Una tiene sus filias, fobias y debilidades, como todo hijo de vecino. Yo, entre escritura y escritura (que ahora me gano más o menos la vida escribiendo, pero eso ya os lo contaré otro día), necesito procrastinar. Lo que viene siendo tocarse un rato la vaina, de toda la vida. Y como me paso el día frente al ordenador, cultivando lorzas y buscando en Google, llego a encontrar cosas muy locas en internet.
Todas las historias que me parecen interesantes o curiosas las guardo en una carpeta kilométrica de favoritos y me mando un mail por partida doble. Todo para nada, porque almaceno tanta morralla que luego me da pereza revisarla y pierdo cosas que podrían estar salvando al mundo del aburrimiento mañanero. Igual que yo procrastino, vosotros procrastináis en presente del indicativo y llegáis hasta aquí para evadiros un rato del trabajo. Y así se cierra el círculo perfecto del tocarse la vaina.
Hace un rato, hablando con una amiga he recordado un artículo que leí en verano. Algo tan lóquer que merece un post en sí mismo.
Fijaos en la foto de estas señoritas tan monas. Todo como muy bucólico, en plan imagen de revista de moda, de ésas que hacen sesiones de fotos en sitios raros con modelos en poses dislocadas y llevando un conejo al hombro.
Van todas vestidas en plan retro, con sus pañuelicos y sus labios pintados de rojo carmesí. Sonrientes con su pollo en brazos, divinas.
Todo es ideal, y monísimo de la muerte. Seguro que van a hacer una meriendita en el campo con banderines de color pastel y cupcakes, muchos cupcakes. O siguiendo el estilo viejuno rural folk que ahora está en boga, una pastel de zanahoria ecológica y cerveza artesana con levadura traída de Paíslejanokistán hace 4 siglos.
Ay, almas de cántaro, cómo nos la clavan. Porque lo siguiente, lo que no veíais venir, es esto:
o.O
Oh. Cáspita.
El artículo que aúna conceptos tan contrarios como son pintalabios y matar pollos se titula "Pintando la granja de rojo: la matanza de pollos con chicas pinup de Marion Acres", de la web estadounidense Modern Farmer. En él cuentan cómo en una granja avícola y ecológica hacen un día al año la "cosecha de pollos para señoritas". No tengo palabras.
Obviando que por supuesto para cualquier vegetariano la idea y las imágenes son ofensivas de por sí, a mí, que como pollo y filetes y callos, también lo es. Ya cuando os hablé el año pasado de mi matanza familiar y casera, predije que el apocalipsis vendría en forma de gastrotendencia. Esa tontería mayúscula que es ponerte a hacer algo porque quieres molar.
La molaridad de la matanza está en alza. Algo potencialmente peligroso que puede derivar en modas tan odiosas como las panaderías deluxe y los gastrobares. Pero esto, esta fiestilla fashion de vísceras y sangre es demasié. Convertir un trabajo duro, honesto y a veces desagradable como matar animales para comer en una chuminada para domingueros es el colmo. Aparte de las connotaciones sexistas que haberlas, haylas.
No tengo nada en contra de consumir carne. De hecho, abogo por que todos los omnívoros sepamos cómo se obtienen esas pechugas tan limpias de las bandejas del súper. Quizás así hubiera más veganos convencidos y menos hipócritas. Pero las fotos monas y el pintalabios cuquérrimo están fuera de lugar.
Ale, decidme vuestra opinión!