Es casi una tradición para mí escribir una entrada en este Blogger cuando se acerca Navidad. No es extraño. Es la época del año más difícil y deprimente para mi.
Y no es porque tenga malos recuerdos de navidades traumantes o que mi niñez haya sido muy dolorosa. Tampoco es que haya sido un jolgorio, pero no creo que sea algo para sentirse mal.
Es sólo que en estos días me da frío, la luz no es muy buena para el estado de ánimo y, sobre todo, hay una inevitable disputa por el tiempo. Todos quieren reunirse, todos quieren que estés con ellos para "pasar las fiestas" y la verdad es que yo lo único que quisiera es pasar mis días de vacaciones lo más tranquilo posible, haciendo las cosas que a mí me gustan y no lo que los demás quieren que haga.
¿Es eso demasiado pedir? Pues sí, así parece. Es tan estresante esto de las reuniones familiares. Con nadie se queda bien, a nadie se le da gusto. Cualquier cosa que uno decida tendrá detractores dispuestos a guardar rencores inútiles por el resto de los días. ¿Que ganamos con estas celebraciones sino deudas económicas y sociales, familiares y personales.
Hay una especie de fuerza gravitacional que nos empuja a jugar siempre con la culpa y los deseos de los demás. El chantaje se vuelve moneda corriente y todo el mundo trata de acomodar lo mejor posible sus fichas para su propio beneficio. Nada raro en esta sociedad tan poco empática. ¿Qué tiene de malo querer estar solo "en estas fechas"? El libre albedrío parece ser ahora comunitario y mis decisiones son tomadas de antemano y sin consulta previa. La empresa me invita a una fiesta obligatoria y me da vacaciones que yo no pedí. La familia organiza una cena que yo no quiero y el resto del mundo se empeña en venderme un montón de cosas que no quiero ni necesito.
Así las cosas en esta Navidad.