Revista Opinión
Hablar de votos estando en este siglo puede resultar anacrónico, pero habrá que tener en cuenta la época en la que uno ha nacido, porque esto marca, y tanto como marca. Cuando uno ha sido formado en la segunda mitad del siglo pasado y además ha ocurrido en un país desolado tras una guerra civil dominada por una dictadura conservadora, en la que se incluye naturalmente a la Iglesia, por mucho que intente desvincularse de esa cultura, por mucho que intente meter en su interior valores atemporales que no le condicionen, su personalidad siempre estará influida. Pero convendrás conmigo en que sólo quien es consciente de esto y además lo intenta con toda su alma, es posible que algo consiga. ¿O no?
Un voto (de los que me refiero) vendría a ser algo así como una promesa personal de obligado cumplimiento pero sólo porque uno ha decidido hacerlo. En el caso de los religiosos católicos el voto es una especie de pacto que realiza una persona directamente con su dios. Imagínate si es serio esto. Lo que pasa es que los tres votos que realizan los religiosos tienen mucho de mundanos. Ponles el orden que quieras, pero se trata de “obediencia, castidad y pobreza”. Todo muy dirigido al orden jerárquico terrenal. Se trata de evitar los muy probables conflictos que suelen aparecer en las relaciones entre personas. Con la obediencia al superior se corta de raíz cualquier discrepancia con su autoridad. La castidad evitará la principal fuente de conflictos entre seres humanos, muy sexuales ellos; la evolución en este Planeta ha seleccionado a los mejor adaptados, y es indudable que estos son los que mejor se han reproducido. Y porfin tenemos la pobreza; una manera de tener a raya y bien controlado el ansia de riqueza, comodidad y poder, para que no haya conflictos.
A estos votos se les ha dado tanto peso, tantísima importancia, que cualquier conato de rotura comportaba graves consecuencias que podían llegar a la expulsión del sacerdocio o incluso a la excomunión. En un determinado entorno (en una época), en un medio en que la ignorancia y la inocencia predominaban, era comprensible que esto sucediera. Pero poco a poco, a pesar de la jerarquía superior, se ha tenido que ir aflojando, y mientras antaño los “díscolos” eran discretamente expulsados, en tiempos actuales no ha habido más remedio que reconocer que quizás, el religioso (no su irracional sistema, no), se había equivocado; “acabada su vocación” se le sacaba para que pudiera llevar otra vida más o menos normal, si es que eso después de todo era posible.
Alguien que ha ido viviendo todo esto y trabajando en un interior distinto, con el transcurso de los años puede llegar a preguntarse si es que hay algún tipo de voto a la vida, al humanismo, algo más racional. Se podría empezar de cero, pero eso, viniendo de donde se viene es casi imposible. Mientras se confía en llegar algún día a ese nivel de independencia, uno podría usar como base esos tres votos y ver cómo se les puede dar la vuelta y autodescubrirlos para llegar al objetivo de ser realmente una persona.
En principio uno debería hacer el voto de la “desobediencia”. No te asustes. Se trata de una desobediencia pragmática. Tienes que obedecer a tus padres, a la autoridad, a la ley… pero sólo hasta el uso de razón (aparezca cuando aparezca), y a partir de dicho momento darle a dios lo que es de dios y al César lo que es del César. En definitiva, en evitación de conflictos externos, mantener limpio, libre, lúcido, cuerdo e independiente el interior. Ahí es na, quien pueda que lo haga.
Luego deberíamos hacer uso del voto de la “antirepresión”. No se puede ir contra natura. Podrás taponar un agujero o dos, pero la presión interior de millones de años de reproducción sexual como la cumbre de la reproducción por selección natural, no se puede evitar sin que un interior “reviente” en forma de cualquier clase de enfermedad, locura o barbaridad humana. La antirepresión sexual tendría que consistir en dejar que la naturaleza siga su curso tratando de observarla y comprenderla, y como Ser Humano adulto y consciente “echar palante” tampoco es moco de pavo. ¿Podrás pasar de hipocresías y llegar a llamar las cosas por su nombre? Quien pueda que lo haga.
Y por fin llegó el último voto, el de la pobreza. Pero ¡Oh sorpresa! Este no lo vamos a cambiar. No vamos a ponerle ningún anti delante porque se trata de un buen voto personal con la vida. No se trata de dormir en la calle, tampoco de quitarte comidas, tienes derecho a una botella de vino de cuando en cuando y puede que hasta una mariscada al año. De lo que se trata (y aquí si que le vamos a tener que poner un anti delante), se trata digo del anticonsumismo. En la que estamos y con la que se nos viene encima, como no pasemos del derroche al buen sentido, estamos perdidos. Esto sí que va a ser difícil. Sólo los que hayan venido haciendo algo de autodisciplina en este sentido (los deberes), tienen alguna posibilidad. Pero los que han sido consumistas impulsivos (inconscientes), esos tendrán que ir directamente al infierno.
Podríamos añadir un cuarto voto muy interesante, el del altruismo y la solidaridad, con él nos encontraríamos en que frente al altruismo interesado podríamos encontrarnos con el altruismo real.
¿Podrían estos llegar a ser los votos Humanistas del hombre del siglo XXI?
Cuando dicen que somos el 99%, se están refiriendo a la inmensa mayoría frente a los poderosos, pero si hablamos de una gran mayoría que parecen durmientes (zombi está de moda) y algunos que son algo conscientes, puede que nos estemos refiriendo al 1 x 1.000. Lo siento pero es lo que hay. Puede que con el tiempo y la ayuda de esta crisis, pronto pasemos al 1 x 500, pero en esas estamos. Es la realidad pura y dura. ¿A cuanta gente conoces capaz de llevar a cabo estos votos?
Otro día hablaremos de los votos de la fidelidad, del amor, de la comprensión… También se pueden hacer votos sobre esto, pero ahí hay mucho que rascar y por hoy ya hemos llegado al cupo de líneas.
Caña a quien pudiendo hacer estos votos, no los haga.
Juan-Lorenzo
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