Revista Opinión

De la ridícula historia de Inglaterra VIII

Publicado el 30 abril 2015 por Vigilis @vigilis
El final del XVI e inicio del XVII viene marcado para la historia de Inglaterra por los sucesos de la guerra contra los españoles. Esta guerra comenzaría con las cartas en contra de los ingleses: por una parte, la pérdida de la oportunidad de invadir Inglaterra en 1588 supuso para los españoles la mejora de su ingeniería naval, por otra parte, el gigantesco fracaso de la Contraarmada inglesa inauguró un largo periodo de derrotas navales de los ingleses frente a los españoles. Ni con la superioridad numérica con la que trataban de asaltar las flotas de galeones transoceánicos hispánicos los vasallos de la reina tenían mucho que hacer.

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Tocotó.

Similar fracaso sufrieron los más publicitados almirantes ingleses en su intento de asaltar las plazas españolas del Nuevo Mundo. Hasta tal punto sienten los ingleses la necesidad de ocultar sus fracasos históricos que en las biografías de sus prohombres restan importancia a sus enfrentamientos con los españoles. Así por ejemplo, Martin Frobisher pasará a la historia como el descubridor del Paso del Noroeste y no como un mediocre marino inglés que solía perder en superioridad numérica frente a los españoles (de hecho, murió en Flandes en una de las muchas batallas cuidadosamente olvidadas por la historiografía anglosajona).
Jacobo I

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Jacobo I de I)nglaterra y VI de Escocia.

La última década del XVI, en el contexto de la guerra angloespañola, vio el desembarco de españoles en Inglaterra e Irlanda (la católica Irlanda, cuyo deporte nacional es acuchillar ingleses). Inglaterra no podría aguantar mucho más tiempo frente a los españoles y cuando murió Isabel I se puso fin al Siglo Tenebroso de los Tudor y su reinado de sangre y venganza. La providencia quiso que el hijo de María Estuardo accediera al trono inglés. Así es como Jacobo I, rey de Escocia, pasa a incluir entre sus títulos el de rey de Inglaterra.
Naturalmente lo primero que busca el rey Jacobo es poner fin a la guerra y por ello firma un tratado de paz en 1604 en el que se cumplían todas las exigencias de los españoles: persecución de la piratería, mayor tolerancia hacia los católicos ingleses y rotura de la alianza con los holandeses. Lograda la paz con España, el reinado de Jacobo I fue un paréntesis de prosperidad para Inglaterra. Por un momento se alejó el espectro de las continuas guerras civiles que asolaron el país durante la oscura etapa de los Tudor, los teatros se llenaron de gente y famosos piratas cayeron en desgracia (célebremente a Sir Walter Raleigh le separaron la cabeza del cuerpo en este periodo).
Pero dura poco la alegría en la casa del pobre e Inglaterra era pobre: una potencia de segunda fila al albur de los sucesos continentales. Por ello, cuando estalla la Guerra de los Treinta Años Jacobo se ve incapaz de prestar socorro a su yerno Federico y a la causa protestante. Simplemente el parlamento no le aprueba los presupuestos. Jacobo I convocará sucesivos parlamentos durante su reinado y una y otra vez se enfrentará a la hostilidad de los aristócratas por su connivencia con los españoles. Las relaciones entre Parlamento y Trono llegan a su punto más bajo y la sed de venganza no se extinguirá fácilmente, dando así a lugar al inicio de de un periodo de inestabilidad política que tendrá amargas consecuencias.

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María Ana de Austria.

Otra de las formas que Jacobo ideó para obtener financiación fue la propuesta de boda entre el príncipe de Gales y la infanta María Ana de Austria, hija menor de Felipe III. La dote de una boda así podría salvar los muebles. Este episodio es el escenario de fondo del primer libro de Alatriste. Como sabemos la boda no se lleva a cabo, pero no temáis por la infanta María Ana: acabó casándose con el rey de Hungría y de Bohemia y emperador del Sacro Imperio.
Muere Jacobo y le sucede su hijo Carlos junto a su íntimo valido el duque de Buckingham. Los desencuentros con el Parlamento continuaron. Aunque se aprueba una partida para atacar a los españoles en ayuda de Holanda la expedición fracasa en la bahía de Cádiz y vuelta la burra al trigo. Así que un día Carlos se levanta de cama y decide mandar a esparragar al parlamento y a todos esos insolentes vasallos que no hacían más que quejarse. Se inicia así el periodo de gobierno personal de Carlos.

