- En la languidez de la tarde del día de Año Nuevo, esa tarde cansina y resacosa (aun cuando no hayas probado una gota de alcohol en las setenta y dos horas precedentes), un canal temático por cable dedicado a la música pop, con especial predilección por artistas de las últimas decadas del pasado siglo, me regala un especial dedicado a los grandes éxitos (reflejados en sus correspondientes videoclips) de Blondie.
De forma rápida, barata y nada contaminante, me siento transportado a un tiempo que conocí, el de finales de los 70" y principios de los 80", y un espacio que jamás hollé, el Nueva York frenético y espasmódico de la época (¿y en qué época pudo haber sido Nueva York de otra manera...?), y revivo la veneración por esa diosa rubia que atendía al nombre de Debbie Harry, una suerte de aparición fantasmagórica de fantasías musicales (más o menos calenturientas) de quinceañero con un punto desesperado, y la fascinación por un sonido de guitarras desenfrenadas y ritmos acelerados, tamizados y personalizados por el órgano Farfisa con el que Chris Stein supo personalizar y dotar de una identidad inequívoca a la troupe de la superdiva, que, transcurridos veinticinco años desde su surgimiento, suena con una intensidad y una vigencia que la inmensa mayoría de grupos de pop anglosajón que la prensa especializada intenta vender como la reencarnación agiornada de los Beatles, no llega siquiera a atisbar.
También descubro, para mi pasmo, y a través de su página web oficial, que el grupo sigue vivo y coleando, aunque con una formación bastante retocada: es más, actualmente se encuentra embarcado en una gira por Europa. Una lástima: los experimentos de resurrección de glorias pasadas, si no cuentan con la garantía de la absoluta imposibilidad del retorno del muerto (como sucederá, por ejemplo, y afortunadamente, con el aluvión mozartiano que nos espera al hilo del 200º aniversario de la muerte del genio de genios), suelen deparar escenas en las que prima el patetismo por encima de cualesquiera otros elementos.
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- Continúa la emisión, en Cuatro, las noches de los martes, y en entregas dobles, de la serie Roma. Un producto televisivo a disfrutar, capaz de aglutinar bajo su manto (más bien, túnica, dado el contexto) un catálogo exhaustivo de las líneas bajo las que se desarrollan las nuevas tendencias televisivas, especialmente en lo que se refiere al rubro de series de ficción. Series que se acercan, cada vez más, a los cánones cinematográficos: un cuidadísimo diseño de producción, seguidor (de manera evidente) de los cánones marcados por el Gladiator de Ridley Scott (atención especial, en ese aspecto, a la fotografía, cuyos tonos terrosos impregnan la imagen de una calidad rayana en lo mágico); un armazón dramático centrado y consistente, en el cual se ha buscado (y, francamente, creo que encontrado) un punto de equilibrio entre el elemento histórico y el elemento personal, entre lo público y lo privado, que no siempre es fácil de concretar; y un elenco intepretativo de gran nivel: solvencia sin fisuras en el cuadro artístico británico que encarna a unos personajes que reconocemos y asumimos como propios desde los primeros compases de la trama.
Y series que asumen que hoy día es difícil fijar la atención del telespectador si no se añade algún picante morboso: uno de los señuelos de Roma es su generosa profusión de escenas de violencia y sexo, escenas con un grado de explicitud bastante amplio y que, desde luego, hubieran resultado impensables en producciones de este corte (y pretensiones) no muy alejadas en el tiempo pasado. Potencial innovador que no se extiende al dibujo moral de los personajes: el maniqueísmo sigue imperando, y redunda en una caracterización ética poco acorde con un escenario complejo y difuso. Los tiempos cambian, ma non troppo...
En cualquier caso, no dejen de verla, si tienen ocasión...
* Este artículo fue publicado originariamente en El (viejo) glob de Manuel, el 3 de enero de 2006, bajo el título "Varietés artísticas I".-
* APUNTE DEL DÍA: Mi último descubrimiento en la galaxia blogueril: Letraceluloide, un blog dedicado a la conexión cine-literatura. Ahí andamos, destripándolo poquito a poco...
* Antecedentes penales (El viejo glob de Manuel) III.-