Ahora que Obama está en la gloria luego de juramentar por su nuevo mandato y Hugo Chávez no puede hacer lo mismo, creo que por salud (ya ni sé cual es la verdad), recuerdo cuando hace unos años, se les veía felices y hasta uno proponía como gran "negocio" una de las actividades humanas más riesgosas: recomendar libros.
Si a veces elegir un regalo es difícil, recomendar un libro puede ser una tarea titánica. Pues recomendar libros es algo muy personal, donde todo es subjetivo 100% y uno puede sentir cierta reticencia en mostrar sus gustos más íntimos.
Bien visto el problema, uno puede encontrarse frente a dos situaciones: 1) Cuando recomiendas a gente lectora 2) Cuando recomiendas a gente que no suele leer.
El primer caso en realidad no es tan difícil: puedes proponer cualquier cosa. Lo difícil es que te pidan que les recomiendes algo y yo no suelo hacerlo a menos que me lo soliciten. De otro lado, si la persona es hiperarchilectora, ahí si es bien complicado sugerir alguna obra: son gente que "lo ha leído todo" y esta modesta ave de corral (que hasta ahora no ha tocado libros de autores básicos como Balzac, Faulkner, Nabokov, etc. qué vergüenza) por más que exprima su cerebro, dudosamente soltará algún nombre recontra caleta que satisfaga al erudito.
El segundo caso es más complicado todavía (si no vean lo que pasaba cuando me pedían recomendaciones en mi ex-chamba). Para darse una idea previa, lo más saludable es preguntar al interlocutor qué tipo de libros/autores le gustan. Lo más probable es que responda "ninguno". Ahí se puede interrogar por algún libro que le haya impactado (lo más probable es que respondan nuevamente "ninguno"). Y es que si no se conoce mucho a la persona y menos aun se tiene idea de sus gustos, la misión es casi imposible: es como recomendar música o una película a alguien del que no sabes si le gusta la salsa o las films de terror. ¿Vale la pena dar una respuesta a ciegas? Lo mejor ahí es declinar gentilmente de la oferta.
No obstante, del análisis de las motivaciones del potencial lector ("mi televisor se quemó", "tengo que viajar 1 hora en el Metropolitano", "estoy depre") uno puede arriesgarse a sugerir algún volumen que satisfaga la necesidad de entretenimiento o conocimiento de la persona que pide consejo. Aunque, reiteramos, lo mejor es declinar gentilmente de la oferta.
Si soltaste un título (y encima lo prestaste de tu biblio) pueden pasar dos cosas: 1) Que tus gustos sean malintepretados (nunca falta alguien - chicas sobretodo- con las que puedes quedar como un enfeeeeermo por algunas escenas de Ensayos sobre la ceguera e incluso con inocentadas como Tokio Blues. 2) Qué ni siquiera pasen de la tercera página del libro, porque les causaba bostezos o ni siquiera eso: una total indiferencia, como quien lee la guía telefónica. Sinceramente, no me da tanta pena que maleteen algo que uno aprecia tanto, lo que sí me deprime es haberle hecho perder el tiempo a otra persona, realmente me siento mal. Ambos finales no son muy felices.
Sin embargo, el recomendador experto puede percibir que existe otra situación que escapa a nuestra clasificación: la recomendada "anónima" por Internet. Ahí sí me explayo a gusto, como no me ven ni los veo, no me incomoda. Además en los blogs o webs tienes más elementos para saber que le puede agradar a tu interlocutor. Y encima no hay presión alguna hacia el potencial lector, la que sí hay en la recomendación "en vivo", más aún cuando le prestaste el libro y lo interrogas sutilmente para que te diga en qué parte va (en realidad solo quieres que te lo devuelva porque se lo prestaste el 2005).
Más o menos, eso es lo que puede pasar si recomiendas un libro. Releo y noto que, una vez más, hemos obviado otra posibilidad que se pueden dar: la persona que no suele leer seguido, pero que tiene mucho entusiasmo y que de todas maneras va a leer por lo menos un libro que le digas, porque:
1. Es más terco que una mula. 2. Su nota depende de ello 3. Una de sus resoluciones del nuevo año es leer más (y efectivamente lo hará: el año pasado no leyó nada, este año leerá 1 libro). 4. Etcétera.
Como vemos, existen muchas otras situaciones en las que puedes encontrarte ante el dilema citado. Esto, en términos generales, deriva más en una pregunta cuasi filosófica: ¿Qué libro le recomendarías a alguien que no le gusta leer? Pero ese ya es otro tema, del que hablaremos, tal vez,la próxima semana.