Revista Espiritualidad

De optimistas y debilitadores

Por Jimalegrias
DE OPTIMISTAS Y DEBILITADORESQuizás una de las mejores herramientas de las que los seres humanos disponemos para enfrentarnos a los desconcertantes vaivenes de la existencia sea el optimismo, o convicción innata de que todo puede mejorar en nuestra vida en un momento dado.
El optimista se rehace antes que los demás porque es plenamente consciente de su situación actual- sea la que sea-, porque dispone de suficiente capacidad de reacción y porque es capaz de visualizar su estado futuro siempre de forma provechosa, en toda su dimensión afirmativa.
El optimista renace como el ave fénix de sus propias cenizas. Sabe que la vida es algo que se improvisa sobre la marcha, que no existen borradores previos, pero que si se está dispuesto a aprender de los errores, equivocaciones o aciertos propios el camino es siempre algo menos fatigoso.
Luis Rojas Marcos lo define muy bien: "la vida está llena de golpes que nos desorientan e impactan. Es en esos momentos cuando hay que recurrir al optimismo para afrontarlos y superar la adversidad, aunque sí es cierto que no todos tenemos la misma capacidad para superar los problemas".
Por eso ser o rodearse de personas que hacen del optimismo una forma de vida es esencial para proveernos de una equilibrada calidad de vida a todos los niveles: intelectual, emocional...
La persona optimista se resumiría en una gran frase de película que alguien me apuntó hace poco: "... no tiene nada, pero lo aparenta todo".
Todo lo contrario, la némesis oscura, en las mismas antípodas negativas, pasa con esos personajes que yo denomino "delibitadores": gentes que suelen poseer un instinto muy arraigado de neurosis, de destrucción, unas aptitudes que tienen más que ver con el Tánatos y el pesimismo endémico y erosionador de sí mismo y de los demás.
A estos vampiros energéticos se les reconoce enseguida porque desgastan a los demás rápidamente con sus neuras, autoinculpaciones y constantes obsesiones, permanentemente acomodados en los perfiles negativos de cada palabra, acción o elección, propia o ajena.
Tienen la oscura facultad de introducirse, como si fuese la primera vez, en cada nuevo laberinto que se les presenta, arrastrando de paso a los demás a sus callejones sin salida, socavando con su indefensión e inseguridad crónica la fortaleza, la luz, las energías acumuladas de los demás.
Como mencionaba Churchill con acierto: "Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad".
Si los optimistas consiguen el milagro de simplificarnos lo complejo de una manera pasmosamente sencilla, los debilitadores funcionan exactamente al contrario: dificultando hasta el absurdo las cosas más elementales, instalándonos poco a poco en un sutil círculo vicioso de negatividad que nos acerca un poco más a ese estado de infelicidad compartido a que todas sus estrategias vitales tienden.
Dicen los que saben de esto que hay que apartarse a tiempo de la gente que está permanentemente acomodada en la autocompasión, que le dan gran importancia a cada suceso negativo mientras minusvaloran los positivos, que se creen que siempre tienen la razón y que viven obsesionados con los posibles males que les traerá el futuro, malviviendo y derrochando así su presente.
El País de las lágrimas es muy misterioso... y quienes viven dentro de él tienden a propagar el contagio de esos espacios de tristeza, de esas aptitudes quejumbrosas y pusilánimes, de esa letanía perenne de fracasos, decepciones y desengaños con que arrastran en su discurso y devenir existencial a sí mismos y a los demás, irrigando su entorno inmediato de palabras grises, de callejones sin salida y emociones negativas que nos arrastran un poco más hacia el agobiante abismo en el que habitan a diario.
Mientras que los debilitadores asfixian y menguan nuestro potencial positivo con cada uno de sus contactos, los optimistas nos revitalizan, cargan las baterías y oxigenan, por eso la compañía de un optimista es tan regeneradora para nuestro espíritu, o debiera de ser, como la de un libro de Carver, un café con amigos o una comedia de Bogdanovich.
DE OPTIMISTAS Y DEBILITADORES
"Ahora bien, había unas semillas terribles en el planeta del principito... eran las semillas de baobab. El suelo del planeta estaba plagado de ellas. Y de un baobab, si uno se deja estar, no es posible desembarazarse nunca más. Obstruye todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño, y si los baobabs son numerosos, lo hacen estallar... es cuestión de disciplina, me decía más tarde el principito. Después de terminar la higiene matinal, hay que hacer con cuidado la limpieza del planeta. Hay que obligarse regularmente a arrancar los baobabs en cuanto se los distingue de los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes. Es un trabajo muy fastidioso, pero muy fácil". ( El Principito, de Saint Exupéry)
¡¡ Niños, cuidado con los Baobabs!!!
Saludos de Jim "Coelho" Alegrías.
Lección de vida gratuita nº 3.

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