, los propios obispos y monasterios anglosajones comienzan a enviar misioneros al continente. ¿Y adónde van? Pues a Frisia, a Jutlandia y a Sajonia, que nos suenan de algo. Y lo hacen con tanto éxito que incluso van más allá, conociendo nuevos pueblos de paletos paganos. Más al norte, cada vez más al norte. Y llega un momento en que algún misionero anglosajón se encuentra rodeado de tipos con cuernos en los cascos que se ven muy interesados por su lugar de procedencia.
—¿Y dices que allí tenéis buenas tierras de pastos y más cruces de oro como la que llevas al cuello?
—Sí, claro, tenemos un montón.
Me imagino a ese misionero a su regreso a casa:
—Son la gente más tonta del mundo, se dedican a forjar armas de acero y a construir barcos grandes para navegar en alta mar. ¡Barcos enormes! ¿Te lo puedes creer? ¿Quién necesita barcos tan grandes?
—Mmm, bueno, no les habrás dicho dónde vivimos, ¿verdad Idiotelstán?
A finales del siglo VIII comienza lo que en climatología se conoce como óptimo climático medieval. Y llegarán unos nuevos muchachitos al barrio. Su primera parada será un monasterio de Northumbria llamado Lindisfarne.
Continuará.

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