Revista Espiritualidad

De las emociones del ego a las de nuestro corazón

Por Arcoirisdan

    Hay un lago en nuestro interior en cuyas aguas se expresan nuestras emociones. Cuando recibimos una caricia se produce un suave aire sobre él, que riza el agua, su contemplación nos produce placidez … La atracción por otra persona revoluciona las aguas, las tiñe de pasión, nuestro mar interior se embravece en todas las direcciones, parece que su espacio es insuficiente. La muerte de un ser querido produce un vórtice en forma de sumidero por el que parece marcharse el agua, el nivel de nuestro lago puede descender hasta hacerlo peligrar, hasta quedarse sin el fluido en el que puedan vibrar nuestras emociones. Todos estos sucesos son causados por la resonancia de nuestro ego con lo que acontece fuera, el agua es movida por causas superficiales, nada sabemos de lo que ocurre en su fondo, de las semillas que esperan brotar de él.   Pero a veces sobre las aguas aparece un tallo verde, con sus raíces ancladas en el fondo oculto a nuestro ego. De forma elegante y pausada recibe la luz del día, de la vida de fuera, y cuando llega el momento se abre para regalarnos una flor. Todo el lago se estremece, reconoce en ella el misterio de la tierra que le sustenta y se pregunta de dónde proviene tanta belleza. Las aguas vibran, pero ya no por emociones causadas por el ego, sino por el sentir del corazón.  DE LAS EMOCIONES DEL EGO  A  LAS DE NUESTRO CORAZÓN     Dos tipos de emociones con orígenes muy diferentes que terminan en nuestro lago, unas nacidas en las creencias que estructura nuestro ego, y otras en nuestro corazón, que traen con ellas el aroma de nuestra verdadera esencia. Las primeras están impregnadas de la gravedad del mundo de la dualidad, de la división, por eso su alegría tarde o temprano es contrarrestada por el sufrimiento. “Las flores de nuestras emociones” no están sujetas a ninguna polaridad, por eso nos dan sin esperar nada a cambio, expresarlas nos otorgan felicidad, abriendo además nuestra mente a la sabiduría.    Si las aguas de nuestro lago están constantemente agitadas por las emociones de un ego desconectado de nuestro corazón, desempoderado, no van a permitir que las flores puedan brotar sobre su superficie. Hay que calmarlas buscando la belleza exterior, que sin duda, tarde o temprano, terminará seduciendo a la nuestra propia, que buscará el camino entre las aguas para mostrarse a la vida.   ¿Qué te parece, querido lector, hacer brotar en tu lago las flores de las emociones…? Se dice que si las regalas aumenta el número de las que brotan, debe ser la magia del corazón…      

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