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Lo interesante estaba pasando en Alemania. En Nördlingen, por ejemplo, en septiembre de 1634 los tercios españoles se enfrentaron al ejército sueco. Les dejaron la cara bonita.

Gobierno personal
La nobleza vio cómo sus privilegios menguaban y los fanáticos religiosos, llamados puritanos, tuvieron que exiliarse al Nuevo Mundo lejos de las rutas comerciales españolas. Por fin el rey gobernaba como un caudillo y usó su poder para... poner fin a las guerras contra España y Francia.

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Carlos I de Inglaterra, Irlanda y Escocia.

Como era habitual en aquella época, la paz exterior viene acompañada del hervidero interior. La prerrogativa real de nombrar obispos para asentar el poder del rey en Escocia lleva al enfrentamiento armado entre presbiterianos y episcopalianos. La llamada "guerra de los obispos" que enfrenta al rey con sus súbditos escoceses culmina en una reunión del parlamento escocés en el que se declara que los obispos no pueden ejercer un mandato temporal. En la práctica esto significa que el rey no tiene poder absoluto sino que está limitado por los derechos del parlamento. Esto, que se hace efectivo en Escocia (lugar de origen de todo lo salvable de la historia inglesa), será aprovechado por los lores ingleses.
—Majestad, si en Edimburgo no tenéis poder absoluto, ¿por qué razón lo tenéis en Londres?
—Pues porque... ¡no seáis ingenioso con vuestro rey! ¡Traedme más pastelitos!
Carlos I navegó lo mejor que pudo (o que le dejaron) las complejas aguas de la política británica. El rey tomó la complicada decisión de respetar a la dieta de Edimburgo para ganarse su favor y asegurarse el trono, como contrapartida debió autorizar poderes nunca antes vistos para el parlamento inglés: revocación de los impuestos aprobados durante el gobierno personal, el parlamento podría reunirse sin la presencia del rey y además su disolución debía ser aprobada por el parlamento mismo. En la práctica se puso fin al gobierno absoluto en Inglaterra.
Guerra civil
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El problema de tener poder absoluto es que crea afición. Carlos urde una trama para cargarse a unos cuantos parlamentarios díscolos, pero el espionaje de sus enemigos alerta al parlamento. Cuando entran los soldados en el parlamento se lo encuentran vacío. Rota por el uso de las armas la relación entre los dos poderes, uno y otro bando comienza a sumar partidarios. Comienza la guerra civil, cuyo primer acto finaliza con la separación de la cabeza de Carlos de su cuerpo.
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La larga guerra civil inglesa se ve dividida por un corto periodo de interregno, en él Inglaterra pasa a denominarse Commonwealth o Mancomunidad. El país está dirigido por un Consejo de Estado que se encuentra con las mismas dificultades de la separación de poderes con que se encontraba el rey. A esto se suma un nuevo periodo de guerra alentado por los partidarios del hijo de Carlos, tocayo de su padre. Este segundo acto de guerra civil culmina con el llamado Protectorado.

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WAT

Dictadura
Uno de los héroes de la guerra civil que además tenía un piquito de oro fue nombrado Lord Protector. Oliver Cromwell pasa así a tener poderes extraordinarios especialmente sobre el ejército. De hecho, el protectorado queda dividido en regiones militares a cuya cabeza coloca Cromwell generales partidarios de su causa. El nuevo protector del reino decide suprimir el parlamento por las mismas razones que lo hizo el anterior rey, suprime las fiestas de Pascua y de Navidad y cierra los teatros ¿qué podía salir mal?

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Oliver Cromwell

A la muerte de Cromwell el general encargado de vigilar Escocia llega a Londres acompañado por la tropa, reúne al parlamento y supervisa que nombren a Carlos II rey de Inglaterra poniendo fin a ese experimento puritano (hoy diríamos talibán) que acabó siendo largamente impopular. Como nota graciosa hay que decir que se exhumó el cadáver de Oliver Cromwell tres años después de su muerte para colgarlo de unas cadenas, quemarlo y cortarle la cabeza. Ah, la flema inglesa.


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El incendio de 1666 ayudó a combatir las plagas por el método basto.

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Plan de reconstrucción de Londres de Cristóbal Wren.

