Revista Cultura y Ocio

De los que construyen y destruyen ( 3 min.)

Publicado el 30 julio 2014 por Jblor8
De los que construyen y destruyen ( 3 min.)porJuan B. Lorenzo de MembielaTranscurriendo sobre hitos de recuperación surgen los  viejos lastres de la economía. No se sabe si propios de España o propios del hombre en todas partes, pero sin duda la cultura conforma un papel trascendente para comprender lo que significa la seriedad en los negocios y la confianza que genera. Esta es la primera regla – sea ética o no ética- de cualquier mercado, y aún más, de cualquier sociedad, pues sin ella nada fructifica por mucho tiempo. O por el tiempo mínimo para caer por su propio peso: « Otra cosa seria buscar el propio engaño y condenarse a la esterilidad », como afirmase Ortega[1]. Porque no es bueno aquello que con su propia grandeza padece (Séneca)[2].

Presenciamos  emprendimientos más o menos afortunados: marketing  extremo que embauca al más escéptico;  ofertas grandes con  letras pequeñas, contratos brillantes con   clausulados opacos… Un internet de pago aprovechado por otros para  remitirnos publicidad. Cuotas para navegar por internet  que se agotan nada más encender la tableta o el teléfono. Controles de calidad sobre servicios que no permiten comunicar deficiencias. Servicios automatizados por teléfono que enmudecen sin explicación dejándonos a la espera de, al menos, una palabra... Revisiones de contadores y calderas  constantes por constantes empresas para suscribir contratos de mantenimiento o de inspección o de supervisión o de verificación…;  retrasos inexplicables en el cambio de proveedor o de teléfono o de gas o de agua o de electricidad; ofertas que pasan desapercibidas a los clientes sin reconocimiento alguno a la confianza depositada. Confidencias burladas por razón de amistades, rigidez en los contratos sin ponderar circunstancias sobrevenidas que impiden  su cumplimiento, notificaciones realizadas en pleno periodo vacacional…Hay deficiencias en la cultura del buen servicio que  comprometen  la profesionalidad. Y la dificultad  económica de los países no es excusa, ni óbice que impida un servicio eficiente que es aquel que piensa en la persona del destinatario previendo soluciones.No es lo mismo emprender en lugares cuya cultura comercial siempre ha observado usos y modos mercantiles que hacerlo en otros en donde la química de la ambición está opuesta a lo civilizado que implica reglas y jerarquiza prioridades. Jerarquizar prioridades es asumir la reflexión de Montesquieu, cuando dice[3]:« […] Si supiera de alguna cosa que me fuese útil y que resultara perjudicial para mi familia, la expulsaría de mi mente. Si conociera alguna cosa útil para mi familia, pero que  no lo fuese para mi patria, trataría de olvidarla. Si conociera alguna cosa útil para mi patria, pero perjudicial para Europa, o útil para Europa y dañina para el género humano, la consideraría un crimen […] ». Épica alegoría, generoso y grande pensamiento. Aspiraciones para un futuro ideal humano. Destila un humanismo cargado de tragedia ante una realidad que desgarra el sutil manto de la sabiduría. Porque el hombre es por naturaleza gregario formando clanes que compiten con otros clanes en constante lucha para dominar a otros. Y en ejecución de esa constante fricción   es en donde la conducta humana se despoja de las sujeciones a lo civilizado para adoptar egoísmos en perjuicio de disidentes[4].No hay meritocracia que resista tamaña tensión. Ni justicia reconocida en esta contienda. No es una característica propia de estos tiempos. Es la constatación de que las sociedades son entidades que viven, que evolucionan para perpetuarse en el tiempo y subsistir. La decadencia cíclica que dibujó Spengler en su obra «La decadencia de Occidente » entre 1918 y 1923, en plena depresión económica alemana, son momentos de evolución y transformación. Quizás de desengaño, como dijo Bataille: El sentimiento de una decadencia pertenece a todas las épocas y se expresa más o menos en todas partes a través de mitos sobre el desengaño[5].De ahí que todo lo que no se adapte sufra una progresiva devaluación. Son cambios «in toto », perspectivas distantes a las vigentes, en donde la innovación sustituirá a lo rutinario con toda su parafernalia inservible. En donde lo absoluto y lo no absoluto, lo democrático y lo no democrático, como conceptos estancos y antagónicos, adoptarán formas poco esbozadas por pérdida de su significado. Hay una decadencia del discurso, en su contenido y en su fondo, que aboca hacia un narcisismo cuasi literario ajeno a la realidad.  