
Todos hemos tenido la sensación de que nos falta tiempo: dividimos el día en actividades, tareas y experiencias con las que intentamos conseguir una serie de objetivos que nos resultan a veces estresantes. El objetivo de ser siempre positivos y tener éxito a toda costa que nuestra sociedad nos inculca, nos lleva a grados de autoexigencia que acaban muchas veces por agotarnos. Hemos pasado seguramente a vivir en una sociedad del cansancio. Si a esto añadimos que con la llegada de las redes sociales se nos exige mostrarnos cada vez más en un ejercicio de exposición personal continua, podemos considerar la transparencia como otra de las características inquietantes de las sociedades modernas actuales.
El filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han expone magistralmente en su obra como el cansancio y la transparencia son dos de las características fundamentales de nuestra sociedad actual: haciendo un paralelismo entre el discurso social y el biológico, entiende la sociedad como un organismo que puede sufrir todo tipo de enfermedades: para Byung-Chul Han , "toda época tiene sus enfermedades emblemáticas. Así, existe una época bacterial que, sin embargo, toca a su fin con el descubrimiento de los antibióticos. A pesar del manifiesto miedo a la pandemia gripal, actualmente no vivimos en una época viral. La hemos dejado atrás gracias a la técnica inmunológica. El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, es neuronal".
Así, el siglo pasado puede definirse desde una perspectiva inmunológica: existía una clara división entre el adentro y el afuera, el enemigo y el amigo o entre lo propio y lo extraño. Existía un vocabulario de guerra fría : basándose en la extrañeza, lo otro y lo extraño era rechazado aunque no encerrara en sí mismo ninguna declaración hostil. El objetivo era la resistencia. Con el fin de la guerra fría, desaparece la extrañeza y la "otredad" y se sustituye por la inofensiva "diferencia". La negatividad que era el rasgo fundamental de la inmunidad es reemplazado por la dialéctica de la positividad y el totalitarismo de lo idéntico. La diferencia soberana que distinguía lo uno de lo otro ha desaparecido y ahora lo que impera es lo idéntico.
La violencia hoy ha dejado de responder a los esquemas inmunológicos virales de lo propio y lo extraño. La violencia es hoy neuronal e inmanente al sistema: el "superrendimiento", la "supercomunicación" y la "superproducción actual son las razones que generan un colapso del Yo y los "infartos psíquicos". En esta sociedad del cansancio, el agotamiento, la fatiga, la sensación de asfixia son manifestaciones de esa violencia neuronal que se ve proyectada desde el corazón mismo del sistema y se infiltra por todas partes en una sociedad permisiva y pacífica. La positivización del mundo ha permitido esta nueva forma de violencia, es el terror de la inminencia que no distingue entre amigo y enemigo, entre adentro y afuera.
Hemos pasado de la sociedad disciplinaria de Foucault, con sus cárceles, hospitales y psiquiátricos a una nueva sociedad del rendimiento: con gimnasios, oficinas, grandes centros comerciales. Para Byung-Chul Han, el anterior "sujeto de obediencia" ha sido reemplazado por el "sujeto de rendimiento". Toda la dialéctica negativa que encerraba la sociedad disciplinaria ha caído, hoy la ha reemplazado la sociedad positiva del rendimiento con su plural afirmativo "Yes, We Can". Las motivaciones, el emprendimiento, los proyectos y la iniciativa han reemplazado la prohibición, el mandato o la ley.
Byung-Chul Han explica que el sujeto del rendimiento se encuentra en guerra contra sí mismo: libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o lo explote, esta sometido sólo a sí mismo, el sujeto del rendimiento se abandona a la libertad obligada o a la libre obligación de maximizar su rendimiento. El exceso de trabajo se agudiza y se convierte en autoexplotación en una multitasking (multitarea) continuo a la que se somete el sujeto contemporáneo, que limita su capacidad de atención profunda y contemplativa propia de los grandes logros de la humanidad, dominado ahora por una economía de la atención.
Para Byung-Chul Han, el cansancio de la sociedad del rendimiento es un cansancio a solas, que aísla y divide. El hombre se ha convertido en un animal laborans verdugo y víctima de si mismo, lanzado a un horizonte terrible: el fracaso. Estos cansancios son violencia, porque destruyen toda la comunidad, toda cercanía desarmando y aflojando toda atadura de identidad. El cansancio y la potencia positiva, por agotamiento, incapacita y nos lleva a la indiferencia.
Además ningún otro lema domina hoy tanto como el discurso público de la transparencia dentro de esta nueva sociedad positiva. La abolición de lo negativo ha inundado el torrente del capital, la comunicación y la información: el cálculo, la dirección y el control someten hoy nuestras acciones volviéndolas transparentes. Byung-Chul Han expone que las cosas se tornan transparentes cuando se desojan de su singularidad y se expresan completamente en la dimensión del precio. El dinero, que todo lo hace comparable con todo, suprime cualquier singularidad de las cosas. La sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual. La existencia de cualquier cosa depende de que sea previamente expuesta, de su "valor de exposición" en el mercado. Después de lo discursos del Ser de la Antigüedad, o del Tener del Capitalismo, lo que domina ahora es la importancia del parecer, de la apariencia. Ser ya no es importante si no eres capaz de exhibir lo que eres o lo que tienes.
Estamos todos expuestos al imperativo de la exposición que conduce a una absolutización de lo visible y lo exterior. Lo invisible no existe, porque no engendra valor de exposición, ninguna atención. El veredicto general de la sociedad positiva se llama "Me gusta" , al cual todos aspiramos y nos exponemos públicamente sin pudor para conseguirlo en esta nueva sociedad de la transparencia. Cada individuo se somete voluntariamente a la vigilancia de las redes sociales que actúan como nuevo panóptico moderno.
En política la opinión reemplaza a la figura negativa de la ideología, provocando que seamos menos radicales y penetrantes. Pero como muy sabiamente expone Byung-Chul Han: transparencia y verdad no son idénticas. Esta última es una negatividad en cuanto se pone e impone declarando falso todo lo otro. Más información o una acumulación de información por sí sola no es ninguna verdad. Mas información, más comunicación no eliminan la fundamental imprecisión de todo. Más bien lo agrava.
¿Existe alguna salida a esta nueva sociedad del cansancio y la transparencia? Para Byung-Chul Han, la única via para escapar de este mal, que proviene del interior del propio hombre, es retomar el ideal romántico y dejar de lado ese narcisismo en el que todos nos vemos envueltos y que nos hace perder en la distancia al Otro, dejando de percibir su mirada. Hay que negar el presente represivo y aceptar la existencia del Otro, y de su mano salir del nosotros mismos, en una recuperación del sentimiento y la pasión, del amor, del eros, de la apertura al otro como necesaria rendención ante un mundo que por exigente, positivo y transparente, nos cansa y agota.
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