Restauración de los Estuardo
Carlos II gobierna durante 25 años después del Protectorado pero la perniciosa semilla de la libertad personal ya estaba plantada en el corazón de sus súbditos. De hecho, tras décadas de disputas entre el poder del parlamento y el poder del trono y con el amanecer de las monarquías absolutas en el continente, durante el reinado de Carlos II aparecen las primeras definiciones de partidos políticos en el sentido contemporáneo del término. Si en el caso francés —un siglo después— aparece la izquierda y la derecha según se sentaban los asamblearios en la sala del juego de la pelota en función de aumentar la prerrogativa real o limitarla, en el caso inglés las bandas partidistas se organizan en esta época en torno a su posición política sobre la llamada Ley de Exclusión.
Os comento: resulta que Carlos tenía por heredero a su hermano Jacobo, quien se convierte al catolicismo. Los tories (del irlandés tóraidhe, bandolero) defendían la prerrogativa real de que heredara quien le tocaba por derecho dinástico —es decir, Jacobo—. Por su parte los whigs (del gaélico whiggamor, cuatrero) eran los que proponían la Ley de Exclusión, que venía a decir que ningún católico podía ocupar un puesto oficial.
Los partidos políticos no dejan de ser agregaciones de voluntades políticas, así que las diferencias se extendían a más asuntos. Los tories, por ejemplo, rechazaban el periodo de la Dictadura y defendian que las tabernas y los teatros estuvieran abiertos. Los whigs, sin embargo, se caracterizaban por rechazar a los católicos y defender las reformas de la Dictadura.
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En su lecho de muerte Carlos II se convierte a la Verdadera Fe y tras palmarla, le sucede su hermano, que ya era católico de profesión.
Inició Jacobo II su reinado con el respaldo de los tories, reformó el ejército, aumentó el tráfico de esclavos (hablaré de la escalofriante América británica en otra ocasión) y hasta tuvo tiempo de ahorcar a su sobrino pretendiente al trono. El caso es que Jacobo era católico y los tories tenían un aguante limitado. Una cosa era recibir al nuncio papal —cosa que no sucedía desde María I— y otra nombrar obispos católicos para cargos oficiales. Lo cierto es que lo que en Inglaterra se interpetó por parte de los anglicanos como un favorecimiento de los católicos, fue en realidad la mayor defensa de la libertad religiosa en todo el siglo.

Revolución Incruenta

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Sigue leyendo, ya queda poco.

Ah, pero cuando se trata de libertades para los ingleses la libertad religiosa carece de importancia. Así, cuando Jacobo tuvo un hijo varón que fue debidamente bautizado por el rito romano, partidarios protestantes llamaron por teléfono al yerno del rey, Guillermo de Orange, para ofrecerle a él y a su santa (hija de Jacobo) la corona. Mejor tener un rey extranjero pero protestante que uno de aquí pero católico.
Jacobo huyó a Francia con su mujer y su hijo. Los descendientes de la pareja real serían conocidos como jacobitas. Salvando las distancias vendrían a ser conceptualmente como en España los carlistas. El nuevo rey Guillermo III no obtuvo la corona de forma pacífica. De hecho, cada vez que hay un cambio de corona, irlandeses y escoceses se levantan en armas. El ascenso al poder de Guillermo se conoce como la Revolución Incruenta y hoy en día los unionistas en el Ulster todavía pasean estandartes naranjas para celebrar el ascenso al poder de Guillermo lubricado con la sangre de católicos irlandeses y escoceses.
De todas formas, se debe añadir que al ser el parlamento el que nombra al nuevo rey, este nuevo rey no podrá tener el poder absoluto de sus antecesores. De hecho, al poco de tener éxito la Revolución Incruenta el parlamento aprueba la Declaración de Derechos, que es uno de los documentos constitucionales del Reino Unido actual. Esta Declaración es uno de los más importantes monumentos a la persecución de los católicos. Cuando se publica en las colonias americanas, los fanáticos religiosos que por allí mataban indios y esclavizaban africanos leen la declaración con cuidado. Dios escribe recto con renglones torcidos: los argumentos de la Declaración contra los católicos serán utilizados un siglo más tarde por los coloniales contra los realistas de la metrópoli.

Pero de la vida de las colonias inglesas en América y de cómo el asesinato masivo de millones de personas logró capitalizar la moderna banca inglesa sobre la que se contruyó el Imperio Británico tocará hablar en otra ocasión.

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