Revista Opinión
De nuestro presente distópico al ser humano como nueva utopía
Publicado el 19 diciembre 2014 por Alfonso Bárcena @razonable_a_72Cuando hablamos de nuestro presente lo hacemos de una forma inquietante, como algo acelerado e inestable que nos supera, que puede excluirnos y a lo que ya no podemos hacer frente con nuestros recursos personales de una forma segura. Una de las características diferenciales de nuestra época con las anteriores es que pensamos el presente como una distopía: como algo indeseable.
Los discursos o relatos utópicos de construcción y progreso social, parecen haber dejado paso a una simple gestión operativa economicista de la realidad, del intentar ir sobreviviendo al día a día. Una nueva ideología operativa que experimentamos personalmente como truculenta y excluyente.
Con la llegada de la postmodernidad los grandes metarrelatos ideológicos de construcción utópica como el comunismo, el liberalismo o la socialdemocracia fueron desapareciendo como ideas estructuradas de intento de progresión social con sentido histórico y guías personales de actuación, ahogadas muchas de ellas por la sospecha de totalitarismo que una única e impuesta visión global puede contener.
Pero lejos de vivir en una libre fragmentación y en nuestras pequeñas burbujas inestables, se ha impuesto en cambio un nuevo metarrelato: el del Pensamiento Único. Un nueva ideología que al no necesitar grandes legitimaciones, se ha ido imponiendo sin grandes resistencias: dado que se ha convertido en una mera gestión económica operativa de la realidad de nuestro presente, donde lo que importa realmente es el resultado y los réditos a corto plazo. Sin ningún sentido histórico y donde no importan los medios o recursos utilizados, no conteniendo además ninguna visión de mejora o progreso social a largo plazo. La cruda realidad es la propia Utopía a gestionar operativamente para este Pensamiento Único: el Ser Humano solo puede adaptarse a esa realidad, no puede reformarla o conformarla socialmente.
La Tecnología como punta de lanza del progreso económico y social parece haber sido secuestrada por la mercantilización y la necesidad imperante de rendimiento económico a corto plazo de sus aplicaciones o desarrollos como forma de poder. Un ideología tecno-optimista que aunque parece que va a cambiar siempre a mejor nuestras vidas, es vista inquietantemente como nueva forma de control humano y conformación monopolística por unos pocos actores multinacionales de la sociedad.
La Biociencia como nueva forma de mejora del Ser Humano y sus enfermedades, esta dejando paso a discursos de superación de lo humano como el Transhumanismo o la nueva robótica. Pero una ciencia de modificación genética de mejora biológica que parece sólo va a poder estar al alcance de los personas con más recursos, dejando de lado a la mayoría de la población: a modo de una nueva clase inferior que ya no será sólo social sino incluso también biológica.
Lo preocupante es que parece que nuestras instituciones no han ido a la misma velocidad que este cambio social y tecnológico. Empantanadas en sus viejas querellas de funcionamiento estructurales de luchas internas y corrupción generalizada, no están protagonizando ningún discurso social o político incluyente o defensor de lo Humano como punto de referencia o centro de gravedad permanente en este presente que vivimos.
La solución a un presente experimentado como distópico puede estar en volver a lo Humano con discursos que propugnen la cultura y la educación como forma crítica de ver la realidad, el desarrollo de las capacidades que nos permitan llegar por nosotros mismos a ser quién somos, al perfeccionamiento personal por encima de la mera acumulación apropiativa de objetos, a valorizar de nuevo la fraternidad humana como conformación social en la diferencia. En definitiva, a volver al Ser Humano como utopía en construcción permanente que no sólo se adapta a la realidad sino que la conforma y mejora para todos.
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