Juan Bautista Vico formuló su teoria del eterno retorno que, contradiciendo frontalmente a Heráclito, sostenía que no hay nada nuevo bajo el sol y que aquel hombre que inspiró al filosofo griego no hacia sino bañarse en el agua del mismo río.O sea que sólo hay cambios aparentes o, por lo menos, eminentemente superficiales, si miramos al hombre en su relación con el tiempo, de modo que yo, ahora, viejo absolutamente decrépito, vuelvo a subirme a aquel camión que el alcalde de mi pueblo llenó de chavales para que fuéramos a aplaudir a las tropas del invicto caudillo que iban a desfilar, triunfantes, por las principales calles de la capital de la región.Y vuelvo a ver y oír aquellos rostros desencajados por el abominable desprecio que hacia mí, que no sabía todavía a qué bando pertenecía, sentían la mayor parte de los ocupantes de aquel maldito camión, que me estrelló por primera vez frontalmente con el odio:-Una, dos, tres y cuatro, ya tienes Franco "pa" rato.Y así, una y otra vez, hasta que no pude más y me arrojé de aquel maldito camión en marcha.Seguramente van a ser los mismos los que se van a reunir, hoy, cuando llegue la noche, con champán y mujeres, como ha dicho uno de los más sinceros de entre ellos, para gritarme de nuevo aquello y será sustancialmente verídico, porque será de nuevo el invicto caudillo el que vuelva a ganar esa eterna batalla que no cesa de reñirse por estas irredentas tierra de un país que ya se ha acostumbrado de tal manera a la infamia que grita en cuanto puede “vivan las caenas”, porque no sólo serán los mismos los que vuelvan a gritar sino que también será el mismo el espíritu que los mueva a volver a sembrar el odio y el desprecio para todos estos hombres y mujeres que vamos a ser de nuevo derrotados por el mismo Franco, demostrando así, la clarividencia histórica de ese padre de fascistas que fue Lampedusa, el que astutamente quiso revestir el manido triunfo de los mismos con un ropaje que de democrático sólo tiene el nombre, porque son y serán los príncipes, como él, los que seguirán bañándose asépticamente en ese sempiterno río de la misma historia.Por eso, yo decía el otro día que no tengo ninguna gana de ir de nuevo a esos locales infectos en los que la comparsería de los peores políticos se reúne alrededor de unas mesas en las que se asienta esa representación nauseabunda de la peor de las ficciones, la que trata de demostrar “urbi et orbi” que aquí, en este desdichado país que, desde luego, no se merece otra cosa, gobiernan, han gobernado algún día o van a gobernar los verdaderos representantes de un pueblo que apenas sobrevive en los barrios marginales de las ciudades, tal vez porque instintivamente sabe que esta repugnante farsa no tiene nada que ver con él sino que es una parodia en la que los más afamados tahúres inician esa eterna partida en la que sólo se juega, si llega el caso, su propio y detestable destino.De modo que, probablemente, Rajoy sustituya a Zapatero en el lecho de La Moncloa, pero estoy seguro de que, en el fondo, sus sueños serán los mismos: que esa turbamulta de asquerosos aprovechados sigan disfrutando impunemente de una situación que no es sino el despojo más sangrante de los santos inocentes, que son todos esos que se levantan a las 5 de la mañana para acudir a esos templos en los que se rinde cotidianamente el más cruento de los homenajes al ineluctable Moloch que es el más furibundo capitalismo, ése que dice que el hombre, esa parodia de animal, promueve la felicidad de los demás cuando ejercita canallescamente su desaforada codicia.Y no ya los camiones, sino los autobuses volverán a llenarse de los hijos de aquellos que me aturdían con aquel infamante grito de victoria, que, desde entonces, me ha martilleado los oídos, como si fuera Juan Bautista Vico y no el sin par Heráclito el que tenía razón de modo que no hacemos todos otra cosa que volver, cada día, eternamente, a bañarnos en el agua del mismo río.