La devaluación de las palabras y la descomposición de los significados son un síntoma más de un cambio globalizado en Occidente. Nada anormal: Es un proceso producto de la oxidación por el transcurso del tiempo sobre todo lo que esta institucionalizado. Un nuevo barroco. Y asistimos, como en aquellos siglos, al tránsito temporal que separa el imperio europeo y la decadencia occidental, el feudalismo y el mercantilismo, la paz y la guerra, el hidalgo y el pueblo, la ciudad y el campo…el que contribuye para todos   y el que ambiciona para sí, el emprendedor y el acomodado, el abnegado cumplidor y el pícaro charlatán, el que trabaja en silencio y el que murmura a gritos, el que construye y el que destruye, el profesional y el aficionado…Cambio es la cuestión. Aunque no cualquier cambio es suficiente. Reparo en un liderazgo cada vez más poderoso que nace sobre la humildad y sobre una profunda modestia y que insta a un mundo sumido en vanidades. El papa Francisco, sin duda, se ha convertido en un símbolo hoy de una nueva conciencia, que comunica autenticidad y proximidad desde las élites. No hace mucho tiempo el postmodernismo dibujaba exóticos paisajes de deleites personales. Se creía que la inmigración africana o sudamericana sustituiría todo trabajo manual y sus cotizaciones sociales facilitarían gozosas jubilaciones anticipadas. Hoy lo estratégico económico ha sustituido a esa mano de obra para garantizar pensiones y muchos han retornado a sus países de origen o buscado trabajos en otros continentes.Junto a ello un escepticismo producido por un esfuerzo contributivo importante, una recuperación económica ganada palmo a palmo, están produciendo un atomismo en la sociedad que rompe solidaridades imponiendo desconfianzas. Quizás la necesidad nos reenvíe a imágenes que todavía se conservan en el imaginario colectivo: la postguerra y sus cartillas de racionamiento, la escasez absoluta y las hambrunas. Puede no ser lo mismo. Pero sí son las mismas aflicciones   que yacían olvidadas y que ejemplificaron una construcción comenzada desde la nada con el sacrificio de muchos.Desde 1500 a 1850 han sido varias las crisis sufridas y todas superadas a través de la innovación. Crisis que cambiaron economías y sociedades.La de 1580 a 1690 fue superada por innovaciones de productos y procesos productivos y por el dinamismo económico levantino. La de 1790 a 1830, por una concentración regional de la industria y una libertad de empresa y trabajo por la abolición del sistema gremial[6].Hoy la cota tecnológica se encuentra muy alta. La innovación deberá producirse en aquello que precise ser potenciado. Yo apuesto por el hombre y su riqueza interna. Redescubrir y gestionar objetivamente todo el caudal latente que encierra la persona en beneficio de la sociedad. Romper los estereotipos del hombre máquina y profundizar en su sabiduría auténtica.No es rara esta opción. Ya Victor Hugo en 1848 en plena crisis en Francia por las revoluciones liberales defendió la necesidad de duplicar los fondos destinados a los saberes y a la educación  para evitar que la sociedad caiga en el abismo de la ignorancia:« ¿Cuál es el gran peligro de la situación actual? La ignorancia. La ignorancia aún más que la miseria […] ¡Y en un momento como éste, ante un peligro tal, se piense en atacar, mutilar, socavar todas estas instituciones que tienen como objetivo expreso perseguir, combatir, destruir la ignorancia !»[7].A pesar de la distancia temporal entre esa afirmación y las actuales  circunstancias una cosa es patente: todos los sabios coinciden en la necesidad de conocimiento,técnico, humano y espiritual,  y en la necesidad de una educación integral para formar hombres que protejan sociedades  civilizadas frente al barbarismo de las codicias sin escrúpulos.




[1]Ortega y Gasset, J. (1966): « Obras completas. T. I» , Madrid: Revista de Occidente.
[2] Séneca, L.A., Tratados morales .
[3]Ordine, N. (2013): « La utilidad de lo inútil », 5ª edic., Barcelona: Acantilado,  que recoge la obra: Montesquieu, « Penseé», en: « Pensées.Le Spicilège », edición de Louis  Desgraves, Paris, Les editions du Sonneur, 2010.
[4]Véase respecto al comportamiento grupal  el estudio de Wilson, D. y Wilson, E. « Evolución por el bien común » , Revista Investigación y Ciencia, 2009, núm. 388, p. 46  y Sánchez, A., « Redes sociales y cooperación » , Revista Investigación y Ciencia, 2013, núm. 445.
[5]Bataille, G. (2005): « El límite de lo útil », Buenos Aires: Losada, p. 21. [6] Cfr.: Comín, F. y Hernández, M. (2012): «Crisis económicas en España 1300-2012 », Madrid: Alianza, p. 87.
[7] Ordine, N. (2013): « La utilidad de lo inútil », 5ª edic., Barcelona: Acantilado,  p 84.

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